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Por Eduardo Castilla / Izquierda Diario.- El ahora ex funcionario se fue diciendo que “no comparte el rumbo”. Un intento de despegarse de la creciente suba de los precios que golpea a las grandes mayorías populares. Más allá de esta renuncia, el kirchnerismo sigue conformando un Gobierno que no ataca los intereses y el poder de los grandes formadores de precios.

La tarde del lunes tuvo poco y nada de calma. La renuncia de Roberto Feletti se convirtió en una verdadera sacudida política, que volvió a dejar en evidencia las tensiones que recorren a la coalición oficialista. La aparente calma que parecía ocupar el centro de la escena se esfumó.

Sin embargo, la crisis decidió guardar las apariencias. El tono “respetuoso” de la carta de Feletti y la confirmación de que seguirá “trabajando para contribuir al triunfo del peronismo en 2023” parecen hablar de cierto intento de moderar los efectos políticos de la renuncia.

Poco cambia si Feletti fue echado o decidió irse por su propia cuenta, como se especula por estas horas. Las dos alas del Frente de Todos bailan el minué de las diferencias de manera bastante coordinada. La renuncia es tan funcional a fortalecer a Guzmán al interior del Gobierno como si éste hubiera decidido encabezar la expulsión y consumar lo que hasta el momento no pudo hacer con Federico Basualdo.

La decisión, sin embargo, debe ser leída como una maniobra destinada a evitar el desgaste político que la constante inflación causa sobre el oficialismo. Una decisión que, aprovechando la modificación del organigrama ministerial, deja al kirchnerismo fuera de la responsabilidad directa en un tema que angustia diariamente a millones de familias trabajadoras.

Los cortocircuitos entre el funcionario saliente y el ministro de Martín Guzmán eran evidentes hace tiempo. Jugando su propia versión del llamado “pimpinelismo de Estado” departían y cruzaban opiniones sobre la implementación de retenciones. Esas tensiones lejos estaban de ser artificiales. Expresaban, hasta cierto punto, matices dentro de un mismo plan, cuyo centro es respetar el acuerdo firmado con el FMI. Un acuerdo que, necesariamente, tiene carácter inflacionario.

En este marco, en tanto funcionario, Feletti demostró una completa incapacidad para frenar la suba de precios. Las permanentes reuniones con los empresarios y las amenazas vertidas por radio y TV no surtieron prácticamente efectos. La disparada de precios lo acompañó como su sombra. Tanto que el ahora ex funcionario llegó a decir en una entrevista que “no podía hacer milagros”. El hombre que había llegado hablando un lenguaje de dureza contra especuladores y formadores de precios se retiró rumiando impotencia.

Ahora, en su texto de renuncia, encuentra las razones de su fracaso en la suba estrepitosa de los precios internacionales. Pero lo de Feletti es una verdad a medias. Es decir, una mentira. El alza internacional de los precios es evidente y amenaza con lo que muchos medios y analistas ya definen como una “catástrofe alimentaria” que alcanzará a miles de millones de habitantes del planeta. Sin embargo, el funcionario que este lunes dejó de su cargo no impulsó ningún control de precios realmente serio. La impunidad con la que actuaron las grandes empresas productoras de alimentos y las grandes cadenas de supermercados y comercialización deja al desnudo ese fracaso. Un fracaso que, en los hechos, es complicidad.

Negándose a enfrentar seriamente a los grandes formadores de precios a los que podía controlar, Feletti optó por patear la pelota al terreno del Ministerio de Economía y exigir la suba de retenciones como política. Resulta discutible el efecto inmediato de esa medida en el desacople de los precios nacionales de los alimentos en relación a los internacionales. Aun aceptando cierto efecto, esto no garantizaba que los grandes especuladores sigan tejiendo maniobras para garantizar su rentabilidad.

Ni Feletti ni nadie en el kirchnerismo planteó medidas estructurales que afectaran realmente el poder de los grandes monopolios privados que controlan el comercio exterior de alimentos. Esa concentración de la producción alimenticia en algunas pocas firmas en un hecho social y económico del que ya se ha hablado -y mucho- en este medio constituye uno de los eslabones -no el único- de la cadena de factores que empuja el alza de los precios. Grandes alimenticias que, en tiempos de pandemia, amasaron ganancias siderales.

Solo atacando los intereses de esos grandes monopolios puede empezar a revertirse y controlarse el proceso de crecimiento de los precios. Sin un control efectivo en empresas y grandes supermercados es imposible enfrentar las múltiples maniobras que esas empresas llevan a cabo.

Sin embargo, ese control no puede ser ejercido por el mismo Estado que garantiza los intereses del gran capital. Un control efectivo solo puede venir de la organización democrática de trabajadores y trabajadoras en cada empresa. Un control que solo puede ejercerse realmente si se tiene acceso al conjunto de la información contable y financiera, con los datos correspondientes a costos de producción y comercialización.

La perspectiva del kirchnerismo estuvo y está muy lejos de eso. A lo sumo se trata de ejercer algún tipo de presión para obligar a las empresas a reducir sus márgenes de rentabilidad. La “regulación del Estado” sobre el llamado mercado se limita, a lo sumo, a amonestar a los capitalistas para que cumplan planes de control de precios. Una medida completamente impotente. Como lo evidencia la renuncia de Feletti.

Los ojos en 2023

Más de conjunto, el kirchnerismo se ha sostenido como parte de un Gobierno que lleva adelante un ajuste persistente en función de los pagos de la deuda pública y del acuerdo con el Fondo. Ese ajuste no inició ahora, sino que tuvo sus orígenes ya a finales de 2019, cuando se decidió eliminar la movilidad jubilatoria justo cuando podría llegar a mejorar jubilaciones y pensiones en relación a la inflación. Lejos de finalizar en tiempos de pandemia, el mismo se extendió a lo largo de 2020 y 2021. La corta memoria oficialista suele olvidar las felicitaciones que recibió Guzmán por parte de Domingo Cavallo, padre de la convertibilidad y uno de los responsables del hundimiento nacional de los 90.

La renuncia de Feletti debe ser inscripta en un movimiento permanente que se desarrolla desde agosto de 2021, luego del golpe electoral que recibió el Frente de Todos. Con la mirada puesta en el calendario de las elecciones de 2023, distintos actores del kirchnerismo ensayan intentos de separación de la política oficial.

El listado de esas operaciones puede incluir la carta de CFK tras la derrota electoral y la renuncia simultánea de varios ministros. También la decisión de Máximo Kirchner de apartarse de la presidencia del bloque oficial ante el acuerdo con el FMI y el voto en rechazo por parte de esa bancada. Anotemos que tales acciones no cuestionan lo esencial de los dictados que impone el FMI.