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(Del tachito de alambre a la papelera de reciclaje)

Por Sergio G. Tagliaferro *

No presumiré de escritor, apenas de escribidor, como decía el ex ser humano M. V. Ll.

En aquellos años había adquirido una notable habilidad: hacer bollitos con el papel recién salido de la Remington y embocarlos de espaldas en el tachito de basura colocado ad hoc para ese fin. La muerte de ese texto era definitiva, inapelable. Pocos sobrevivían al disgusto que me causaba mi propia lectura.

A veces una cierta melancolía me hacía recordar esas palabras mal articuladas y me preguntaba si no podrían reescribirse de un modo más digno. Más de una vez miré de soslayo, con inconfesable vergüenza, papeles de mi autoría sangrando su tinta ya en la calle, misturados con innobles desechos.

En estos tiempos tan contemporáneos, Mendieta dixit, las cosas han cambiado.

En los archivos Word se acumulan textos inconclusos, poesías a medio cocer, que van quedando a un costado de la ruta como perros abandonados. Pero están ahí. Ni enviarlos a la papelera de reciclaje garantizan que sea ese su último viaje.  Por algún lado reaparecen, dicen “aquí estamos”, y ya no es necesaria la añoranza para que se pongan delante de nuestros ojos. Es más, se puede tener un día en que uno se siente lo más feliz y contento hasta que se topa con esos parias del propio pensamiento, y la ¿dulce?  melancolía vuelve a posesionarse de nuestro espíritu.

Los poemas de amor son los más perniciosos. No fueron publicados en su momento por la alta exposición que implicaban. Nos hacían caminar peligrosamente por la cornisa de la ridiculez. Estos poemas envejecen rápido y mal. Desde los tiempos del amor cortés el primoroso envoltorio que los cubría encerraba un tufo a impostura e inconsistencia. Para dar más razón de esto, le propongo lo siguiente:

Haga la prueba, póngase una mano nell cor, oh! juglar enamorado y confiese. Cuando vuestras melífluas palabras consiguieron derrumbar las murallas de la desconfianza y de la auto preservación de la dama en cuestión, y esta diga “yo también os amo”, cuénteme cuál sería vuestra reacción. Voi che sapete  ♬♬

Frases rebuscadas, las imágenes presuntamente originales, se nos presentan hoy como lugares comunes, berretas escenarios en los que la emoción conspiró contra el lirismo.

Por eso, es mejor guardarlas para quien tenga a bien quitar su soutien… y bancarse lo que se viene.

En otro orden, sesudos textos que intentaron explicar la situación política, económica, social y cultural del mundo en general y de Nuestra América en particular, se quedaron en aprontes.  Como la casita de paja de los tres chanchitos, se derrumbaron a la primera brisa de sensatez. El ahorro de papel será proporcional al recorte del objeto a tratar, cuanto más finas las fetas de realidad abordadas, mejor garantía de supervivencia del texto borroneado.

Los relatos, las historias que parecían muy interesantes de contar, después de unas pocas páginas, van quedando en el boceto. La trama es floja y hace agua, los personajes no completan su carnadura y vagan como fantasmas inconclusos pero siempre presentes en nuestra mente, tentada de traerlos en algún momento a la vida.

Es así como los textos vagan, desesperanzados, por ese camposanto de palabras que cargan la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.

 Salud!

*Profesor Sergio Tagliaferro