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El presidente Alberto Fernández participó de la apertura oficial de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios con un breve discurso en el que reafirmó la posición de la Argentina como país exportador de commodities al considerar “fundamental” que las reglas del sistema alimentario está basadas en las reglas del comercio internacional “con la OMC en su centro” y reivindicó el modelo de producción de monocultivos atados a los paquetes químicos y transgénicos al indicar que “desde hace décadas desarrolla e incorpora tecnologías que permiten mejorar la eficiencia de los sistemas alimentarios”.

En la previa del discurso de Fernández, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, confirmó la denunciada cooptación de las corporaciones agroalimentarias al anunciar que el seguimiento de los objetivos de la Cumbre se realizará a través de un “centro de coordinación” con sede en Roma que —como advirtieron cientos de organizaciones de la sociedad civil— rompe con la estructura del Comité de Seguridad Alimentaria (CSA), donde tienen representación los movimientos campesinos, pueblos indígenas y ONG, que proponen soluciones basadas en derechos humanos y una transición hacia la agroecología.

El Presidente señaló los “índices de hambre y de malnutrición alarmantes” que atraviesa el mundo —según el último informe de la FAO, 811 millones de personas no accedieron a alimentación suficiente— y sostuvo que “exige redoblar esfuerzos para producir más alimentos, de la manera más sostenible posible”.

Con ese objetivo, Fernández defendió el actual modelo de producción al sostener “desde hace décadas (Argentina) desarrolla e incorpora tecnologías que permiten mejorar la eficiencia de los sistemas alimentarios, respetando los tres pilares del desarrollo sostenible, el social, el económico y el ambiental”. Sin hacer mención a los impactos negativos del agronegocio como los generados en la salud, los alimentos, el acceso a dietas saludables, el medio ambiente y la destrucción de la biodiversidad. “El mundo puede seguir contando con la Argentina para continuar contribuyendo con alimentos sanos, inocuos y nutritivos, producidos de forma sostenible”, aseguró en el cierre de su discurso.

El jefe de Estado centró las soluciones para la “seguridad alimentaria” en el código de comercio exterior al pedir  “eliminar a la mayor brevedad las políticas agrícolas distorsivas y proteccionistas que han perjudicado tradicionalmente a productores agrícolas eficientes, especialmente en los países en desarrollo” y pidió que el comercio internacional esté “basado en reglas, con la OMC en su centro”.

El sector agrícola es parte fundamental de la solución para alcanzar la seguridad alimentaria mundial de una manera sostenible”, sostuvo Fernández y detalló que “en la Argentina se encuentra conformado por una diversidad de actores, como los pequeños productores, las cooperativas y la agricultura familiar”. A pesar de ese reconocimiento, como pudo comprobar Agencia Tierra al acceder a las conclusiones de los Diálogos Nacionales sobre la Cumbre de los Sistema Alimentarios, el Gobierno no tuvo en cuenta las voces de los movimientos campesinos e indígenas para avanzar en la supuesta transformación de los sistemas alimentarios. Ni tampoco de las organizaciones que impulsan una transición a la agroecología, en lugar de una profundización del modelo actual a través de más biotecnología e incorporación de tecnología denominada “agtech”La negativa a escuchar estas voces no fue solo un problema de la Argentina sino una denuncia a nivel global hecha por cientos de organizaciones.

Una Cumbre sin los productores del 70% de los alimentos a nivel local

En paralelo a la Cumbre, estos sectores de la sociedad civil a nivel global se unieron en la Respuesta Autónoma de los Pueblos para denunciar la cooptación de la cumbre por parte de las corporaciones —Fundación Bill Gates, Bayer-Monsanto, Foro Económico Mundial, Federación Internacional de Fertilizantes y Nestlé, entre otras—. “La solución ya existe y está en nuestros platos. Actualmente, el 70 por ciento del mundo obtiene alimentos de la red alimentaria campesina, que trabaja con solo el 25 por ciento de los recursos”, denunciaron.

