POR ALDO DUZDEVICH / AGENCIA PACO URONDO –
La mayoría de nosotros nos preguntamos cómo llegamos al gobierno de un personaje como Javier Milei que se define como el primer presidente anarco-capitalista, enemigo del Estado (que el gobierna). Que está haciendo todas las salvajadas inimaginables, y encima mantiene un alto índice de aprobación.
La primer respuesta simple es decir “el gobierno de Alberto fue malo y la sociedad nos castigó”.
Esa es una parte de la verdad, pero no toda. Porque no fue el tradicional voto antiperonista de las clases medias y altas el que nos rechazó. Al contrario, parte de ese sector votó a Sergio Massa. Sin embargo, Milei logró llegar y cooptar con su discurso a los sectores mas jóvenes y humildes de la sociedad.
Algo profundo pasó en el seno de nuestro pueblo, y si no logramos desentrañarlo, y volvemos al discurso de los globoludos, u otras lindezas para agredir a quienes no coinciden con nosotros, veo muy difícil nuestra recuperación política a mediano plazo.
Mi teoría (seguramente hay otras) es que el peronismo original perdió la batalla cultural y política contra ese cóctel de progresismo y montonerismo tardío, que impregnó el pensamiento de nuestro espacio. Y, ese progresismo terminó perdiendo la batalla cultural y política con la nueva derecha, que captó mejor las necesidades populares no resueltas.
Tal vez no sea exacto decir el peronismo original, como si las palabras de Perón fueran un riguroso catecismo a respetar sin leer su contexto, y sin adecuarlas al tiempo histórico que nos toca vivir.
También podría decir que perdimos la capacidad de escucha de la voz popular, y de hacer una lectura de la realidad desde el sentido común. Terminamos enfrascados en fórmulas y discursos binarios, que nos impidieron reconocer que el otro también tenía y tiene, una parte importante de la verdad.
Siempre hubo alguna razón para no dar estos debates. Porque había que mantener la unidad; porque estábamos en campaña; o para luchar contra las políticas de ajuste. Entonces dejamos que quienes bajan linea en el espacio peronismo- kirchnerismo insistan en sus planteos, que son repetir los mismos mantras durante veinte años. Mantras que solo escuchan y rezan los propios; que cada vez somos menos.
Sé que estas cosas que voy a decir a muchos no le van a gustar, o tal vez coincidan con algunas y con otras no. Pero intentaré cuestionar el catecismo del progre-montonerismo que hemos comprado y se ha hecho carne en la mayoría de nuestros compañeros.
Primero procuraré definir que quiero significar con la idea de montonerismo tardío. Y por una cuestión de extensión, voy a dejar la critica al progresismo para la próxima nota.
El montonerismo tardío
El relato de los años 70 está contado por los sobrevivientes de las organizaciones armadas. Algunos como escritores: Bonasso, Vertbiskty, Caparros, Anguita, Soane, ex-militantes de Montoneros y del ERP. Y en otros casos, como testimoniantes que contaron sus historias a periodistas como Larraquy, Reato, o María O Donnell, por mencionar los mas conocidos.
Olga Ruiz, investigadora de la Universidad de la Frontera, Temuco, al analizar lo ocurrido en los campos de concentración de Chile expresa: “Los grandes relatos sobre nuestra historia reciente se han construido centrados en el heroísmo y la victimización, esquema binario que se afirma y consolida en la figura del traidor. Se trata en realidad de una triada (héroe-víctima-traidor) en las que el quebrado concentra -como un chivo expiatorio- las contradicciones, los fracasos y la derrota de la izquierda chilena”. “Es más sencillo atribuir la caída sostenida de militantes a unos cuantos traidores que analizar críticamente las políticas adoptadas por las dirigencias de las organizaciones revolucionarias.”
Esta definición vale para la experiencia argentina. Víctimas, héroes y traidores. Para el relato montonero de la historia, el primer traidor es Perón. “Perón traicionó a los jóvenes” . Una muletilla repetida hasta el hartazgo. “Perón se alió con la burocracia sindical, con la derecha, nos echó de la plaza, y creó la Triple A para aniquilarnos. Y nos dejó de herencia a Isabel y López Rega”.
