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Por Valentina Tagliaferro –

Cuidate, chau, nos vemos, cuidate. La frase argentina más usada en las últimas décadas por todas las franjas etarias.

Un verbo con acento a consejo, a recomendación, que deja en el saludo una pretensión, a veces sólo un cumplido; otras, el mensaje es hacer llegar un deseo de buena salud; otras un gesto de cariño. 

Pero estaría genial que entendamos esta enorme palabra, su origen en latín: cogitare = “pensar”. Pero un pensar con intención de conservar, asistir, con total atención en la ejecución de una acción. Este “pensar” está poblado de acciones que van a discurrir sobre el sujeto “cuidado”

Aquí si, aquí es donde todo se complica y se nos hace casi imposible someternos a esta acción. Porque cuidar nos es una acción individual, nadie puede hacerlo por nosotros, no podemos hacerlo por el otro si este no se cuida.

Hace muchos años me resuena esta palabra que tomamos con tanta liviandad de manera recurrente y me pregunto, ¿podemos cuidarnos? 

Hemos sido educados en una sociedad en la cual los pilares que nos ayudan a cuidarnos son:

La alimentación: una serie de productos elaborados para que nuestro gusto, vista y olfato se comporten toda la vida como los de un niño pequeño, con el solo fin de darnos placer y quitarnos la angustia! No el hambre.

La vestimenta: una serie de productos que debemos usar para no quedar afuera del conjunto humano, al que pretendemos pertenecer, no para el frío ni el reparo del sol o la lluvia.

El consumo de información y comunicación: nadar en un océano de mensajes, imágenes y sonidos que sin nuestro consentimiento se filtran ante nuestra atónita imposibilidad de decidir permitirles el paso, el aprovechamiento de todos los sitios posibles, tanto físicos como virtuales, lleva nuestro sistema nervioso a un grado de alerta permanente que agota el resguardo de la mente. No ser libres de elegir, no ser dueños de lo que queremos ver oír ni decir.

El trabajo: una posibilidad de desarrollar, dentro de la sociedad y la cultura que legamos todas aquellas habilidades físicas e intelectuales en pos del bien común. Desarrollo que en el 90% de los casi se ve truncado, pues genera una alienación enorme e invisible en el humano acorralado  por el miedo a la falta de los tres elementos anteriores (alimentos, vestimenta, comunicación, sin siquiera pretender una vivienda digna y acceso a la salud y a la educación).

Por último, las restricciones, las prohibiciones de circular, de relacionarnos entre humanos fisicamente, deja una huella de sensaciones encontradas entre miedo, angustias, fobias, rabia y sobre todo culpa, grande como la pata elefante (la huella digo), puesto que lo aprendido para ser “seres socialmente adaptables” en este suelo y con esta realidad (estudiar, trabajar, construir relaciones sanas, comer y dormir) ahora nos es vedado..

Entonces, yo no diría cuídate, diría “pensá”.

Pensá y decidí a cada instante por donde va tu vida, porque a cada instante  hay una intención de correrte del camino. A cada segundo.

Yo te puedo asegurar que no son las enfermedades lo que nos está matando es no “cuidarnos “.

Cuídate, pensá y regrabá todas las cintas de nuevo… porque te las vendieron que eras vos y ahí no te encontrás.