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Hoy vamos a dedicar unos minutos a reflexionar sobre el uso de las redes sociales y la complejidad de su interacción con niños, niñas y adolescentes. (NNyA)

En la actualidad y claramente acelerado por la pandemia, el fenómeno de la vida social en las redes sociales es inevitable. Las redes se convirtieron en un espacio de interacción social de dimensiones desconocidas, pero seguramente exorbitantes. A través de ellas, todxs (no solamente NNyA) podemos vincularnos a la distancia, virtualmente, con quienes tenemos lejos y cerca. Eso se aceleró con el aislamiento que requirió la pandemia, por lo cual las redes sociales adquirieron una utilidad adicional a la hora de mantenernos vinculadxs y conectadxs, con otras personas cercanas o remotas, conocidas o desconocidas.

Si por un lado tuvieron y tienen sus ventajas evidentes, no es menos evidente que acarrean gran cantidad de riesgos, no siempre suficientemente ponderados. Así como es cierto que la virtualidad distanció lo cercano y acercó lo lejano, también es cierto que nos incomunicó en gran medida en los espacios cotidianos y nos comunicó con lo desconocido.

Chicxs que permanecen gran cantidad de tiempo navegando en las redes, muchas veces encerradxs en sus habitaciones o en espacios compartidos pero sin contar nada acerca de sus vínculos y actividades en los espacios familiares, se han convertido en el blanco fácil de muchos internautas desconocidos con propósitos dañinos.

Sin ánimo de demonizar la virtualidad, debemos dimensionar que los “amigos” de las redes no son tales. No sabemos habitualmente si sus nombres, imágenes de perfil, actividades o lugares de residencia, son reales o ficticios. En la mayoría de las actividades tampoco interesa saberlo ni acarrea mayores riesgos. El problema se presenta cuando a través de las redes se comparte y publica gran cantidad de información personal, familiar, afectiva o emocional y ahí es donde NNyA ven aumentada su vulnerabilidad.

Si podemos entender que NNyA viven predominantemente una edad de emociones es fácil comprender su tendencia a compartir en las redes gran cantidad de detalles acerca de sus “estados” de ánimo que se vuelven propicios para que (a través de cuentas falsas o verdaderas) otras personas (generalmente adultas y muchas veces haciéndose pasar por alguien de su misma edad), les ofrezcan ayuda, les oferten soluciones o simplemente se ganen su confianza mostrándose empáticos.

Hoy, NNyA, muestran a través de las redes gran cantidad de detalles de sus problemas personales, familiares y afectivos, muchas veces desatendidos o desestimados por sus adultos protectores y eso los vuelve más vulnerables a promesas, “ayudas” o propuestas.

En ocasiones esos contactos virtuales se materializan en citas “a ciegas”, en algún lugar, público o privado, que suponemos que sabemos quién es, aunque en realidad el perfil pueda ser verdadero o falso. El riesgo entonces adquiere otra materialidad y NNyA quedan vulnerables a la posibilidad de caer, ser atraídos o atrapados por otras “redes”, que nunca han tenido un buen final.

No se trata de prohibir a nuestrxs hijxs utilizar las redes sociales, sería absurdo y contraproducente. Se trata justamente de enseñarles a moverse en un mundo de riesgos permanentes, como cuando les enseñábamos a caminar, con caídas.