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EL LOCO CHÁVEZ

Un periodista dentro de cuadro

Sábado, 3 de enero de 2015

Por Fernando Ochoa. — El 25 de julio de 1975, en el diario Clarín, apareció por primera vez, Hugo Chávez, más conocido como el “Loco”. El personaje es un periodista, chanta porteño, que tiene un gran amor por el Racing Club. Al mes siguiente de su edición, la tira de Carlos Trillo y Horacio Altuna pasó de la penúltima página a la contratapa. Es evidente y hay que remarcar que el Loco Chávez, no es un periodista comprometido con la realidad que lo rodea. Lejos está él de entender al periodismo como un arma de fuego para combatir al opresor. En las tiras publicadas se observa que hay una gran distancia con la historia de vida de hombres como Rodolfo Walsh o Jorge Ricardo Masetti, que decidieron dejar de ser meros redactores de la realidad, para ser protagonistas. El Loco Chávez es un personaje que rescata el costumbrismo argento y vive las peripecias de una clase media que se considera el único sujeto representante de la modernidad. Pese a estos elementos retóricos, se convirtió en una de las historietas más populares de la década del 70 y 80.

ORIGEN DE UN LOCO

“En el diario nos pidieron una historieta de aventuras y nosotros pensamos en contar la historia de un periodista porque creíamos que en esta época eran los últimos que podían llevar una vida aventurera. Nos equivocamos, ellos tienen una vida tan desgraciada como la de aquellos que trabajan en un banco. La realidad nos pasó por encima y al poco tiempo el Loco Chávez empezó a sentarse en los bares a conversar, a levantarse a minas y a pelearse con los amigos”, recordó sobre el origen del personaje, el guionista Carlos Trillo.

En diálogo con Desalambrar, el guionista Ray Collins, comentó una anécdota que puede ser contada como un precedente al personaje de la contratapa de Clarín: “Un día de 1970 vino un hombre con pelo y bigote y me dijo, “soy Horacio Altuna”, era una época donde yo había dejado de hacer historieta. La verdad que no lo conocía y me pidió que le escriba un policial como Precinto 56 y me dijo que se tenía que llamar Chávez. Por eso digo que el primer Loco Chávez lo hice yo; claro, no era el mismo que después hizo con Carlos Trillo, es más, les cuento que yo tenía un cuento que lo iba a llamar Chávez y lo tuve que titular de otra manera porque si no iba a decir que se lo había robado. Después que le escribí el guión, viene Altuna y me dice: ¿Cuánto le debo? Y le respondí “nada, porque le agradezco que me haya vuelto hacer escribir un argumento de historieta. La vida es sencilla, no hay que complicarla tanto”.
Al principio el periodista Hugo Chávez vivía sus peripecias en Europa y ocasionalmente en Estados Unidos, donde era corresponsal de un diario porteño. Recién en febrero de 1976, el Loco regresa a Buenos Aires y deja de ser una tira surrealista para tener rasgos costumbristas. Trillo, puntualizó en el cambio argumentativo: “La locación argentina del personaje hace que la aventura comience a tener tácitas restricciones, dentro de las reglas del juego impuesto en la tira, dadas, por el dibujo realista, la verosimilitud de los caracteres, el explícito aquí y ahora. No puedo hacer aparecer ya un personaje como Duckman (el hombre pato) una especie de seudo superhéroe que sí era posible en San Francisco. Si lo hago aparecer en la calle Corrientes, en la tira siguiente tiene que aparecer un patrullero que lo lleve preso”.

Si bien, el personaje regresó a Buenos Aires, justo antes que irrumpa la monstruosa y nefasta dictadura militar, la tira no mostraría siquiera en segundo plano, una crítica sobre el golpe militar.

RESIGNIFICACIONES DEL DISCURSO

Carlos Trillo, describió como actuaba la censura en esos años del Loco Chávez: “Eran épocas difíciles, no se podía hacer ninguna reflexión política, había que tener mucho cuidado. Como los militares nunca se metieron con el sexo, el Loco Chávez corría atrás de las minas y eso no era problema. Pero si decías “las mandarinas están caras”, el comité de redacción lo miraba. Era bravo”. Igualmente, señaló que nunca censuraron una tira del personaje: “Enseguida te dabas cuenta de cómo funcionaba los dispositivos de control en el diario, es decir, sabías tus límites. En cambio en Humor era mucho más libre, pero tampoco podías decir: Videla está asesinando gente”.

