Espacio Publicitario

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Entraste en mi vida de un modo tan propio a tu existencia. La puerta una radio comunitaria se abrió. Tu puño extendido y una voz recargada de «verdades históricas» lanzaron la pregunta «en este espacio radial se puede hablar sin censura».

Te conocí con esa presentación y comenzamos un vínculo que tuvo varios capítulos, no solo periodísticos. Tuve el privilegio de indagar para comprender tu historia, detectar los enormes aciertos y re descubrir los grandes errores; saber desde las entrañas lo fue el peronismo revolucionario y las razones que desplazan la historia de los ’50 y ’60 para entronizar los ’70, como si antes de esa década no hubiesen corrido ideas, conceptos, proyectos, programas, locuras, utopías, sueños y entregas absolutas, sin espacio para el marketing dantesco.

Entraste en mi vida para quedarte para siempre. Hablamos de la periferia, de los conurbanos como grandes laboratorios, siendo Moreno un ejemplo doloroso; discutimos acerca de cómo o desde dónde arrancar cuando la perversión dirigencial aceita el engranaje global de despojo, mientras celebra las migajas consolidadas. Con respeto confrontamos las visiones ideológicas y, en el ejercicio extraordinario de pensarnos, visualizamos que en lo principal respirábamos el mismo aire, las mismas rabias y hasta viajamos imaginariamente por los mismos caracoles.

Escuché tu desesperación pero jamás tu renunciamiento de invitar a recuperar identidad, tierra, sabiduría, revoluciones, deseos, preservación. Charlamos sobre la soja transgénica y los pueblos fumigados que siguen fumigados; el modelo de extracción y destrucción masiva; el liberador sometimiento de movimientos campesinos cooptados que se presentan como estandartes de independencia. Leí ese análisis de la agonía del peronismo sosteniendo, vos, los valores y principios más nobles del peronismo que no muere.

Tengo presente un momento único. Algunos pibes de la liberación, de la Juventud Peronista, que ganaron las calles envueltos en una marea oceánica cuando derrocaron a Perón, recordaban y recorrían la historia. Fui testigo de una enseñanza única e irrepetible. Allí, en tu casa, esos hermosos «viejos sabios» que eran los «pibes que daban la vida», hablaban de «renovar o actualizar la batalla revolucionaria, autónoma, independiente, liberadora».

Finales de 2022 me llamaste para «preguntar y sugerirme» acerca de una entrevista con la familia campesina de Santiago del Estero. No olvidar nunca el entorno, la firmeza en la palabra para salir de la premisa individual, heroica, inconsistente en el tiempo, funcional al modelo probabilístico. Abrazar la causa, desarmar con amor las épicas acartonadas.

El detalle es la esencia. La riqueza infinita de quien siente todo, desde lo particular a lo social; de lo social a lo político.

Fuiste el hombre que, en lo personal, jamás escuché vanagloriarse de ser un sobreviviente a las dictaduras y torturas, al exilio y condena. Por respeto y admiración jamás te idolatré, simplemente bebí, en el tiempo posible, los saberes del HOMBRE imprescindible, el revolucionario que hasta el último minuto de su vida luchó y resistió, con los pies en la tierra, trabajándola, sembrando conocimiento, cosechando puños que florecen.

Te fuiste ayer de este mundo. Permanecerás en la historia porque las luchas seguirán VIVAS.

Hasta siempre Jorge Eduardo Rulli... maestro y amigo.