Por Luciano Matías Pelle – Programa de Estudios Fiscales (UNM) /
En el último tiempo, la discusión sobre las reformas estructurales en la Argentina ha ganado peso en la agenda pública. Los debates sobre los profundos cambios que necesita el país para prosperar son tan variados como extensos, por no decir interminables. Hoy lo que está en boca de todos es la reforma laboral, dejando más atrás la previsional o la tributaria. En un contexto como este, siempre es importante ir abriendo las discusiones tempranamente. Así, uno puede contar con más y mejores herramientas para formar una opinión y discutir cuando el debate haya llegado al centro de la escena. Para esta nota, creemos que sería bueno ir adelantando algunas consideraciones para pensar la próxima reforma tributaria a la luz de los planteos oficialistas actuales.
Antes que nada, es importante decir que, más de allá de su función recaudatoria, siempre es importante recordar que la política tributaria es una poderosa herramienta para redistribuir el ingreso, desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 por la Asamblea Nacional durante la Revolución Francesa; considerado un documento clave inspirador de la Constitución y la declaración de la independencia de los Estados Unidos y más recientemente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, fundante de las Naciones Unidas en 1948. Esta función igualadora, sin embargo, ha sido puesta en seria discusión desde el inicio de la gestión del gobierno nacional. Ahora bien, ¿el sistema tributario argentino efectivamente cumple con esa función igualadora proclamada universalmente?
Para poder echar luz sobre esta cuestión, analizar la estructura tributaria de las diferentes regiones y países, así como también, de los distintos niveles de gobierno puede darnos una buena pista acerca del cariz de los diversos sistemas impositivos. Por ejemplo, una estructura tributaria progresiva, es decir, una donde los gravámenes se eleven a la par que la capacidad económica del contribuyente, es plausible caracterizarla por su contribución con el fin de lograr una sociedad más igualitaria, tal como pregonan estas declaraciones.
En principio, una buena aproximación a las características de los sistemas tributarios actuales, la podemos obtener observando el Gráfico 1. En esta visualización, de izquierda a derecha, nos encontramos con la estructura tributaria promedio de los países desarrollados (OCDE), de la Latinoamérica y el Caribe, y de la Argentina.
Gráfico 1 /
Estructura tributaria promedio de Latinoamérica y el Caribe, OCDE y Argentina. Año 2022.

Si atendemos a las llaves que agrupan los tipos de impuestos reflejados en las barras, podemos ver la ponderación de los impuestos de carácter progresivo o igualadores, con respecto a los impuestos regresivos que no favorecen la redistribución del ingreso. Los gravámenes sobre la renta de las personas físicas, las utilidades de las sociedades y las ganancias del capital se incluyen en esta primera categoría y observando su ponderación, se puede ver como esta clase impuestos pierde peso en Latinoamérica, y más aún en Argentina donde se reducen al 19,4% de los ingresos tributarios.
Por su parte, los tributos de tipo regresivo, es decir, aquellos que no discriminan por nivel de ingreso y por tanto no tienen efectos redistributivos, son aquellos sobre los bienes y servicios y al valor agregado (IVA) esencialmente. Este tipo de gravámenes, al contrario de los progresivos, son excesivamente altos en América Latina y, sobre todo, nuevamente en Argentina, donde ocupan el 52,6%.
Estas particularidades de la fisonomía de los sistemas tributarios, sin dudas, tiene efectos no desdeñables en la distribución del ingreso, por lo que la anhelada reforma tributaria del oficialismo no es más que profundizar la desviación de nuestro sistema tributario de aquellos principios que sostienen la sociedad actual.
Si miramos el Coeficiente de Gini, uno de los indicadores más utilizados para relevar el grado de desigualdad económica, podemos relacionar las implicancias de la regresividad impositiva recién vista según el reparto del ingreso. Cuando este coeficiente es cero, estamos en presencia de una igualdad económica perfecta (el ingreso se reparte de igual manera entre todos los habitantes), cuando es uno, en cambio, hay desigualdad total (un habitante posee todos los ingresos). Para el caso argentino, aunque lo mismo vale para el resto de la región, la existencia de un sistema impositivo regresivo implica que la economía tiende a concentrar el ingreso en los sectores más pudientes. En el Cuadro 1 podemos ver reflejada esta tendencia: la recaudación de impuestos empeora el Coeficiente de Gini. En este sentido, vale afirmar que la persistencia de Latinoamérica como la región más desigual del planeta1 tiene un fuerte vínculo con su estructura tributaria regresiva. Como corolario de este fenómeno, podemos decir que, de no mediar una política de gasto que más que compense esta inclinación negativa del sistema impositivo, es casi imposible que se reduzca el coeficiente de Gini en el sentido deseado de aquellas declaraciones.
Cuadro 1
Efectos distributivos de la política fiscal en América Latina (Gini antes y después de impuestos)
1 CEPAL (2016). América Latina y el Caribe es la región más desigual del mundo: ¿Cómo solucionarlo? https://www.cepal.org/es/articulos/2016-america-latina-caribe-es-la-region-mas-desigual-mundo-como-solucionarlo

En la actualidad, la política fiscal del gobierno lejos está de buscar revertir la tendencia regresiva del sistema tributario, algo que ya se extiende visiblemente por el lado del gasto, con recortes en educación o atención de la discapacidad. De hecho, ha hecho todo lo posible para profundizarla: primero, con la reducción de las cargas impositivas a los mayores ingresos, y luego, sobre todo, con los leoninos recortes en el gasto público, especialmente en el gasto social. Por si esto no fuese suficiente, para terminar de consolidar la regresividad tributaria, todo parece indicar que la nueva reforma impositiva que el gobierno pretende tratar en el congreso va a continuar la misma tendencia, al bajar la carga de ganancias a empresas.

En suma, si bien la política de gasto puede impulsar una redistribución más equitativa del ingreso, es necesario superar las tendencias estructurales regresivas del sistema impositivo para que los efectos de la política fiscal no se vean reducidos. Asimismo, dado que la política impositiva es más rígida que la del gasto, las propensión regresiva del sistema tributario acaba asentándose y generando efectos duraderos y difíciles de modificar para los futuros ejercicios y gobiernos; tal como evidencia el caso argentino desde fines del siglo pasado. A fin de cuentas, es sólo a partir del abandono de los recortes draconianos en el gasto y de la consolidación de una estructura tributaria progresiva que es posible alcanzar una política fiscal con efectos persistentes e igualadores en la distribución, si deseamos aproximarnos o conducirnos conforme los principios que sientan las bases de las naciones mas desarrolladas.
CEPAL (2016). América Latina y el Caribe es la región más desigual del mundo: ¿Cómo solucionarlo? https://www.cepal.org/es/articulos/2016-america-latina-caribe-es-la-region-mas-desigual-mundo-como-solucionarlo




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