Así como los lectores de Clarín, leían todos los días el enfrentamiento de Clemente con el periodista oficial José María Muñóz, en pleno mundial de fútbol. Un personaje de historieta encarnaba un acto de rebeldía contra el régimen dictatorial, es por eso que muchos quisieron encontrar algún rasgo contestatario en el Loco Chávez. Trillo, minimizó esa posibilidad: “Cuando los exiliados argentinos volvían al país nos decían lo valientes que habíamos sido para publicar chistes en Clarín. La valentía nunca pasó más de poner las mandarinas están caras. Si eso es revolucionario… Dios nos libre. Lo que pasa es que si nadie habla, de pronto que alguien pronuncie una palabra en contra, suena como una bomba. Pero nada fue más lejos que la política editorial del diario. El medio estaba en contra de la política de José Martínez de Hoz y comentar que las mandarinas estaban caras era perfectamente licito”.
En plena Guerra de Malvinas, los lectores creían que los guiones de Trillo y los dibujos de Altuna, eran una metáfora antibélica. Esta apreciación lejos estaba la intención argumentativa de ambos autores. Una vez más, la resignificación de un discurso por parte del destinatario se convertía en una interpretación social que nada tenía que ver con lo planteado por los enunciadores que construían el discurso gráfico: ”Para la época de la Guerra de Malvinas, Altuna se había radicado en Barcelona con su familia. Por eso dejamos tres meses la historia adelantada, es decir que no hablábamos del conflicto porque no sabíamos que iba a estallar. Los episodios transcurrían en un edificio del que algunas personas querían tomar un piso. La cantidad de gente que nos dijo que habíamos hecho una metáfora de la situación bélica fue descomunal. Ellos encontraron señales que no habían sido emitidas”, apuntaló Trillo, sobre la semiótica aplicada por sus lectores y pese a esa mirada pesimista, señaló la importancia de las historietas que produjo en esos años, no solo las aventuras de Chávez, sino todas las que produjo para Editorial La Urraca: “Lo que nunca tengo claro es si estas cosas colaboraron con algo, me refiero, a salvar alguna vida. Lo que si sé es que por lo menos algunas de estas historias ayudaron a leer más libre. Aunque no derrocaron al régimen, aunque no fueron armas de fuego contra el sistema, las historietas de la época ayudaron a pensar. Cascioli debe andar muy cerca de la idea de que HUM® o Fierro, fueron revolucionarias o contraculturales. Yo no coincido con esa idea. Los regímenes dictatoriales caen por cosas más grandes que un puñado de revistas”.
La ausencia de una intención explicita por parte de los autores para politizar las aventuras de El Loco Chávez, está manifiesta en cada entrevista que Trillo y Altuna, hablaron al respecto. La construcción simbólica que no emerge ni se desarrolla de forma natural, sino que más bien se impone a partir de una codificación forzada por los lectores, es lo que sucedió con esta tira de Clarín.

