MALTRATO LABORAL EN EL CPA MORENO –
Gabriela López, licenciada en trabajo social y psicodramatista, con larga trayectoria en el territorio y con experiencia en el Patronato de Liberados de Moreno. Hace más de un año y medio desarrollaba su trabajo en el CPA (Centro Comunitario de Salud Mental y Consumo Problemático) como parte de un pase a comisión en Salud Mental, tras un largo camino de trabajo. Sin explicaciones, epílogo de una cadena de maltratos, López recibió un mensaje por WhatsApp donde le notificaron que ya no cumplía tareas en dicho espacio desde el 1 de junio.
Las jefas del área no tuvieron en cuenta los derechos de la población y mucho menos los laborales.
En tanto hay profesionales que cobran sin trabajar y sin cuestionamiento alguno por parte de la jerarquía, en cambio Gabriela López es desplazada justamente por su compromiso y acompañamiento a la comunidad.
Salud Mental, tras un largo camino de trabajo. Sin explicaciones, epílogo de una cadena de maltratos, López recibió un mensaje por WhatsApp donde le notificaron que ya no cumplía tareas en dicho espacio desde el 1 de junio.
Con el objetivo de no naturalizar la violencia y hacer pública una situación de persecución escribe un relato que expone una metodología que atenta contra la comunidad y bastardea la labor de una trabajadora del Estado:
“Me quitaron como a una cosa de mi lugar de trabajo, y es como si no existiera. Era un proceso que venía dándose en el grupo, ignorándome, aislándome y volviéndome invisible. No pido que se me estime, exijo respeto hacia mi persona y hacia mi trabajo comunitario”, sostiene López.
En el día del trabajador y trabajadora del Estado, Gabriela López expone una situación que golpea, seguramente no es la única. ¿Cuantos /as se animan hablar de maltratos en el ámbito laboral?
Compartimos sus palabras:
Compartimos también el texto:
Salud mental: Hagamos “como si”
“En estos días en que la represión en Jujuy pone de manifiesto las continuidades de la dictadura, el saqueo y el Estado proxeneta, que se vale de nuestros cuerpos y nuestros territorios, no puedo dejar pasar más tiempo en hacer pública, para no naturalizar, una situación de persecución y maltrato, que no me atraviesa sólo a mí, sino también a la población. El maltrato, la precariedad de las relaciones laborales y sociales tienen como resultado cada vez más exclusión para la mayoría de la población, ajena a cualquier condición de vida digna.
La fraternidad de los cuerpos y los territorios, la creatividad en espacios libres de saqueo y de dominación es vital para la micropolítica de las relaciones.
Antes que nada soy trabajadora en el territorio de Moreno y fuera de él, sobre todo en situaciones de violación a los derechos humanos que hace años nos atraviesan. En mi historia como Trabajadora social nunca pude quedarme al margen. Me involucré en todas las situaciones en que hubo torturas a niñxs y adultos, en comisarías e incluso viviendas, gatillo fácil, incumplimientos en relación a la ley de salud mental, situación de calle en plena pandemia, mujeres y niñx víctimas de múltiples violencias y abusos, violaciones a los derechos en hospitales públicos, femicidios y femicidas en potencia que denuncié, entre otras cosas, desde mis incumbencias profesionales, centrada en los derechos humanos.
Desde hace un año y medio me encuentro en pase a comisión a Salud Mental, cambio que me fue otorgado por currículum y por experiencia en campo. El día 2 de junio, cuando me encontraba por comenzar el taller de psicodrama comunitario que realizaba hacía un año, recibo un mensaje de WhatsApp de la coordinadora del CPA, Adriana Morena, informándome que me habían mandado un mail en el que: limitaron el pase a comisión en el CPA Salud Mental a partir del 1 de junio.
En cuanto pude reaccionar inicié legalmente el reclamo, exigiendo que aclaren mi situación laboral por los canales institucionales, los cuales como trabajadora utilicé durante todo el tiempo de mi relación laboral.
Sin embargo, lo que más me preocupa son las consecuencias hacia la salud mental colectiva, de los distintos grupos con los que trabajo. A lo largo de estos meses me fueron aislando y separando de los trabajos de campo y los proyectos que yo había iniciado, dejándome sin tareas asignadas y con “prohibición” de hablar con las personas que se acercaban al CPA.
