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La puerta de su casa no tiene número pero por imperio de las guerras silenciosas es el ingreso al verdadero refugio.

Su arma es la palabra. No tiene miedo a caminar y llegar a las trincheras donde se cocina la muerte lenta porque entre los pibes quebrados está su hijo de 16 años.

Hace doce meses que Natalia dejó de ver la sonrisa de B. La droga es la espada que pende sobre el cuerpo de su hijo y ella sabe, cada segundo, que pende de un hilo cada vez más delgado.

Ella, mujer sola al frente de su familia, decidió luchar sin pausa. Natalia no es ninguna heroína, es una mujer del Conurbano, de Moreno, que describe el infierno… en la tierra:

Definimé tu lucha y por qué no bajás los brazos

Mi lucha es constante y diaria porque quiero volver a ver la sonrisa de mi hijo…

¿Cuándo se perdió esa risa?

Calculo que hace un año, más o menos que B. no se ríe.

Hace poco un dirigente me dijo, tal vez mi hijo si quisiera tenga que ir a buscar la droga pero en el Conurbano profundo, en los barrios, se la chocan.

Es levantarse, como mamá lo digo, y es ver como tu hijo se apaga todos los días, de a poco. Es más fácil acceder a la droga que jugar a la pelota, lo que haría un pibe de 16 años. En el barrio la droga está en todos lados, está en todas las esquinas, hay más transas que kioscos, es más fácil comprar una bolsa de droga que un alfajor o un sándwich

Estamos en este plan federal de viviendas, pensado para darle a las familias en emergencia habitacional otro horizonte. Pasaron pocos años y los pibes caminan por el barrio y se chocan con la droga, vive y convive con ellos, como una salida al infierno

Es así, lamentablemente. Si no te drogás pareciera que no pertenecés. Mi hijo era normal, iba al colegio, se sentaba en la mesa a comer con su familia, hacía chistes, pero se fue apartando de eso, del fútbol, del colegio. Pasó acá al frente a tomar una coca, a la otra cuadra a fumarse un porrito y desde hace un tiempo está metido en el crack (de cocaína).

Cómo llega eso a tanta velocidad, ¿la policía?

Bien gracias, cálculo que son cómplices. Los chicos son soldaditos. Qué vas a denunciar si ellos saben. Mi hijo pasó por todo, desde consumir hasta vender, ahora no lo hace más porque se consumió 20 lucas en drogas. Lo interné y se escapó. El Estado no te ofrece ninguna ayuda. El Estado está ausente para las mujeres que luchamos por nuestros hijos con problemas de la adicción. Todos dicen es un drogadicto de mierda o es un fisura más, dejalo. Pero todos los días me levanto con la fe y la esperanza de que lo voy a sacar adelante. El ya tuvo asistencia psicológica pero ya está negado, está en una etapa en donde no quiere recibir ningún tratamiento ni ayuda. Cuando puede estar lúcido dice que no quiere vivir más porque arrastró a toda una familia al sufrimiento, y ya tiene una hija de siete meses que no ve. El se levanta y sale, puede estar dos días sin dormir y yo preguntándome si va a volver. Mi marido se fue porque no aguantó la presión. Para mí como mamá es difícil, tuve que ir al psicólogo para entender lo que pasa a y vivir con un hijo adicto, que no quiere hacer lo que hace, que está enfermo y que necesita ayuda, pero no todos piensan lo mismo, el de afuera puede que no lo entienda y un día puede producirse una reacción.

Si la merca está en cada esquina, ¿no es este barrio el territorio para que se haga presente el Estado y ofrezca salidas, opciones?

Por la pandemia hubo dos años donde no hubo escuela, nada, entonces los pibes agarraron lo que tienen, la calle. Este barrio necesita proyectos para los jóvenes, para que ellos tengan la cabeza ocupada en algo para sacarlos de la calle porque la calle te arruina. No es solo mi hijo hay muchos como él, lo que pasa que somos pocas las que nos podemos sentar, hablar y reconocer que tenemos un hijo adicto, un hijo enfermo. Somos pocas las madres que nos ponemos la camiseta para salvarlos. Me separé porque mi marido no comprendía que hacía yo a las 5 de la mañana buscando a mi hijo. Lo quiero a mi hijo en casa y sano, por eso lo hago, quiero ver su sonrisa otra vez.

¿Qué ves a la noche cuando salís a buscarlo?

Oscuridad y personas vendiendo. Por ahí pasa un patrullero y mira para el costado. La policía sabe bien lo que pasa, este es un barrio (Lomas de Casasco) y todos nos conocemos. Por eso es difícil pelearla, ya ni hago la denuncia, ni voy a la comisaría porque ellos saben. Soy yo una mamá peleando contra un Estado, pero me gustaría salvar a todos los pibes que están en esta situación, porque en el caso de mi hijo tiene una familia que lo hace, que lo sostiene y lo acompaña. La verdad que no le tengo miedo a nadie, por eso estoy sentada acá, tal vez el único miedo es no volver a ver la sonrisa de mi hijo.