HISTORIETA PARA HOMBRES

El Loco Chávez, es un claro discurso patriarcal, donde el machismo se manifiesta en cada viñeta. Donde la mujer no es una compañera que está a la par de los personajes masculinos, sino que a través de la expresión “minas”, la denigra y las convierte en un objeto sexual. Esto lo hace desde los dibujos de Altuna que caracteriza a la mujer ideal como una sex simbol. “En las tiras no se puede hacer una mujer normal por su belleza. Las mujeres pueden ser como la esposa del Señor López o como Pampita. En el medio no hay nada”, sostuvo al respecto Carlos Trillo, sobre la manifestación retórica machista de las aventuras de Chávez.
Los discursos sobre el lugar de los cuerpos que se manifiesta en la tira cómica es de un alto grado de violencia sexista y heterosexista de una sociedad capitalista. Las características de los personajes femeninos, son en la mayoría con grandes curvas esculturales, marcando una línea de belleza en sintonía con la sociedad mercantil que rodea el universo burgués del Loco Chávez. La identidad machista, no solo se sostiene por el concepto de mujer que se trabaja en las peripecias del periodista, sino que lo hace a través de la forma tan masculina de vivir la amistad, una cofradía de complicidades y bromas, donde los personajes nunca exponen las penas de amor porque socialmente fragiliza. El vínculo que rodea al periodista es la exposición de un mundo varonil en toda su plenitud. Hay que señalar que el código implementado por Trillo y Altuna, pudo ser posible por el consenso social que existía a la hora de publicarse las historietas, es muy probable que muchas de esas aventuras tendrían que ser reformuladas si tuvieran que reescribirse en el presente, por el alto grado de concientización de género que hay en la actualidad, que denuncia la construcción simbólica de la mujer como “objeto sexual”. Igualmente pese a que algunas convenciones sociales lograron quebrarse, hay que subrayar que todavía existe una fuerte concepción machista acerca de su figura, que se ve en el menosprecio, la discriminación, la agresión física y psicológica.

CIERRE Y APERTURA

El Loco Chávez, era un chanta, un tipo que laburaba poco y que se iba detrás de cualquier “linda mina” que se le cruzara por el camino, pero que tenía un fuerte vínculo afectivo con una de ellas; Pampita. Siempre se iba al café de la esquina de la redacción a pelearse con sus amigos, siendo un muestrario de tics porteños en el registro totalmente costumbrista de la ciudad. Los locales de Pumper Nic, las viejas cabinas telefónicas de ENTEL y las máquinas de escribir son símbolos de un modelo de país en extinción. Sus peripecias son las conquistas del Loco por toda la saga, con las aventuras periodísticas en segundo plano.

El año 1987 es un año muy particular para el personaje. En la contratapa del diario, Chávez le declaraba directamente al lector, su sensación de ser un perdedor y no poder encontrar el rumbo para cambiar ese destino: “Me siento solo, no he conseguido tener una pareja a mi lado y no sé si es porque a lo mejor soy un maniático insoportable. Además no tengo guita, no he conseguido ni un techo estable, ni siquiera un auto viejo. Encima Racing no sale campeón hace 21 años”.
La deuda externa y la inflación eran síntomas concretos del fin de la primavera radical. El 10 de mayo de ese año, recibe un ofrecimiento de trabajo de una agencia española. En medio del desconcierto de sus amigos por la noticia, reaparece Pampita y después de tantas idas y venidas de la pareja, vuelven a encontrarse y todo termina con un beso con fondo de violines al estilo Corín Tellado. Finalmente el Loco se toma el avión con Pampita con quien se va a vivir a España y los amigos se quedan charlando en el café.
Mientras tanto en la página más popular de Clarín, los personajes como Clemente, Diógenes y el Linyera se comentaban como había terminado las historias del periodista. El 12 de noviembre aparece en el lugar de la tira un cartel que dice “Si leyeron bien: Fin”. Al día siguiente, un empleado de maestranza descuelga el cartelito con el nombre de la historieta y las firmas de los autores y en la entrega siguiente, el jefe de redacción del Loco sobre un fondo inmensamente blanco de las viñetas reconoce: “se fue nomás”. El 22 de noviembre de 1987 se publicó en ese espacio de la contratapa un aviso en el que se solicita periodista para un diario. Una semana después se entrevista al último postulante: Roberto Blanco, al que le dicen El Negro. La nueva historieta tenía nuevamente los guiones de Trillo pero esta vez con dibujos de Ernesto García Seijas. Fue una continuación de ese universo costumbrista, pero con un nuevo personaje que lamentablemente para él, los lectores lo asociaban como una fiel copia de su precedente, lo que determinó el cierre de esa saga en 1993, después de unas dos mil entregas.

A casi 40 años de su aparición, El Loco Chávez sigue siendo una historieta muy recordada por su rasgo de “realismo” y de fuerte complicidad entre el personaje y los lectores. Este personaje, que marca una época, está a pocos pasos de convertirse en algunos años en un clásico de la historieta argentina. Debido a que es un texto que invita a la discusión permanente de su contenido retórico y entrega la posibilidad de analizar el pulmón social y político de un país que actualmente ya no existe.


 



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