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Por Ana Seni.- Lejos de la imagen de la madre abnegada y feliz, la mayoría de las mujeres se vieron empobrecidas y sobrecargadas de trabajo durante la pandemia. Con poco para festejar, muchas se unieron para dar pelea por sus derechos y muestran el camino para conquistar una maternidad libre.

Tradicionalmente en la Argentina el Día de la Madre se celebra el tercer domingo de octubre. El origen de la celebración el Día de la Madre en dicha fecha se remonta a 1931, año en el que el Papa Pío XI declaró el 11 de octubre como el día de la «Divina Maternidad de María». La exaltación de la maternidad como realización guiada por el instinto y fin último de las mujeres fue utilizada sistemáticamente por la Iglesia y el estado para, por un lado someter a las mujeres al hogar, y por otro para liberar al estado de los costos de las tareas reproductivas sobre las enormes masas obreras.

En el siglo XX con las oleadas feministas que cuestionaron el lugar de la mujer en la política y la sociedad, muchas de estas celebraciones fueron resucitadas con una pátina edulcorada dónde se exaltaba a madres abnegadas, a la vez profesionales exitosas y consumidoras de múltiples elementos de “belleza” y moda. Sin embargo, el mensaje detrás de esta imagen sigue siendo el control sobre las mujeres y sus cuerpos. Por eso la batalla por el derecho a decidir ser madre o no atravesó al movimiento de mujeres en distintos momentos y fue el último movimiento realmente masivo en nuestro país con centenares de miles de mujeres en las calles para conquistar el aborto legal.

¿Qué maternidad podríamos celebrar hoy?

Aunque en la actualidad las redes repliquen miles y miles de notas, influencers y grupos de crianza sobre maternidad, crianza respetuosa, lactancia a demanda y modelos educativos alternativos, la posibilidad de decidir vivir una “maternidad libre” está muy lejos de la realidad de la mayoría. A la profunda desigualdad de clase y género que ya teníamos en Argentina, la pandemia sumó un mayor empobrecimiento sobre todo en las mujeres jefas de hogar. El acceso al trabajo, a la vivienda, a una educación de calidad para sus hijos, quedó reducido a un minúsculo grupo mientras que millones se vieron obligadas a duplicar su jornada de trabajo remunerado y no remunerado.

Lejos de quedarse quietas, muchas mujeres han tendido lazos y puentes entre ellas en peleas concretas, son las mujeres que se organizan por una vida dónde si podamos pensar en una maternidad libre. La pandemia nos mostró a las madres que fueron empujadas a salir a pelear por techo y vivienda, que valientes con sus hijos enfrentaron las topadoras de Axel Kiciloff en Guernica, a las de Horacio Rodriguez Larreta en la 31. A las enfermeras y personal de salud que sostuvieron un sistema de salud al límite, haciendo malabares con sueldos de miseria para sostener a sus familias mientras estaban en la primera línea de la pandemia. Madres como la de Facundo Astudillo Castro y otras miles, que en línea con las históricas Madres de Plaza de Mayo, enfrentan la represión estatal y policial de ayer y hoy. Las docentes, que hace años pelean por una escuela pública, laica, de calidad, con ESI integral, que cuestione estas fechas y ponga en el centro que el “Día de la Madre” o “La familia” poco tiene que ver con lo que quieren imponer la Iglesia y los medios.

Estas mujeres son un ejemplo para transformar el “Feliz día de la Madre” en un día de lucha y no de reivindicación de estereotipos. Para que la maternidad se pueda decidir sin imposiciones debemos arrancarle al Estado y al Gobierno nuestros derechos elementales. Si una mujer decide ser madre, debe tener garantizado el acceso a la salud sexual y reproductiva integral, libre de violencias, a jardines maternales gratuitos en todos los lugares de trabajo y estudio, al acceso a un trabajo genuino y a la vivienda, mientras tanto, no tenemos mucho que festejar.