Por Ricardo «Lolo» Gómez / ANCLA Moreno –
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”. Rodolfo Walsh
Antagonismo y contradicciones no son lo mismo. El antagonismo conlleva consigo contradicciones irreconciliables con características propias del desarrollo de la sociedad en las distintas circunstancias históricas.
Hubo generaciones que enfrentaron esas contradicciones antagónicas de clase, de grupos o de fuerzas sociales que pretendían sostener un modelo de país basado en la marginación, la explotación, la miseria de la clase trabajadora y del Pueblo Peronista en beneficio propio, de las minorías selectas de los privilegios. Fueron generaciones que se consideraron enemigas irreconciliables y comprobaron, con una experiencia basada en cárceles, muertes, secuestros, desapariciones, bombardeos y Dictaduras Genocidas, que la única forma de resolver esa contradicción era la lucha, la lucha organizada y solidaria de los más humildes, del pueblo trabajador y de los jóvenes comprometidos con la grandeza de la Patria y la Felicidad del Pueblo.
Compañeres que advertíamos que el proceso no sería fácil ni inmediato, que llevaría tiempo, tiempo de organización popular larga y prolongada. Por eso nos identificó el Peronismo, porque Eva Perón y su llama revolucionaria nos había definido como un movimiento que sería revolucionario o no sería nada.
Así comprendimos que solo la lucha revolucionaria contra los dueños de todo, contra los buitres de toda calaña, contra el cipayismo, los vendepatria, los traidores y la Oligarquía terrateniente, sería la única forma de resolver el destino de nuestra Comunidad, de nuestra Patria.
Era Patria o Colonia, Liberación o Dependencia. En esas generaciones, el proceso agudizó los antagonismos, se hicieron más hondos y las luchas llegaron a un enfrentamiento más agudo. Fueron las condiciones históricas concretas de la lucha las que resolvieron por un tiempo ese conflicto.
También a fuerza de fracasos y dolores por las pérdidas comprobamos que, al interior del movimiento, había contradicciones no antagónicas, que no se resolvían mediante una lucha encarnizada, sino a través de la transformación gradual, consensuada y planificada. Estas contradicciones secundarias también debían superarse por medio de la discusión, la reflexión y la unidad de concepción de lo progresista, popular, contra lo atrasado, contra los modelos gatopardistas de cambiar todo para no cambiar nada, de avanzar pragmáticamente, sin principios ni valores.
Valores que tuvimos, tenemos y seguiremos teniendo por el legado que nos dejaran Perón, Evita y 30 mil compañeros. En definitiva, de la lucha entre lo revolucionario propio del Peronismo y lo liberal, individualista, egoísta, oportunista y fenicio. El antagonismo irreconciliable con la oligarquía y los vendepatria con sus intereses materiales y humanos son incompatibles con los del Pueblo, y sólo desaparecerá con un Peronismo Revolucionario, pero, las contradicciones internas persistirán.
El Peronismo se comprometió en la solución consciente de las contradicciones secundarias, por lo que siempre se encaminó a poner de manifiesto las diferencias internas mediante la crítica y la indispensable autocrítica y buscar y determinar las vías y los métodos de solución.
Desde que surgió el Movimiento Peronista y su herramienta electoral el Partido Justicialista, la característica central de la mayoría de sus miembros fue la gran capacidad de espíritu crítico, a veces demasiado, pero también la de ejercer la autocrítica. Hemos sido el único Movimiento que se hizo cargo, siempre del debe y del haber, de lo bueno y lo malo, de los aciertos y errores. No fue nunca de Peronistas hacernos los distraídos y mirar hacia otro lado buscando culpables o responsables cuando las decisiones o acciones provenían de nuestro Movimiento, en todo caso siempre lográbamos lo que el General Perón había definido como la generación de los anticuerpos, siempre hemos generado en nuestro interior los anticuerpos que hacían falta para separar, neutralizar o expulsar aquello que iba en contra de la vitalidad y el sentido revolucionario del Peronismo.
