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NI UN PIBE MENOS POR LAS DROGAS –

En todos los puntos cardinales puede apreciarse LA GRAN PINTADA. Mención imprescindible para entender: la construcción de redes, el acompañamiento, la búsqueda, el todo es durante todo el año.

Dos testimonios de lucha y vida. Leonardo y Andrés, Hogar de Cristo Moreno Sur.

¿Qué es ser acompañante par?

Andrés (39 años): Es acompañar la vida de ese chico que ingresa al hogar. Hoy yo soy un acompañante par, tuve que hacer un proceso de internación para recuperarme de las adicciones. Ser un acompañante par es involucrarte en la vida de los chicos que ingresan, es poder mostrarles que hay otro camino de vida, que no es solamente el consumo. Más con la experiencia que tuve yo, que salí de esas calles en donde me ponía a consumir. Hoy lo que aprendí en el hogar es, poder sentir y abrazar la necesidad de ese pibe. La soledad, la tristeza con que entra al hogar. Enseñarle un camino que se puede, valorar a la familia, ser más compañero, ser hermano, ser hijo.

¿Vos eras parte de esa exclusión cuando caíste en el consumo?

Sí, yo estuve excluido. En mi historia de vida estuve mucho tiempo en la calle durmiendo, consumo y mucho alcohol. La verdad que la sociedad, la gente pasaba y se corrían de vereda. Se corrían por el miedo de que les pueda robar, o algo de eso. Estuve mucho tiempo excluido, hasta que llegué a un hogar a pedir ayuda. La necesitaba.

¿Tenés claro cuál es el punto de quiebre para decir ‘voy a pedir ayuda’? ¿Qué es lo que te marcó a vos?

Ya no podía más con mi vida. Ya no podía vivir de la manera que estaba viviendo mi vida, la verdad que era mucho sufrimiento todos los días, era consumir y llorar todos los días. Sentía tristeza. Crucé un día a unos chicos que estaban en una capilla y me acerqué. Les pregunté cómo hicieron ellos para estar bien y ahí me hicieron conocer el Hogar de Cristo.

¿Desde hace cuánto estás en el hogar?

Dos años y cuatro meses.

¿No consumís más?

No.

¿Cómo es la vida sin consumo?

Es muy linda, vivís la vida y la mirás de otro lado. Hoy veo cuando llego a mi casa con mi familia, veo chicos que estuvieron igual que yo con el consumo. Me acerco a hablarle a ese pibe, muchos quieren venir y muchos no. Hoy no comparto lo que es alcohol ni consumo, nada de eso.

La exclusión es la pérdida de todo básicamente. Construir un lazo lleva tiempo, no sabemos el resultado. ¿De qué manera construís vos con ese pibe que está en pleno consumo el vínculo?

Ya la forma de verme y de ser la persona, creo que con la apariencia, la fisionomía todo, ya sacan los chicos. Los chicos que pasaron por ese lado, me ven ya por la forma que soy, cómo hablo y cómo me acerco a ellos.

La historia de Leonardo tiene semejanzas a la de tantos pibes /as anónimos que deambulan, invisibles, invisibilizados: «A mi mamá la dejé, creo que ella llegó al punto que ya no tenía recursos de cómo poder ayudarme. Durante muchos años ella corrió de un lugar a otro, me ayudó, trataba de internarme, de pagar un lugar, de sacar un turno, de llevarme al psicólogo, al psiquiatra, intentó miles de formas. La realidad es que yo no podía, tenía ganas, quería, pero no podía, me había vuelto una persona adicta y enferma. Mis hermanos que son más chicos que yo se alejaban de mí porque me tenían miedo. Las personas del barrio que por ahí me habían visto crecer, por ahí habían conocido un Leo y se encontraban con que era una persona peligrosa. Llegó un momento en el que me empecé a ver, que me cerraban todas las puertas, principalmente la de mi casa. Mi mamá lo que hacía cuando me veía que llamaba desde afuera era llamar a la policía para que me saque. Ahí empezó lo que era la calle, que me fue llevando a un lugar de soledad, de angustia, de tristeza, al llegar al punto que uno prácticamente se quiere sacar la vida. Porque ya no encuentra motivos porque vivir.

Y hoy sos acompañante. Sos compañero de los compañeros par.

Y hoy aparte recuperé a mi familia, el domingo, por ejemplo, pude estar con mi mamá, compartir el día de la madre con ella. Que ella esté orgullosa, estar con mis hermanos. Además de eso pude formar mi familia. Ser papá, dentro del Hogar de Cristo, y además de eso acompaño la vida de otros chicos, y los chicos van acompañando mi vida también porque todavía sigo teniendo las mismas fragilidades de cuando estaba en plena etapa de consumo.

Contame un día de tu vida

Hoy lo que hago tengo una especie de rutina armada, todos los días voy recorriendo una casa distinta del hogar que está separada por umbrales y etapas, un parador donde llegan los chicos, donde llega la vida rota. Hasta un quinto umbral, una casa de medio camino donde ya los pibes se van organizando con estudio, trabajo, con su familia, una reinserción social. Yo lo que hago es ir recorriendo las casas e ir apoyando y acompañando a los chicos desde la escucha, desde el abrazo y desde el compartir la vida, el día a día y saber que estamos ahí para ayudar y también desde mi experiencia para que ellos puedan reflejarse en las cosas que a mi me pasaron, porque la mayoría están pasando por etapas, por procesos que yo lo pasé en su momento. Entonces la ayuda de par a par, de igual a igual, tiene como otro sentido, tiene otra fuerza. Es levantarme y estar al servicio del hogar, al servicio de la iglesia y para lo que los compañeros necesiten de mí.

Si un pibe está en una etapa de sombra, de cueva. Háblale a él.

Yo le diría que Dios lo ama, que su vida vale mucho. Que cuando él tenga ganas, cuando tome la decisión, cuando necesite, las puertas del Hogar de Cristo van a estar abiertas y que lo vamos a estar esperando con un abrazo para que sea parte de nuestra familia.