Espacio Publicitario

publicidad
publicidad
publicidad

Izquierda Diario.- Cristina y La Cámpora abrieron la temporada 2023 con dos actos el fin de semana. Discurso y realidad de su política electoral y su apoyo a Massa. Los datos de inflación y un incierto panorama mundial agudizan la crisis: la izquierda tenía razón cuando denunció que acordar con el FMI conducía a un escenario cada vez peor.

Cuando subió al escenario el calor era insoportable. La sensación térmica rozaba los cuarenta grados y era el anochecer del sábado que quedaría en la historia como el día más caluroso de los últimos 117 años en la Ciudad de Buenos Aires. El público estaba agobiado después de una actividad de largas horas. El viento tampoco ayudaba: a poco de comenzar, una ráfaga le voló del atril los papeles que llevaba como ayudamemoria para sus palabras. Poco después, las cámaras de televisión mostraban a un importante dirigente que parecía distraído e incluso aplaudía sonriente los pasajes en los que el criticado era él mismo.

Aun en esas condiciones, Máximo Kirchner intentó un discurso que, a pesar de todo, tendría en aquellas circunstancias poco amigables el menor de sus problemas. El desafío era mayor: ofrecer a la militancia de su espacio y a su base electoral, que están en crisis con el rumbo de este Gobierno, una hoja de ruta para el 2023 y un motivo para seguir adelante. La inflación, los cortes de luz y las tijeras de Massa serían un obstáculo aún mayor que las altas temperaturas. Debía dialogar con la crisis y el desánimo que recorre en parte a sus propias filas.

Para la ocasión, se había elegido una fecha especial: ese día se cumplían 50 años del triunfo electoral de Héctor Cámpora el 11 de marzo de 1973. La consigna Luche y vuelve de aquellos años había sido traída hasta la UTN de Avellaneda del presente por los dirigentes del evento, evocando una comparación entre aquella proscripción a Juan Domingo Perón que en ese entonces comenzaba a cerrarse y la situación actual de la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Si la historia no se repitiera como farsa, habría que prestarle más atención y tomarse más en serio aquella comparación. Algunas preguntas inquietantes surgirían para los impulsores de la versión 2023 del Luche y vuelve. Cinco décadas atrás, la realidad es que la historia defraudó a millones que lucharon por la vuelta de un Perón pero se encontraron con otro distinto al imaginado, que al volver al poder arbitró a favor de la derecha de su movimiento en las disputas internas, con un saldo trágico de sobra conocido. Las comparaciones históricas sin balances claros nunca son buenas.

La analogía, sin embargo, no la compartimos desde esta columna, sino que corre por parte de los organizadores del evento. Aún así, puede ser útil como disparadora de una pregunta fundamental respecto de a qué rumbo se quiere conducir actualmente a un espacio político bajo la cobertura de un discurso crítico.

El interrogante no es caprichoso. En primer lugar, porque la parte del vuelve no estaría claro que sea un objetivo real. Por un lado, la propia Cristina Kirchner ratificó el pasado viernes que se considera proscripta y de momento no dio señales de cambiar su decisión de no ser candidata (aunque sigue abierta la especulación de si podría postularse a senadora por la provincia de Buenos Aires para fortalecer el último reducto). Si hubiera que sumarse al deporte de la especulación tan de moda por estos días, habría que resaltar los gestos amables que tuvo su discurso hacia «Sergio» y hacia «Wado». Por otro lado, un aspecto central de las palabras de su hijo en Avellaneda al día siguiente, al que quizás no se le dio suficiente importancia en la mayor parte de las crónicas periodísticas, fue aquel que subrayó que «hay un desafío enorme por delante que es construir las condiciones para que quien diseñó la estrategia electoral en 2019, vuelva a diseñarla». Léase: fortalecer a la facción kirchnerista del peronismo para que la actual vicepresidenta pueda volver a tener un rol decisivo a la hora de armar las listas del 2023, tal como hizo cuatro años atrás cuando su predominancia política relativa le permitió elegir a Alberto Fernández o, yendo más atrás en el tiempo, cuando apostó por Daniel Scioli en 2015.

Ese intento de fortalecimiento implica, necesariamente, diferenciación. Buscar preservar un capital político propio por la vía de radicalizar los aspectos críticos del discurso y deslindar responsabilidades sobre la situación actual. Dicho de otro modo, si el kirchnerismo asumiera las plenas responsabilidades por el rumbo del actual Gobierno, se liquidaría como corriente política que aún vive de un relato de años pasados. Es por eso que en los últimos días se vio un enfoque discursivo más crítico de La Cámpora, tanto mediante un comunicado de la agrupación que denunció que “la economía del país la decide el FMI” en contra de la democracia y de lo que vota la gente, como hablando en el acto de Avellaneda de que hubiese sido necesario tener “mayor decisión y coraje” en el Frente de Todos para negociar con el Fondo el año pasado; denunciando el peligro del saqueo extractivista y pidiendo una mejor redistribución del ingreso. Como se dijo alguna vez sobre Scioli, le robaron el powerpoint a Del Caño.