El Peronismo se hizo en las calles, en los arrabales, en la lucha, en el barrio, la fábrica o el club, su militancia como colectivo luchó por el Poder para su Conductor, la única garantía que los trabajadores consideraban sería el Poder para el Pueblo. No fue la labor del militante llevar a cabo su compromiso sólo si y únicamente si estaba en la función pública.
Hemos visto en los últimos años, militantes que solo se comprometen si y solo si, se les asegura un lugar que le otorgue ventajas personales desde las cuales llevar adelante al mejor estilo liberal, una política patronal y clientelar que mantenga en dependencia y sumisión a los compañeros más necesitados, proponiendo métodos y políticas que desde lo conceptual o ideológico son antiperonistas, antipopulares y absolutamente funcionales al Neoliberalismo. Y en esto no se han visto diferencias etáreas ni de género.
Mientras tanto miles y miles de compañeros y compañeras militantes del Peronismo han dejado y dejan lo mejor de ellos en su lucha por una vida digna para todos y todas y por supuesto que lo han hecho con aciertos y errores, pero nunca se podrá poner en cuestionamiento que no lo hicieran en absoluto compromiso con el Pueblo.
El presente, diría alguien, le debe mucho al pasado y en palabras de Rodolfo Walsh “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”.
Hay un problema últimamente, notable en parte de la dirigencia que ya hace tiempo ejerce y es responsable de la construcción presente, con quienes han sido parte de la Historia Gloriosa del Peronismo. Una intención irrefrenable, una tendencia a cubrirlos con las telarañas de los museos. O mejor dicho arrinconarlos allí desde un poder engañoso, dominante, atemorizado por la presencia permanente de la palabra interrogadora, crítica. Porque al fin y al cabo un militante, parte de la historia gloriosa del Peronismo, no es alguien que dijo o hizo cosas interesantes hace cinco, diez o cincuenta años; eso sería parte del pasado antiguo. Alguien, parte de la Historia del Peronismo, es alguien que sigue aportando a la construcción en nuestro desgarrado presente; que sigue hablando, es decir formulando preguntas que únicamente nosotros, sus contemporáneos de hoy podemos responder.
Es lógico que quienes con una pizca de poder circunstancial, una especie de cultura política dominante, como no puede vencerlos, haya renunciado a combatirlos. Y apelando a una estrategia más astuta y miserable, haya optado por hacerlos olvidar, con ese recurso insidioso del Olvido y que consiste en recordarnos permanentemente que “ ya fue”. Que pertenece al pasado, que es Historia. Sin saberlo (porque no creo que lo sepan), revelan la interesada concepción de la Historia que defiende la cultura de las clases dominantes: “ Que la Historia es puro y cerrado pasado, pretérito, que nada tendrá que ver con el presente ni mucho menos con el futuro”. La verdadera política, que está detrás (y vuelvo a afirmar, no tienen la más mínima idea), es la ideología del “Fin de la Historia”, es la política de la clausura del futuro en un eterno presente, donde las cosas ya no pueden ser distintas.
Quien realmente es parte de esa Gloriosa Historia, es alguien que viene a recordarnos que en cada generación las preguntas que él se planteó pueden y deben ser reformuladas, que cada generación tiene abiertas las puertas de la construcción de su futuro. En el caso de nuestras generaciones, no se trató de una construcción cualquiera, se trató de una Patria Grande, un Pueblo Feliz, una Comunidad Organizada en lo social, político, cultural, económico intentando redefinir en nuestro momento histórico la relación dominadores – dominados, Patria o Colonia, Liberación o Dependencia y eso nos dio su carnadura, su nervadura, la sangre y el barro.
Para nosotros como dijera el gran Leopoldo Marechal: “La Patria es un dolor que nuestros ojos aún no aprendieron a llorar”.
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