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Por Carlos Del Frade

(Agencia Pelota de Trapo).- -Se me murieron tres parientes por la contaminación y el glifosato. No quiero que ahora quemen las islas por dinero. No tiene sentido…-dice un muchacho de treinta años sobre el puente Rosario – Victoria el sábado primero de agosto de 2020, día de la Pachamama. El Paraná, desde hace más de tres mil años, es testigo de una pelea larga y profunda. La historia social de pueblos que intentan ser felices.

En aquellos lejanos días, desde la inmensidad verde del Amazonas, los guaraníes buscaban un punto donde construir el aguyje, la tierra sin mal. Algo que no sea solamente físico sino también atravesado por la igualdad. El sueño colectivo inconcluso de la nación guaraní actualizado en cada nueva generación.

Los intereses de unos pocos, a partir de febrero de 2020, comenzaron a quemar el humedal de la cuenca que junta las necesidades de los pueblos de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires.

El humo generó molestias y agravó enfermedades en las grandes ciudades y por eso, desde hace más de un mes se constituyó la Multisectorial Humedales, con el objetivo de parar los fuegos de la codicia y la ignorancia y lograr una ley nacional que proteja estos espacios vitales para esta casa cósmica que parece tener fecha de plazo fijo final.

-No hay planeta B – dice uno de los carteles hechos a mano y traído por una familia a la cabecera del puente. Chicas y chicos pintan, cantan, bailan y se emocionan de manera profunda cuando un grupo de mujeres de pueblos originarios hacen su saludo a la Pachamama.

Casi cuatro mil personas protagonizaron la mayor movilización en defensa de los bienes comunes en la historia política de la ciudad de Rosario. Hicieron una asamblea que decidió cortar el río hasta que cesen los incendios y juntarse con la muchachada del lado entrerriano.

Federalismo de nuevo signo: los límites de los mapas no tienen sentido. Es imperioso para estas pibas y estos pibes que ponen el cuerpo por salvar la naturaleza y lo colectivo una asamblea ambiental interprovincial que proponga medidas concretas para hacer ahora, sin esperar que el país unitario, el viejo país que concentra y extranjeriza riquezas desde Buenos Aires, se digne a reparar en el ecocidio del tercer milenio.

De acuerdo al análisis de imágenes satelitales realizado por Pedro Garabaya y César Massi, del colectivo “Naturalistas santafesinos”, en lo que va de 2020 se quemaron alrededor de 500 kilómetros cuadrados sólo en las Islas que se despliegan frente al Gran Rosario, desde San Lorenzo hasta Villa Constitución. Una superficie que equivale a casi tres veces el territorio que ocupa la ciudad (178 kilómetros cuadrados).

La quema de pastizales, una práctica asociada a usos considerados “productivos” del territorio como la ganadería, encontró en la falta de agua por la sequía y la bajante un factor que potenció su número y su alcance: en menos de siete meses, en toda la zona Piecas-Paraná (que va desde Santa Fe al norte hasta San Fernando en provincia de Buenos Aires al sur) ya hubo alrededor de 4.900 focos de calor, una cantidad récord desde que se comenzaron a hacer mediciones en 2012.

Los científicos estiman que alrededor del 21,5 % del territorio argentino corresponde a la definición de humedal, a su vez dividido en 11 subregiones. Según detalló la bióloga Beatriz Giacosa en el seminario “Los humedales del Paraná”. Los humedales fluviales de Argentina están asociados al río Paraná.

El 80 por ciento del territorio del Delta del Paraná corresponde a Entre Ríos, el 15 por ciento a Buenos Aires y sólo el 5 por ciento a Santa Fe.

Por su parte el también biólogo Alejandro Giraudo destacó que habitan entre 100 y 200 especies de peces en el Paraná en la zona cercana a Rosario, unas 300 especies de aves y unas 50 especies de anfibios. “El Paraná es un gran corredor de especies tropicales hacia nuestras latitudes, por allí llega mucha fauna tropical”, explicó.

Desde el Monumento a la Bandera, a partir del mediodía, a lomo de bicicletas y motitos, la mayoría de las casi cuatro mil personas arribaron al Puente Rosario – Victoria.

Después de seis horas de plena militancia para defender los bienes comunes, cada uno de los grupos fue levantando la basura que dejaron sobre la traza gris del puente, tomaron las manos de las más chiquitas y los más chiquitos y bajaron hacia la ciudad.

Junto a esa multitud emergente de las últimas décadas, sensibles y comprometidas con lo social, también había sobrevivientes de las luchas de los años setenta, estableciendo otros puentes más allá de la conexión Rosario – Victoria, puentes intergeneracionales que unen las experiencias de las permanentes peleas contra la ferocidad y perversión del capitalismo desde hace medio siglo.

-No queremos más mataderos. No queremos un ecocidio – sostenía otro cartel en manos de muchachos que mientras lo portaban tocaban tamboriles.

“Del egoísmo nace la idiotez. No al ecocidio”, marcaban desde un grupito constituido por dos pibes y una chica.

Con el protagonismo de las crías y los cachorros humanos, la Pachamama en su día celebró el compromiso de casi cuatro mil personas que en el puente Rosario – Victoria inauguraron métodos de democracia directa, nuevo federalismo y ratificaron el camino de los guaraníes desde hace más de tres mil años, seguir luchando por lograr la tierra sin mal, protegiendo los humedales, los bienes comunes y peleando contra la voracidad del dinero. Una clara postal de la historia política de la esperanza.