El hecho significativo del primer taller de psicodrama comunitario, con la consigna «Cómo hacer para no abonar las múltiples violencias», a 9 años del femicidio de Laura Iglesias, provocó que me llamaran de Región de Salud VII queriendo que postergue el taller que ya estaba convocado, con cuestionamientos como “No hay que destapar la olla” para que no afloren las problemáticas, “tiene que haber una psicóloga en el taller por si alguien se desborda” y el cuestionamiento de la funcionaria Silvia Barreiro: “¿No pensaste que el femicidio de Laura Iglesias es significativo para vos, no para ellas? ¿Por qué no pusiste Ni una menos en la convocatoria?”.
Son sólo algunos de los emergentes que denuncian una situación de persecución y maltrato laboral, con claro trasfondo ideológico. En marzo, basado en la política bajada por Provincia y el gobernador Axel Kicilof, en forma totalitaria deciden sacarme del grupo que conformamos en las escuelas públicas realizando talleres, metodología que implementé con otrxs compañerxs, y que sistematicé, armando y desarrollando cada parte del proceso.
Principalmente la coordinadora (pero, producto del método clientelar, también el resto de lxs compañerxs) me ninguneaba y deslegitimaba mi quehacer profesional, desde el «¿Qué venís a hacer vos acá? Viniste como trabajadora social, no como psicodramatista”. Hasta el impedirme el vínculo con niñxs y mujeres, cuestionando que el Servicio Local tenga que comunicarse conmigo. Son parte de las violencias sistemáticas, simbólicas, materiales y epistémicas, en el sentido de deslegitimar el conocimiento y la producción colectiva con otrxs, algo que es una práctica repetida de lxs profesionales hacia la población, observado en ese dispositivo. Algo que también expresé en las reuniones del CPA, en un intento de reflexionar en grupo.
Me quitan como a una cosa de mi lugar de trabajo, y es como si no existiera. Era un proceso que venía dándose en el grupo laboral, ignorándome, aislándome y volviéndome invisible.
No pido que se me estime, exijo respeto hacia mi persona y hacia mi trabajo comunitario. Las personas con las que trabajamos merecen primero y antes que nada respeto, tienen una historia. Vi en estos meses, y antes de entrar en el CPA, ñoquis, profesionales que no venían a trabajar. Y a ningunx echaron o le negaron la posibilidad de realizar sus tareas, de acuerdo al marco legal, como a mí.
No soy ñoqui ni una basura que se desecha. La población del grupo de psicodrama es de Doñas, con mayúsculas, las mujeres que recuperaron el espacio abandonado y lleno de ratas de la plaza de Barrio Parque. ¡Se las respeta! Y así a cada una de las personas, referentes, con las que venía trabajando en un proyecto de prevención en salud mental comunitaria, palabra bastardeada, como tantas otras, por esta política social y a nivel macro.
Se valen de nuestros cuerpos, y de los espacios que construimos, los usan de campo de batalla en sus disputas de poder, los toman como territorios que pueden seguir conquistando, toman y comen de las ollas que nosotras creamos. Acá, en Jujuy y en todos lados.
Ante la primera pregunta que me realizó mi jefa: -«¿A qué venís vos acá?» -«Vengo a trabajar en lo que dedico parte de mi vida, a un trabajo social crítico, autónomo de toda red clientelar.» Además de que me tomaron para iniciar junto con otrxs el proyecto de un centro terapéutico comunitario que por ley tenía que conformarse en el 2020. Desde un primer momento explicité la necesidad de trabajar descentralizadamente en un proyecto itinerante en distintos espacios comunitarios, en donde las personas circulan y viven, por fuera de las instituciones formales.
No voy al trabajo ni a festejar cumpleaños, ni a que me bastardeen, ninguneen y para que deslegitimen mi praxis. La teoría y la práctica que realizo está abocada a las disciplinas de ciencias sociales, al arte, al psicodrama y a la investigación aún en las condiciones más adversas, de precariedad laboral y de vida. ($33.999.34 de sueldo básico).
Porque lxs trabajadores, tenemos que construir con otrxs hechos significativos, acontecimientos, creación y conocimiento. Es una obligación ética, política, critica en estos tiempos que corren, en donde la población transcurre su vida en exclusión y precarización mayor, diferente que la nuestra, sufriendo un lento y continuo aniquilamiento de su subjetividad.
Las personas que asistían al taller de psicodrama entregaron una carta de puño y letra, cuestionando la decisión que también las expulsa y excluye:


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