Fernández felicitó al secretario general de la ONU por la iniciativa de la Cumbre y aseguró que la Argentina continuará contribuyendo “a poner fin a la pobreza, a erradicar el hambre y a lograr la distribución progresiva del ingreso; al uso eficiente y sostenible de los recursos naturales y al desarrollo nacional, sin dejar a nadie atrás”.

Las expectativas sobre los objetivos de la Cumbre, sustanciados en los Objetivos de Desarrollo 2030 como el “hambre cero” mencionada por Fernández en su discurso, no son tan positivas por parte incluso de los relatores de derechos humanos de la propia ONU. En una entrevista a esta Agencia, el Relator sobre el Derecho a la Alimentación de la ONU, Michael Fakhri, advirtió que “el resultado de la Cumbre no va a servir a las personas en los territorios, en el campo, en las fábricas y las ciudades. Las personas que más lo necesitan no se van a beneficiar”.

Los dichos de Fakhri se respaldan en la ausencia durante la Cumbre las muchas organizaciones campesinas y de la sociedad civil que durante la pandemia de Covid-19 crearon mecanismos solidarios para abastecer de alimentos saludables a la población, a pesar de las dificultades en el acceso a políticas públicas.

Una amenaza al sistema multilateral a favor de las corporaciones

En su intervención en la apertura oficial de la Cumbre, el secretario de la ONU, Antonio Guterres, habló de “inyectar nuevo vida al multilateralismo” y convocó a los Estados a “liderar el camino para que los sistemas alimentarios sean el motor de la recuperación global para la gente, para el planeta y para la prosperidad”.

Más allá de las palabras protocolares, el anuncio formal de Guterres fue el formato que se dará el sistema de Naciones Unidas para darle continuidad a tales objetivos, basados en los Objetivos de Desarrollo 2030, que en cuanto al hambre ya se anticipó no se cumplirán porque millones de personas continuarán sin acceso a alimentos en los próximos años.

El diseño propuesto por Guterres para seguir los objetivos de la Cumbre comenzará a nivel nacional con coordinadores residentes y equipos locales de las Naciones Unidas que “ayudarán a los países a efectuar cambios en todos sus sistemas alimentarios”. En ese sentido, el Secretario General de la ONU valoró en su discurso que “a través de diálogos nacionales, los gobiernos reunieron a empresas, comunidades y la sociedad civil para trazar caminos para el futuro de los sistemas alimentarios”. En Argentina eso no ocurrió y el diálogo concentró la voz del agronegocio, al igual que en el resto de los países.

Esos diálogos serán la base para trazar ejes que se debatirán en un “centro de coordinación” de los organismos de Naciones Unidas con sede en Roma —la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)— para establecer políticas de conjunto con todo el sistema de Naciones Unidas.

“El centro de coordinación se beneficiará del asesoramiento estructurado de representantes de sectores y temas prioritarios, en particular los jóvenes, los pueblos indígenas y las mujeres”, aseguró Guterres, quien deberá presentar un informe anual al Foro Político de Alto Nivel para monitorear el progreso de la Agenda 2030 de la ONU. Sin embargo, el nuevo organismo se apoya en los cooptados diálogos nacionales y desconoce el rol otorgado al Comité de Seguridad Alimentaria (CSA) hace solo una década.

Este era el máximo temor expresado por las organizaciones que integran el colectivo de Respuesta Autónoma de los Pueblos, como La Vía Campesina. Muchas de ellas conforman también el Mecanismo de la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas (MSC), espacio de participación que es parte de la estructura CSA, tras la reforma de 2010, acordada por los Estados miembro de la ONU para cumplir con el derecho a la alimentación y poner al centro las voces de las poblaciones más afectadas por la malnutrición y el hambre.

