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Por Leonardo Rossi (Tierra Viva) Parte 1.- Jaime Breilh es un referente latinoamericano en epidemiología crítica y en el ámbito de la salud colectiva. Docente e investigador, cuestiona las formas hegemónicas de ejercer la medicina y la ciencia. Denuncia “la dictadura del paper científico” y las décadas de domesticación del pensamiento académico. Lejos de los antivacunas, señala riesgos de las nuevas tecnologías que se utilizan contra el coronavirus y llama a “romper la idea de la vacuna como salvación única”. Propone que se apunte a las causas del Covid-19 y asegura que, para la pospandemia, es urgente frenar al extractivismo.

El nombre Jaime Breilh es sinónimo de epidemiología crítica en América Latina. Referente del campo de la salud colectiva, este docente e investigador ecuatoriano es un incansable pedagogo de la reflexión aguda en torno a la práctica científica y crítico al ejercicio de la medicina hegemónica. Aunque cuenta con innumerables credenciales académicas y la reciente publicación de su libro Epidemiology and The People´s Health (Epidemiología y salud de los pueblos), por Oxford University Press, Breilh no se atrinchera en la supuesta superioridad de la voz científica, convoca a “salir de la dictadura del paper” y reconocer otras formas no hegemónicas de pensar la salud. En esa línea, llama a mirar las estructuras profundas del capitalismo para abordar de forma realista el actual mundo pandémico. “No ubicar a las vacunas como panacea”, denunciar la “infodemia del campo médico-hegemónico”, y desarmar “décadas de domesticación de las academias de medicina” son algunos de los puntos que señala como claves. Su voz es una apuesta para salir del cada vez más estrecho campo de discusión entre negacionistas, de un lado, y la monocultura de la farmo-industria, gran parte de los gobiernos y los medios masivos, del otro.

Una mirada estrecha, un abordaje reduccionista

—¿Cómo analiza el abordaje hegemónico que se está realizando en torno a la pandemia?

—Veo que pensar la pandemia desde la lógica de una causalidad nos tiene entrampados. Si me aproximo a esta problemática de forma reduccionista, la pandemia va a ser un virus, vacunas, medicamentos, prevención etiológica individual, contagio. Y eso es apenas el pico del iceberg, apenas una parte de los efectos observables de un proceso mucho más complejo. El primer gran vínculo que tenemos que establecer es entre la pandemia y el sistema agroalimentario del capitalismo en su versión 4.0. por sus impactos ecológicos, sanitarios y sociales. En el corazón de la pandemia está el sistema agroalimentario del capitalismo. Y hay que decir entonces que no hay agricultura a secas, ni sistema agroalimentario a secas sino que sobre esas categorías hay una disputa profunda de sentidos, de implicaciones y de prácticas que debemos discutir y poner en diálogo urgente con la salud.

Usted apunta a un tipo de forma de producción agrícola y de alimentación.

—Primero tenemos que empezar distinguiendo entre los modelos agrarios. Hay dos grandes paradigmas productivos, políticos y sociales alrededor de la agricultura. Por un lado, la agricultura de la vida, y del otro, la de las corporaciones, la del negocio. Y no son compatibles, son antagónicas. Porque hay una agricultura que se piensa para defender, proteger, alimentar al sujeto vivo social. Y hay otra que se piensa a partir de la codicia, y busca la forma de convertir todo en una commodities, desde el ser humano y la fuerza de trabajo, hasta el genoma, la tierra, el agua. Todo es parte de una estructura de acumulación de capital (ver aquí). Es el sistema agroalimentario de la muerte, porque tiene consecuencias profundas sobre la vida humana y no-humana, y lo vemos con los brotes virales que se suceden en los últimos años, y con la vulnerabilidad en la salud de las poblaciones. No podemos ya desconocer esto.

Mirar el todo, comprender la sindemia global

—En el campo crítico de la salud se habla de que atravesamos una sindemia (sinergia de varias problemáticas sanitarias con alcance epidémico). ¿Qué definición tiene usted sobre este concepto?

—Es verdad que estamos en una sindemia mucho antes de la expansión del Sars-CoV-2 (Covid-19). Es decir, nos encontramos ante una confluencia de varios procesos correlativos, sinérgicos, que se potencian, y el efecto es más que la mera suma de esos procesos. Mi visión desde la epidemiología crítica entiende que el problema no es sólo las enfermedades virales y no virales, las enfermedades crónicas, la salud mental. Esa es una parte de la salud, muy importante, claro, pero es mucho más que eso. Los procesos sindémicos van más allá y debemos pensar lo estructural. Ahí encontramos una confluencia de procesos políticos, económicos, sociales, ecológicos y culturales.

En el corazón de esto está el capitalismo, cuya capacidad de concentración y destrucción es inédita, con un crecimiento galopante de la desigualdad social a niveles explosivos. Este marco destruye el bien común, y produce una exclusión a escala masiva de todo lo necesario para el buen vivir humano y no humano.

—¿Qué otros procesos conforman esta sindemia?

—Otro punto central es la sistemática acumulación de condiciones de ‘pandemicidad’. Es una estructura globalizada de un sistema cada vez más acelerado para transformar las bases mínimas de desarrollo de los ecosistemas (ver aquí). Esa estructura es la que ha provocado las pandemias de los últimos años, y de las que vendrán (ver aquí). Es imposible seguir pensando en los virus como un sistema biológico con su lógica, sus procesos de adaptación y los ritmos que históricamente han tenido. Si tenemos hoy una agroindustria que está generando condiciones de masividad animal con uniformidad genética, que es la base para la combinación y mutación viral; un sistema de vacunación inconsulto y descoordinado que va a catapultar la diversificación de las cepas virales; y un sistema social donde la ciudad neoliberal y el campo neoliberal son propicios para la concentración de una alta carga viral y una alta carga de poblaciones vulnerables no podemos pensar los virus como algo que fluye naturalmente. Esto es lo estructural que hay que entender.

—Es decir que hay que explicitar la dimensión política en la propia propagación del virus.

—No se trata de un virus actuando de acuerdo a la lógica de un manual, porque hablar de eso sería hacer neo-darwinismo del más perverso. Pensar que el virus está caminando por su propia dinámica, a partir de su propia estructura genética, y que está buscando aceleradamente mutar solito como en un ensayo experimental, eso es falso. El virus está impulsado por un sistema de recomposición de la relación entre humanos y naturaleza tan brutal que tiene la mesa servida para su reproducción.

—¿Qué rol tiene la acelerada crisis climática en esta sindemia?

—Dentro de estas transformaciones drásticas, un cuarto punto de esta sindemia y que es central es el cambio climático. Pareciera ser que tal como estamos viendo con las inundaciones, los incendios, la pérdida de glaciares, la acidificación del mar y los ciclones del último tiempo, estamos frente a señales gravísimas de un trastorno ambiental integral que da sus últimos avisos al ingresar al punto de no retorno. Y esa dimensión no sólo que no puede quedar fuera a la hora de pensar la salud desde una perspectiva crítica e integral sino que debe hacer parte de los abordajes de la pandemia.