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HOGAR DE CRISTO – MORENO SUR –

Los murallones y paredes tienen un mensaje: Los Hogares de Cristo. Ni un pibe menos por la droga. Si bien la campaña lleva caracterización y consigna, ese compromiso es de todos los días, minuto a minuto, invisible o invisibilizado. Tal vez sea el nutriente de la naturalización que los Estados tutelan aún cuando surjan programas o acciones que merecen cortes de cintas, aplausos y reconocimientos. Es jornada a jornada porque el sistema maneja y conduce el tiempo. Loreana Scorticati trabaja en sostener, contener y construir desde el trabajo pastoral en todo Moreno Sur, al lado del Padre Leonardo Silio: «Hay algo que es sumamente importante para decir y cuestionar, que el consumo siempre está ligado a la criminalización, quien consume parece ser un delincuente. Atrás de quien consume hay una historia de vida, hay dolores, hay padecimientos y sobre todo, casi siempre hay mucha exclusión. Y de esa exclusión somos responsables todos, somos responsables las iglesias, las capillas, la escuela, el municipio, la sala, el Estado en sus tres representaciones, el vecino y la vecina por mirar a otro lado. Un joven que viene, que no tiene documento a hacer un test de VIH, y un montón de secuencias que podemos ver cotidianamente donde un montón de pibes y pibas quedan excluidos en un sistema, sostenidamente. Porque es más fácil mirar para otro lado que hacerse cargo. Y la verdad que el consumo problemático, que es como nosotros llamamos al problema, es una problemática que atraviesa a un montón de personas que no es solo una clase social, pero que se instala mucho que es determinada clase social que es quien consume mucho.

Pega más en los sectores excluidos.

Pega mucho más porque es una salida rápida, que está ahí instalada en el barrio, porque no nos estamos haciendo cargo. Y cuando hablo de esto, hablo que el problema es un problema social y por ende también la resolución y la posibilidad de acompañar ese problema también tiene que ser una responsabilidad compartida de todos los agentes que estamos. Hay momentos en el año que se visibiliza lamentablemente, mucho tienen que ver los medios en esto, en donde ponemos la mirada, y sobre qué. Atrás hay vidas, que han sufrido, vidas de mucha exclusión, con mucho dolor que hay que acompañarlas para poder transformar esa realidad y para que deje de ser un negocio de algunos sectores.

Son los nadies. Nadies que se mueren todos los días

Nadies que se mueren, nadies que están empezando a probar, que son los pibes más jovencitos y a las pibas que en eso encuentran un escape. También hay que prestar atención al primer paso, al primer momento donde inician, donde parecería ser un juego que se te va a ir de las manos en algún momento.

¿Qué abordaje le pueden dar desde la Iglesia? ¿Qué están haciendo todo el año?

Todo el año sostenidamente nuestra mirada es comunitaria, por esto mismo, porque es un problema social y lo tenemos que resolver como comunidad. Tenemos un montón de dispositivos y centros barriales en cada barrio, para que el pibe pueda buscar ayuda ahí, donde está al lado, el vecino pueda pedir ayuda para el pibe de enfrente, la mamá pueda encontrar a alguien que la escuche y pueda acompañar. No tenemos soluciones mágicas, pero que el pibe tenga actividad, que pueda tener su DNI, un control médico, que pueda encontrar un espacio de apoyo escolar, un lugar de escucha, una escuela abierta, una capilla abierta, actividades en el barrio, deporte, cultura y un plato de comida, es sumamente importante.

¿Cómo articulan en las escuelas?

Con las escuelas con los equipos de orientación escolar.

¿Pueden abordar el consumo problemático en las escuelas?

Y a veces nos vemos desbordados. Yo soy trabajadora social, soy docente. Y estoy de los dos lados, nos vemos desbordados porque la situación desborda muchas veces porque no hay tiempo, no hay recursos. Y lo que queda es el compromiso. Tenemos un compromiso social grande. Así que trabajamos articuladamente con muchas escuelas, trabajamos con las unidades sanitarias muchísimo, en una articulación que está buenísima porque nos permite llegar a ese niño o ese adulto que va al centro de salud, que tiene su pibe en el jardincito del barrio, que viene a la olla a buscar un plato de comida, que viene a bautizar a su niño. Toda esa gente pasa por las mismas instituciones que están en el barrio. Si no tejemos una red que acompañe y que contenga es muy difícil, en soledad no lo vamos a poder hacer.

Señalás tejer una red y la droga destruye redes.

Totalmente, te aísla y te lo pueden contar los chicos.

¿Cómo llegó tan rápido la droga al barrio para que hoy un pibe de 13 años pueda en la esquina encontrarla? Eso te excede a vos. Claro que hay una responsabilidad política, no llega solo, por arte de magia, es un negocio millonario, sin control. Ustedes están batallando contra un Estado que permite esto.

No sé si permite, o no tiene los recursos. Nosotros trabajamos mucho de la mano del SEDRONAR, como Hogares de Cristo, pero nuestra mirada siempre también es desde la fe porque insistimos mucho que la fe acompaña y sostiene un montón de procesos. Desde ahí vamos nuestro abordaje, si bien es comunitario también es desde un lugar de fe, que sostiene a esas familias que se encuentran rotas, desamparadas, en muchos casos, y ahí donde hay dolor, hay exclusión, también el diablo tienta, y que además es real, es un negocio para mucha gente. Y que es un problema que no es solo la droga, es un problema de exclusión mayor que implica a mucha gente involucrada. Si bien en los barrios se está trabajando sumamente articulado y con un compromiso grande, siempre hay alguien por donde se nos escapa también esta posibilidad, que está dando lugar por acción o por omisión.