Este discurso convalida la idea de un Perón nazi-fascista, que era el mismo mote que le habían colgado las clases medias universitarias progres en 1945. Claro que la lista de traidores no se agota en Perón. Entran en ella, “la burocracia sindical”, los otros grupos de JP, y todos los que no comulgaron con la predica de lucha armada del ERP y Montoneros. Incluso caen en esa nómina sobrevivientes de los campos de concentración, y muchos militantes que no salieron al exilio y salvaron su vida igual.
Ahora bien. ¿Que tiene que ver este relato sesgado y mal contado con la realidad actual? En primer lugar con la cancelación de la figura de Perón. De quien, lo mas piadoso que se dice, es que en 1973, ya era un viejo lelo manipulado por López Rega e Isabelita. Y, en esa cancelación ingresa todo el pensamiento del tercer Perón, su propuesta de Unidad Nacional y su último legado el Modelo Argentino para un Proyecto Nacional. Todo eso se cancela y se lo reemplaza por un peronismo que no sigue las ideas de Perón, sino de la vanguardia revolucionaria y socialismo a la cubana, adoptadas por Montoneros a partir de 1974.
Entonces hoy, ¿que es el peronismo histórico? ¿La idea de Comunidad Organizada enunciada por Perón en 1949?; ¿o la Patria Socialista enunciada por Montoneros en 1974-75 ? Eso plantea un primer problema de identidad para quienes nos decimos peronistas.
Si ha esto le sumanos dos frases cancelatorias muy de moda: “Nadie tiene el peronómetro” y “peronistas somos todos”. Esto claramente habilita, a que cualquier nuevo militante recién llegado desde el troskismo o del viejo PC, dicte una conferencia sobre la lucha de clases y la construcción de la dictadura del proletariado, y diga que eso es peronismo, porque él se autopercibe peronista. Y que los jóvenes que no mamaron peronismo, compren la idea, y que los viejos se vayan puteando a votar a Moreno o Schiaretti.
Ese relato de los setenta mal contado, extendió al presente, la desconfianza y el desprecio hacia las organizaciones sindicales y sus dirigentes. Porque si estuvo fenómeno matar a Vandor, Alonso, Rucci, Kloosterman, Santillán y tantos otros, como no putear hoy a los “gordos” y colgarle el mote de traidores porque no declaran la huelga general revolucionaria para voltear a Milei. Y no es que yo crea que los muchachos son angelitos. Renguean y bastante por el lado de la guita, igual que muchos de los nuestros, de la dirigencia juvenil y política. Pero, el Movimiento Obrero Argentino, sigue siendo uno de los mas poderosos del mundo. Y en cada sindicato, se las arreglan muy bien para realizar el difícil equilibrio, de mantener las fuentes de trabajo y recuperar el salario. Y los trabajadores los siguen eligiendo.
El exceso de romantización y exaltación de la lucha armada, creó el colectivo “los que llegamos tarde a los tiros y nos quedamos con las ganas”. Cuento una anécdota personal: en época de Macri, un ex-montonero, muy fierrero él, que vive en España, responde un posteo mío de Facebook: “Pibe lo que Vds tienen que hacer, es agarrar la bandera de Evita en una mano, y la metra en la otra y salir a liquidar macristas”. Yo le respondo: “Fenómeno! Porque no volvés a la Argentina y vas arrancando vos con los tiros”. El tipo responde “como… me ofendes…yo soy un héroe de la resistencia”. Claro, el tipo se considera héroe, y da clases de heroísmo por Facebook. Bueno, este es un caso extremo, pero conozco varios que viven aquí, y les encanta contar historias de tiros y operetas que seducen al auditorio juvenil. Tirar tiros a los veinte años, tiene sus lógicas, pero a los 70 u 80, seguir con la misma lógica, sin hacer un balance autocrítico de los errores, y de los costos en vidas propias y ajenas de la violencia, es de adolescente pelotudo.
