Desalambrar

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ROMPER LAS CADENAS –

La historia es invidual aunque representativa. Un hecho de violencia de género y el recorrido burocrático para efectuar una denuncia y que la justicia accione. Romper los vínculos que someten requieren de acompañamiento humano, de instituciones que agilecen los trámite y comprendan que los hechos urgentes exigen soluciones inmediatas.

Ella es una trabajadora, tiene tres hijos. Su pareja la golpeó, le gritó y la amenazó con quemarle todas sus pertenencias. Entendió que no podía permanecer callada, quiso denunciarlo. Salió de su casa por la noche, las fuerzas policiales minimizaron el tema, expresaron que no era tan grave, que los golpes no alcanzaban para plasmar una denuncia. Tremendas definiciones no la hicieron arrepetirse de la decisión de denunciar.

Con la lluvía se levantó. Caminó desde su casa hasta la Comisaría de la Mujer ubicada en Moreno Centro. Ahora con una amiga, con información y con la convicción que debían escucharla y plasmar en un papel los hechos que padece. El trámite duró cerca de dos horas. La recomendación de la funcionaria especializada en temas de género fue que se vaya de la casa. Desconcertada ante la opción, expresó: “Es la casa de los dos, es la casa de mis hijos. ¿Él es el violento y yo me tengo que ir?”. Con la amabilidad que caracteriza a los auxiliares de la Justicia, argumentó que los tiempos legales tienen sus pasos. Como la denuncia se hizo el viernes sólo tiene continuidad el próximo día hábil. Con un feriado feriado largo de por medio, esto representa que recién el miércoles próximoel papel continuará su rumbo, para que en algún momento evalúe dictaminar una perimetral que resguardé la vida de ella y de sus hijos.

La angustía invade el cuerpo de quien se anima a denunciar. Las piernas pesan y las instituciones parecen desconocer los sentimientos de quien recibe un golpe. Las preguntas recorren la mente, el cuerpo debe prepararse para volver al lugar donde se encuentra el violento.

La vuelta a la casa es una realidad, el miedo a perder lo que se construyó en años de trabajo y el temor por la salud física y emocional de sus hijos no dejan opción. Por supuesto, el violento ante la inacción se siente con poder para continuar ejerciendo maltrato. Las amenazas no tardaron en llegar, en horas de la tarde continuaron las agresiones. Nuevamente buscó ayuda. Llamó a la policía que, como es habitual, tardó en llegar. Mientras que en la LINEA 144 (esa que aparece en cada hecho de violencia de género mediatizado), una voz amable sostuvo que tampoco podían hacer nada, hasta que la justicia avance con alguna definición. El área de género del Municipio, notificado del hecho, se comunica con ella e interviene.

El camino es agotador, el violento sigue en la casa, ella tuvo que irse. La LINEA 144 no fue útil. Sólo la solidaridad entre mujeres puede seguir sosteniendo aquellas valientes que, a pesar de los naturales obtstáculos del Estado, no están dispuestas a naturalizar el maltrato y la falta de respeto.

El violento sigue en la casa, tiene cuatro días como mínimo más para seguir ejerciendo violencia machista.