“Las grandes corporaciones multinacionales se están infiltrando cada vez más en los espacios multilaterales”

En la declaración política lanzada el pasado lunes, la coalición de organizaciones campesinas exigió que “se reconozcan y refuercen la visión y los procesos inclusivos del CSA”. “Recordamos a las y los líderes de las Naciones Unidas que esta Cumbre no tiene mandato ni legitimidad más allá del 23 de septiembre e instamos a nuestros gobiernos a que defiendan el multilateralismo y la elaboración de políticas participativa y basada en los derechos, tal y como han establecido los Estados miembros del CSA en relación con las normas de participación de las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales”.

La punta de lanza para esta nueva estructura de organización global fue la creada para la Cumbre que se realizó por fuera de la CSA e incorporó como actor fundamental el sistema denominado de “múltiples partes”, donde ejercieron influencia de las grandes multinacionales interesadas en mantener el control sobre los sistemas alimentarios. En el informe “Exponiendo la captura corporativa a través del sistema multipartes”, publicado horas antes de la cumbre, se describen los grupos de poder corporativos que influenciaron las decisiones de la cumbre.

Entre ellos, se destaca el Consejo Mundial de Negocios para el Desarrollo Sostenible (Wbcsd, por sus siglas en inglés), integrado en un 13 por ciento por las compañías químicas del agronegocio –BASF, Bayer, Corteva, Syngenta, Dow, entre otras– y otras compañías del sector agroalimentario como Danone, Kellogs, Pepsico, Walmart y Unilever.

El caso más claro de interferencia de intereses fue el de la propia enviada especial de la Cumbre nombrada por el Secretario General de la ONU. La enviada especial encargada de liderar todo el proceso de la cumbre fue Agnes Kalibata, presidenta de Alianza para la Revolución Verde en África, institución creada por la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller.

De acuerdo al anuncio de Guterres, el seguimiento de los objetivo se realizará de acuerdo a cinco líneas de acción propuestas por el «Grupo Científico independiente», creado también con exclusividad para la Cumbre. Esa decisión desconoció también que la CSA cuenta con el Grupo de Alto Nivel de Expertos en Seguridad Alimentaria y Nutrición (Ganesan). «El llamado Grupo Científico de la Cumbre empobrece la base científica para la elaboración de políticas responsable: promueve relatos limitados y respaldados por las corporaciones y excluye diversas formas de conocimiento y ámbitos de conocimientos especializados como la agroecología, el conocimiento indígena y los derechos humanos», denunció la coalición de organizaciones campesinas y de la sociedad civil.

Los ejes propuestas por el grupo científico de la Cumbre serán: nutrir a todas las personas, impulsar las soluciones basadas en la naturaleza, promover medios de vida equitativos, trabajo decente y comunidades empoderadas; fomentar la resiliencia ante las vulnerabilidades, los choques y las tensiones; y medios de implementación de apoyo.

“Las grandes corporaciones multinacionales se están infiltrando cada vez más en los espacios multilaterales de las Naciones Unidas para cooptar el relato de la sostenibilidad y desviarlo hacia los canales de una mayor industrialización con tecnologías digitales y biológicas, la extracción de riqueza y mano de obra de las comunidades rurales y la concentración de poder corporativo en la gobernanza nacional-global”, denunció la Respuesta Autónoma de los Pueblos en la declaración firmada por más de 600 organizaciones y referentes.

“La agenda centrada en el capital y la tecnología que propone la Cumbre refleja estos intereses corporativos y es política, social, económica y ecológicamente desestabilizadora”, sentencia la declaración y denuncia: “La necesidad urgente de abordar los grandes desequilibrios de poder que las corporaciones tienen sobre los sistemas alimentarios y sobre esta Cumbre de Naciones Unidas, y rechazamos las falsas soluciones que seguirán oprimiendo y explotando a las personas, las comunidades y los territorios”.

* Este artículo forma parte de la serie «Recuperando la narrativa de los sistemas alimentarios», que cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.