La tentación de resolver los males del mundo por la vía rápida de la violencia, por generaciones, sedujo a los jóvenes de izquierda y derecha. Y, aunque Argentina tenga una trágica historia en materia de violencia, después de tanto relato romántico, el bichito de agarrar la metralleta sigue picando. Aunque son otros tiempos, y los guerrilleros de hoy prefieren el teclado del Iphone antes que el gatillo de un arma, en las redes pululan los discursos de subir a Sierra Maestra.
Y, quienes vivimos los setenta sabemos bien, que a la violencia se llega primero desde el discurso. Y, como dije antes, la violencia suele seducir a los jóvenes sin distinción de ideologías, fueron jóvenes católicos y radicales los Comandos Civiles en el 55; fueron jóvenes, los de Tacuara en los 60 que perseguían judíos; y jóvenes los guerrilleros setentistas. Por eso, no debemos extrañarnos que un día, unos pibes libertarios piensen “hoy me convierto en San Martín”, y aprieten el gatillo contra la Vicepresidenta de la Nación Argentina.
Otra herencia del relato setentista es la recurrencia a la victimización. Esto arranca en la concepción de las cúpulas montoneras en el exterior. Firmenich decía: no importa cuantos mueran, aunque queden vivos cien nuestros, el pueblo va a reconocer el sacrificio y nos va a elegir como su vanguardia y conducción. Y aunque no lo pusiera en palabras, pensaba, cuantos más muertos, más sacrificio, más reconocimiento. Esto dio origen a otro colectivo, el de “los muertos los pusimos nosotros”. Tipos que hablan subidos a una pila de muertos. Hablar en nombre de los 30 mil, dota al expositor de un aura de superioridad moral que no se discute, porque si se habla en nombre de los muertos, eso es inapelable.
Además, esta distinción de haber luchado contra la dictadura, haber sufrido cárceles y torturas, se hace extensiva a un espacio tan amplio, que incluye a quienes eran puberes o no habían nacido todavía en 1976. Pero, decirse y sentirse víctima de la dictadura y toda otra agresión posterior, posiciona al expositor en un escalón superior al resto de los mortales, que además están en deuda con él que fue victima y debe ser reconocida.
Enganchado con lo anterior, surgió una suerte de herencia de representación, casi un tema dinástico: los hijos de la generación diezmada. Que, incluso, posicionó a Wado de Pedro como candidato a presidente, un muy buen dirigente, sin dudas. Pero, que aparece con un plus extra de valores, que no tendría ni Massa, ni Grabois, ni Kicillof, cuyos padres no son desaparecidos.
Aunque sea reiterativo siempre me veo en la obligación de aclarar mi visión. Acá no hubo dos demonios, ni hubo una guerra. A partir de 1976 hubo un sistema represivo clandestino amparado desde el estado que torturó y asesino a miles de argentinos. Eso no esta en discusión.
A partir del retorno a la democracia y en la necesidad de juzgar a los represores, se evitó hacer mención de la militancia política de los desaparecidos. Recién a partir de 2005 o 2006 se comenzó a reivindicar su militancia en las distintas organizaciones.
Pero, con el tiempo esa reivindicación de la figura del desaparecido, evolucionó a la reinvidicación de las propuestas y acción de las organizaciones armadas. Y, sin asumirlo expresamente, el espacio peronismo-kirchnerismo quedó política y culturalmente reivindicando, o al menos no cuestionando, el rol de la lucha armada, antes y después del golpe de 1976.
Y, claro, un día apareció alguien que dijo “ustedes reinvidican sus muertos, nosotros queremos reivindicar los nuestros”. Y la respuesta no escrita, pero insinuada de este lado fue: sus muertos fueron todos torturadores y asesinos. Pero, los hechos históricos no coinciden con esa calificación.
Además de algunos jefes militares y policiales involucrados en la represión, la guerrilla mató sindicalistas, empresarios, políticos, policías de la esquina, y jóvenes civiles que estaban cumpliendo el servicio militar obligatorio.