Esa operación política, sin embargo, encuentra mayores dificultades que cuando era Martín Guzmán quien ejercía la gestión económica. En ese tiempo, no tan lejano, Cristina Kirchner y su hijo buscaban aparecer como semiopositores por medio de críticas públicas al rumbo del Gobierno, pero hoy la situación es muy distinta: quien ejecuta de forma incruenta los planes del FMI es Sergio Massa, con pleno apoyo del kirchnerismo. Por si quedaran dudas al respecto, un ejército de justificadores seriales salieron a decirlo en estos dias. El intendente Jorge Ferraresi de Avellaneda, capital nacional del kirchnerismo, dijo que «Sergio Massa asumió un día antes de que nos vayamos en helicóptero» y «vino a poner orden». Andrés «El Cuervo» Larroque afirmó por su parte que «Sergio está trabajando ahí para maniobrar y tener ciertos márgenes que permitan sostener esta situación de estabilidad y en un futuro tomar medidas redistributivas». A su vez, Mayra Mendoza dijo que «el ministro de Economía está haciendo lo que puede», y apuntó que el responsable de las dificultades económicas es Martín Guzmán.

Esta semana, sin embargo, los datos de la realidad no hicieron más que agravar las preocupaciones respecto del rumbo de la economía y la supuesta estabilidad por la cual estaría trabajando «Sergio». El actual ministro de Economía se preparaba para presentar como una buena noticia el acuerdo al cual había llegado con el FMI para la readecuación de las metas del plan -aunque con exigencias de más ajuste fiscal incluídas-, pero la realidad no se lo permitió: la fuerte preocupación mundial tras el colapso del Silicon Valley Bank que tiene un destino incierto (en Argentina de momento suben el riesgo país y algunos dólares paralelos, mientras que caen bonos y acciones); el durísimo dato de inflación de febrero que arrojó un 6,6 % e implicó el traspaso psicológico de la barrera del 100 % anual; la crisis de reservas del Banco Central que se agrava e implica presiones devaluatorias, en un marco además de fuerte caída de exportaciones por la sequía; y los cortes de luz que afectaron a cientos de miles de personas en plena ola de calor, hacían que no hubiera agua en la pileta para un discurso optimista. Para cualquier observador atento de la realidad política nacional, es obvio que «Sergio» bajó un poco su histórico perfil altanero. Su eventual candidatura presidencial está llena de obstáculos en el camino.

Respecto a lo que viene, el consultor Emanuel Álvarez Agis -ex viceministro de Axel Kicillof- analizó por estos días que el nuevo entendimiento al que llegó Massa con el FMI implica “agravar la recesión por la vía del ajuste fiscal y, en la misma operación, acelerar la inflación por la vía del aumento de tarifas. Un fósforo para enfrentar una sequía”. La mirada es relevante, viniendo de parte de alguien que en 2022 abogó por cerrar el acuerdo con el Fondo.

De cara a ese duro destino fondomonetarista, el kirchnerismo propone bancar hoy a Massa, empoderar a Cristina para que use la lapicera para el armado de listas a pesar del último fracaso cuando designó a Alberto Fernández, y asumir la perspectiva a futuro de la vicepresidenta, quien desde Viedma indicó un rumbo: ir hacia un acuerdo con la oposición de derecha para renegociar el inviable acuerdo con el FMI, para que se pueda pagar y a la vez crecer, apostando en el camino a profundizar el rumbo extractivista de la economía.

El primer efecto de esta orientación es cubrir «por izquierda» un llamado a la pasividad ante lo que se vive hoy y que, dada la profundidad de la crisis, no se descarta que pueda agravarse antes del cambio de Gobierno. Las cúpulas sindicales del Frente de Todos están a la cabeza de avalar el plan de ajuste que ejecuta Massa. A pesar de la crisis que se vive, ya hay que empezar a buscar en los archivos cuándo fue la última vez que hubo un paro general. Desde la izquierda se insiste en la necesidad de rebelarse en todos los lugares de trabajo contra esta dirigencia sindical cómplice de lo que está sucediendo.

Hacia el mediano plazo, además – de no estallar antes-, se trata de una propuesta que implica el sendero hacia un nuevo fracaso. Cada día se confirma, en realidad, que la izquierda tenía razón: acordar con el FMI implicó más inflación, freno al crecimiento, saqueo del país y una condena al atraso, la dependencia y el empobrecimiento. Es una ilusión y un discurso demagógico pensar que eso se puede renegociar de forma favorable: por algo es un pacto de coloniaje, como siempre lo ha sido. Más aún: renegociar es reconocer como legítima una deuda, cuando en este caso estamos hablando de la estafa ilegal que dejó Mauricio Macri y no tienen por qué pagar las grandes mayorías. Hoy los índices inflacionarios y el contexto de crisis de la economía mundial no hacen más que reforzar la necesidad de ruptura con el FMI y de cuestionar no solamente la deuda, sino también el dominio del capital sobre los principales resortes estratégicos de la economía, con sus consecuencias a la vista como la fuga de capitales, la concentración oligopólica en distintas ramas o el desastre a la vista de las empresas privatizadas.

En otro plano, convalidar este rumbo no hace más que abrirle paso a la derecha a la cual discursivamente se dice combatir y, por la vía del desencanto, volver a darle chances electorales. El fracaso de un Gobierno no hace más que hacer perdurar los proyectos de espacios políticos que ya fracasaron anteriormente, y en ese derrotero se inscribe la crisis del régimen político que variantes como Javier Milei se proponen disputar por derecha, mientras que desde la izquierda se propone un rumbo de lucha de clases y un programa anticapitalista para dar respuesta a las necesidades de las grandes mayorías y dar vuelta la historia de un eterno camino de crisis y decadencia capitalista.