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El marte tomamos conocimiento, a través de diversos medios periodísticos, que en La Reja, Partido de Moreno fue clausurada una quinta que se presentaba como “comunidad terapéutica” para el abordaje de adicciones y una gran cantidad de personas se hallaban internadas en condiciones infrahumanas e incluso privadas de la libertad.

Intervino una fuerza de seguridad federal en el marco de una denuncia por el posible delito de trata de personas y parece una oportunidad útil para aclarar de qué hablamos cuando hablamos de trata.

Foto: Télam

La trata de personas es un delito complejo, incorporado a nuestro Código Penal a través de las leyes 26.364 y 26.842, que establecen que se configura con el ofrecimiento, captación, traslado y recepción o acogimiento de una persona con una finalidad de explotación. Estos pasos no necesitan verificarse todos, aunque la captación, traslado y explotación son los más característicos. La explotación puede no llegar a concretarse, pero debe verificarse que esa era la finalidad.

Hecha esa ligera conceptualización debemos señalar que no cualquier sometimiento de una persona, por más siniestro que sea, configura trata. Las finalidades de explotación verificadas en los casos concretos, son la explotación laboral, la explotación sexual, la reducción a la servidumbre y el matrimonio forzado. Si no se verifica una finalidad de explotación no estaremos ante una situación de trata.

Dicho de otro modo, la trata de personas no es la medida de la aberración de un delito sino un tipo delictual específico. Un delito, como en este caso, puede ser monstruoso y aberrante. Gravísimo porque somete a personas que ya estaban en situación de vulnerabilidad, cuyas familias esperaban una respuesta terapéutica para esos padecimientos, porque había personas menores de edad, indicadores de hacinamiento, torturas y vejaciones. Pero será trata si ese sometimiento monstruoso tenía una finalidad de explotación.

Ahora bien, sea lo que sea, será delito, obviamente. No podemos dimensionar lo siniestro de esas personas que, con ánimo de lucro posiblemente, montan un “emprendimiento” destinado a consumar las más monstruosas vejaciones de las que es capaz la miseria humana. Aunque parezca impensable en nuestro Siglo, esas realidades (nada excepcionales lamentablemente) requieren el compromiso de todxs para visibilizarlas y denunciarlas.

El número gratuito, anónimo y de 24 horas para denunciar situaciones de trata es el 145. No requiere aportar datos personales y está atendido por profesionales del Ministerio de Justicia de la Nación, que ante la posibilidad eventual de que sea una situación de trata, darán intervención a la justicia federal para que realice el procedimiento (de investigación o allanamiento) que corresponda. Así, anónimamente, pero comprometiéndonos con la realidad, podemos salvar vidas. Pensemos, justamente, que “salvar vidas” no es sólo evitar la muerte, sino también librar a quienes están sometidxs, esclavizadxs o privadxs de su libertad.

Hay más trata de personas de la que vemos y de la que creemos, De eso se trata, se trata de todxs.