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Por Lucho Aguilar.- El cierre de listas volvió a dejar heridos en sectores de la CGT. Pocos lugares en el Congreso, algunos en las legislaturas. ¿Qué quedó del 33% en las listas que habían pactado con Perón? ¿Se viene una grieta con el Gobierno? El «otro» sindicalismo en las listas.

1. Lo que quedó de la rosca

En este momento hay 13 diputados y diputados de “extracción sindical” en el Congreso. Seis tienen la continuidad asegurada hasta 2023: Facundo Moyano (Peajes), Claudia Ormaechea y Carlos Cisneros (ambos de La Bancaria), María Rosa Martínez (Corriente Federal), Carlos Ybrhain Ponce (Plásticos de San Luis) y Estela Hernández (Comercio de Chubut).

Hay quienes en cambio se les vence el mandato en diciembre próximo. Estamos hablando de Vanesa Silley (Judiciales), Hugo Yasky (CTERA), Walter Correa (Curtidores), Carlos Ortega (Secasfpi, un gremio de AFIP), Pablo Carro (CTA Córdoba), Patricia Mounier (SADOP) y Pablo Ansaloni (UATRE).

El cierre de listas el fin de semana “rescató” a tres de ellos. Silley y Correa, que pertenecen a la Corriente Federal, y Hugo Yasky de la CTA. Pero además puso en un lugar destacado al bancario Sergio Palazzo, máximo referente de la Corriente Federal.

Los pesos pesados de la CGT, en cambio, siguieron perdiendo protagonismo. Aunque se barajaban pocos nombres, Jorge Sola de Seguros y Karina Moyano por Camioneros, ni siquiera entraron en las listas. Tampoco tuvo suerte la CTA de Hugo “Cachorro” Godoy, a pesar de su salto al oficialismo.

Omar Plaini trató de quitarle dramatismo: “Vamos a estar representados en las distintas listas provinciales, nacionales y distritales”. En efecto, como “consuelo” las listas del FDT para las legislaturas tendrán algunos precandidatos y precandidatas pedidos por los gremios. Es el caso de Alejandro Amor (Sutegcba), Maia Daer (Sanidad), Naldo Brunelli (UOM), por nombrar algunos.

Para algunos analistas como Mariano Martín (Ambito Financiero), la elección “confirma la hegemonía de Cristina de Kirchner en el campo sindical”. La apreciación es discutible. Salvo por la Bancaria, los grandes gremios quedaron afuera del acuerdo y no están alineados políticamente con el kirchnerismo. Ni los “gordos” ni los “independientes”, ni el moyanismo ni los nucleamientos que surgieron en los últimos años que tienen peso en los transportes o la energía.

2. ¿Qué quedó del pacto de Perón?

El peso de la “rama sindical” en la estructura del Partido Justicialista tuvo su auge en 1975. La ‘patria sindical’ conducida por Lorenzo Miguel manejaba tres ministerios y tenía 47 legisladores. No le alcanzó para sostener al gobierno de Isabel.

En su primer gobierno el general Perón había puesto una serie de cupos, que obligaba a la bancada justicialista a contar con un 33% de hombres (y algunas mujeres) elegidas por los sindicatos. Por los que lo apoyaban, obviamente.

Desde los 70, ese número no paró de caer. Con Menem cayó a 23 bancas, aunque solo 18 dentro del bloque del PJ. Según un informe publicado por el sitio Mundo Gremial, siguió cayendo hasta los 17 cargos en 2003. En 2011 se redujeron a 11 y ahora estamos en 12. El 10% del bloque peronista, aliados incluidos.

Para algunos la pérdida de terreno fue una expresión, distorsionada, de la ofensiva neoliberal sobre el movimiento obrero. Para otros, del desprestigio social de las cúpulas sindicales, utilizado como excusa por el “ala política” del PJ.

Eso no impidió que muchos de ellos fueran parte de la “casta política”. Gerardo Martínez (Uocra), José Rodríguez (SMATA), Héctor Daer (Sanidad), Luis Barrionuevo (Gastronómicos), Carlos Gdansky y Abel Furlán (UOM), por nombrar algunos. No defendieron, desde sus bancas, los intereses de los trabajadores. Si en los ’70 votaron las leyes de Perón e Isabel para perseguir a las organizaciones obreras combativas y la izquierda, en los ’90 apoyaron las privatizaciones, la reforma laboral y la flexibilización.

Vale recordar el caso de Oscar Romero, el diputado nacional kirchnerista del SMATA que comandó la patota que insultó al diputado Nicolás del Caño (PTS-FIT), cuando en 2014 pidió apoyo a los despedidos de Lear y denunció la represión de Sergio Berni.

Pero la realidad es que las sindica-listas del PJ siguieron en decadencia. Las elecciones de este año son otra confirmación.

3. ¿Una alianza en peligro?

Hay quienes dicen que los resultados de la rosca serán un motivo de enojo o alejamiento de las cúpulas sindicales con el gobierno. No es así. No está en discusión su pertenencia a la coalición de gobierno.

Con su “pequeña” bancada no tuvieron problemas en apoyar las medidas de ajuste, ni en el Congreso ni en las empresas. En las calles ni estuvieron. Los ataques al salario, el aumento del desempleo, los avances en la precarización, el saqueo a los jubilados, no merecieron ni una queja del sindicalismo peronista. De ninguna de sus alas. Ni de la cúpula cegetista, ni de los opositores moyanistas o de “la Corriente”, tampoco de las distintas alas de la CTA.

En eso, más allá de sus internas, no hubo grieta.

En momentos en que la crisis trae cada vez más penurias a las grandes mayorías, se preparan para garantizar la paz social y contener todo lo que puedan el desencanto y la decepción que asoma en los lugares de trabajo.

Es que esa alianza tiene muchos otros motivos para sostenerse, más allá de los cargos parlamentarios. El principal interés de la burocracia sindical es administrar sus propios aparatos y sus fondos millonarios. Porque mientras la clase trabajadora se enfrenta una y otra vez a los ajustes, los privilegios y negociados de la burocracia sindical se mantienen intactos. Con gobiernos macristas o peronistas.

4. Hay otro sindicalismo para otra política

De lo que los grandes medios hablan poco es de quienes vienen a expresar realmente los intereses de la clase trabajadora. En el Congreso y en las calles.

Este fin de semana el Frente de Izquierda Unidad presentó sus listas en todo el país. A diferencia de las de los partidos tradicionales, están llenas de luchadores y luchadoras. De dirigentes clasistas de la “primera línea” de la salud, de los sindicatos docentes recuperados de la provincia y la ciudad de Buenos Aires, del sindicato ceramista neuquino, del Subte, de juntas internas opositoras en ATE, de delegados de base en decenas de gremios, como el Neumático, Gráficos, Transporte, Telefónicos, Municipales, Sanidad, Petroleros, Rurales, de la juventud trabajadora de los call centers, aplicaciones o gastronómicos, de las familias desocupadas y sin techo.

Esa militancia obrera, ese sindicalismo clasista que se organiza cada día en las calles, los lugares de trabajo, los barrios, es la única que va a levantar las demandas de las grandes mayorías. Es la que va a pelear la conciencia de los millones de desencantados con el gobierno de los Daer, los Moyano y los Yasky, para convertirse en una tercera fuerza política para que la crisis no la pague el pueblo trabajador.