Negar la existencia de esas víctimas, es casi de una muestra de cinismo e hipocresía, que no hace sino generar una reacción en contrario, que termina beneficiando a aquellos que la justicia esta condenando por sus crímenes.
Otra consecuencia del mal relato setentista, es el abuso de la palabra dictadura, dictador, facho, que llevó a la banalización de esos términos.
En uno de los grupos de wasap de catarsis colectiva que frecuento, un día alguien escribió “el dictador Morales cambió la fecha del feriado del viernes al lunes, está atentando contra los derechos humanos de los docentes”. Yo le contesté: “Flaco si cambiar de día un feriado es atentar contra los DDHH, que queda para la tortura seguida de muerte” .
Se usó, y sigue usando tanto la palabra dictadura, fachos, para descalificar a cualquier adversario político externo o interno que se la terminó vaciando su real contenido.
Cualquiera que no comulgara con el catecismo nuestro era rápidamente tildado de facho y/o colaborador de la dictadura, desde Hugo Moyano hasta el Papa Francisco.
Y obviamente todos los militares, gendarmes y policías, son vistos como miembros de la represión, aunque la mayoría de ellos tienen menos de 50 años, y ni habían nacido en 1976, pero el uso de uniforme, aunque sea de zorro gris, ya los convierte en cómplices de la dictadura.
Este uso abusivo de calificativos, de fachos, dictadores, represores, etc.. fue produciendo un hartazgo en la sociedad y una reacción de péndulo, que permitió a Milei repetir en un debate una frase textual del Almirante Massera y que fuese aplaudido y votado.
Por último, no dejo de mencionar, ciertos rasgos organizativos autoritarios que tomaron algunos grupos de jóvenes que ya no son tan jóvenes. La idea de que “la Orga” está por encima de todos los sectores del peronismo. Que lo verdaderamente importante es acumular poder para “la Orga”, y no para el conjunto del Movimiento. La palabra fierros que traducida al hoy, significa cajas, puestos, contratos, guita. El ocupar territorios pasando por encima a sus líderes naturales. Sistemas de funcionamiento stalinistas de control y alcahuetería. Verticalismo militar en órdenes y disciplinamiento. O sea han copiado gran parte de los defectos de las viejas militancias y pocas de sus virtudes que las tuvieron y son para rescatar y poner de ejemplo.
Resta aclarar que ni Néstor, ni Cristina fueron militantes orgánicos de Montoneros. Ambos eran militantes de la JUP en La Plata, cuando en febrero de 1974, su grupo de pertenencia que lideraba el entonces diputado provincial Carlos Negri, rompió con la organización, adhiriendo a la fractura de la JP Lealtad que cuestionaba el enfrentamiento de la dirigencia montonera con Perón y la continuidad de la violencia armada en gobierno constitucional. Este alineamiento político, más su traslado a Santa Cruz, les salvó la vida en una ciudad como La Plata azotada por la represión.
Cuando Nestor Kirchner comenzó a construir su proyecto político nacional, armó el Grupo Calafate. Allí convocó a sus viejos amigos y compañeros de universidad de La Plata, entre ellos había varios ex-montoneros que habían pasado por la cárcel y/o el exilio.
Cuando llegó al gobierno, si bien sus propuestas en términos políticos y económicos estaban lejos del socialismo cubano, en términos culturales alentó rasgos del viejo montonerismo y les dio espacios en distintas áreas de gobierno a antiguos militantes de la llamada Tendencia Revolucionaria.
Cristina, si bien siempre dejo hacer, en los 70 y como Presidenta, fue bastante crítica de Montoneros, incluso en algunas ocasiones lo manifestó en discursos públicos, que la prensa oficial se encargó de minimizar.
Pero, bueno, lo concreto es que ese montonerismo tardío mezclado con dosis de progresismo intenso le ganó la batalla cultural al peronismo original, e instaló dentro del peronismo-kirchnerismo un coctel político-ideologico que terminó sucubiendo frente al cóctel político-ideológico de la nueva derecha. Y aquí estamos….
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