CAUSAS, CONSECUENCIAS Y UN SILENCIO BRUTAL –
Por Claudio Giorno (dirigente de Emancipación Sur) – El temporal de lluvias que sufrió el noroeste argentino durante varios días ha ocasionado miles de evacuados y una gran desesperación en la zona de la cuenca del Río Pilcomayo. El desborde, que como nunca se ha dado, afecta principalmente a las familias que residen en el extremo noroeste de la provincia de Salta, y también en algunas localidades del sur de Bolivia. Ríos de lodo sobre las rutas provinciales y caravanas de miles de personas que con escasas pertenencias escaparon como pudieron de las inundaciones, son algunas de las imágenes que vimos de lo ocurrido a causa del temporal que azotó a varias localidades de la zona y que ya dejó más de 70.000 evacuados en la provincia de Salta por ejemplo.
Colapsó el sistema social, sanitario, educativo y fundamentalmente el de asistencia estatal. «La improvisación fue de tal magnitud que en la práctica la asistencia pública ha sido no solo escasa y desordenada, sino que no logró atenuar -en mínima medida- el fuerte impacto de daños que provocó la inundación en las comunidades indígenas y en las familias criollas campesinas, muchas de las cuales perdieron sus pocas pertenencias y sus animales». Muchos pobladores rurales, en pocas semanas, se transformaron de pobres a indigentes.
La angustiante situación de la población no tuvo la reacción necesaria y positiva del Estado, y cada vez queda más claro el desinterés y el silencio miserable y cómplice de los distintos gobiernos y empresarios sobre las verdaderas causas de estas tragedias.
El desmonte de bosques nativos, el monocultivo, el crecimiento desparejo de las ciudades, el avance de negocios inmobiliarios sobre áreas protegidas son algunos de los factores por los que se producen las inundaciones, enmarcadas, además, en una transformación global del clima con tormentas y crecida de los ríos.
Según el informe ambiental del Banco Mundial del 2016, las inundaciones constituyen el «mayor desastre natural que amenaza a Argentina». Los casos de mayor vulnerabilidad se dan en poblaciones ubicadas en la Cuenca del Plata, que abarca los valles naturales de inundación de los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Uruguay y sus afluentes, ocupados por sectores humildes o de clase media baja, al igual que las zonas anegadizas del Litoral. También se trata de los pueblos rurales de la región pampeana y las comunidades del Noroeste (Santiago del Estero, Tucumán y Salta).
Sorprende la falta de humanidad para no comenzar YA con un debate profundo para cambiar éste modelo productivo de muerte. Especialistas vienen advirtiendo que el verdadero problema está en cómo los gobiernos, empresarios y la sociedad en general desoye algo que la naturaleza está avisando hace siglos. Es potencial el aumento de la forestación, el desmonte, el uso discrecional del suelo y el avasallamiento urbano e inmobiliario sobre los humedales que amplían en Argentina las posibilidades de que las lluvias se conviertan en catástrofes. Si se talan los bosques nativos, se destinan grandes extensiones a monocultivo y se construye sobre humedales, las lluvias y el desborde de ríos seguirán siendo incontenibles.
Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ubicó a la Argentina entre los diez países que más desmontaron durante los últimos 25 años. En ese lapso, se perdieron 7,6 millones de hectáreas, una superficie similar a la de la provincia de Entre Ríos (a razón de 300.000 hectáreas al año).
Este modelo productivo, que saquea, contamina, que genera desigualdades y pobreza, también destruye naturaleza; y es consecuencia de un sistema que pone al mercado como valor supremo y a los negocios de unos pocos por sobre la inmensa mayoría de la población, por sobre nuestra tierra, sobre la vida misma, sobre el futuro de nuestras generaciones.
Será cuestión de ir tomando conciencia y militar por cambiar el modelo, que es cambiar el sistema. Se trata de cambiar el Sistema NO el clima.
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