Espacio Publicitario

publicidad
publicidad
publicidad

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.

Un gobernante administra los recursos de una nación y los pone al servicio de su pueblo.

Un gobernante, salvo dictaduras o raras excepciones, es un político que logra llegar a gobernar como corolario de su carrera.

Un político es aquel que, por su vocación de servicio, más allá de su profesión, dedica tiempo y esfuerzo a representar a un sector de la comunidad para servirla.

Si estos preceptos no se cumplen, esa representación es una estafa. Hace muchas décadas que la decadencia nos indica que fuimos estafados.

Los gobernantes gastan sus energías en la consolidación de su poder entre los círculos de intereses.

Los políticos para ejercer esa profesión se ligan a esos círculos para poder cobrar dinero que les permita ejercer su trabajo.

Acercar ideas a los gobernantes que resulten beneficiosas para la sociedad es inútil si no está esponsoreada por algún círculo que la apadrine. De esa manera el gobierno no es el arte de servir a la comunidad sino la de administrar y equilibrar a los distintos intereses en pugna.

Vamos a dar ejemplos en nuestro país para que se entienda porque nuestra decadencia.

Desde 1972, con el objetivo expreso y nunca logrado de impulsar el desarrollo de la nueva provincia de Tierra del Fuego se le concedió un régimen impositivo y fiscal especial.

Como es un ejemplo y no pretende ser un estudio del tema, tomaré el costo fiscal del último año. Nos costó a todos los argentinos ciento cincuenta mil millones de pesos, para hacerlo más comprensible, mil quinientos millones de dólares.

Se generaron, según las estadísticas oficiales, ocho mil quinientos puestos de trabajo. Para una «industria» que paga en dólares y los convierte en pesos. No desarrolla la economía de la región, porque si algún día no se puede gastar ese dinero público, las industrias cierran.

Ese emprendimiento lo único que logra es enriquecer a tres o cuatro vinculados «empresarios» y posiblemente a una cantidad de políticos que usan de esos dineros para poder sostener su profesión.

Tierra del Fuego que puede ser una región que con el turismo, la cría de peces y el gas y petróleo puede desarrollar una economía sustentable pero se la conoce coma la ensambladora más cara del mundo.

Con ese mismo dinero, o con una parte de ese dinero, se puede canalizar el Río Paraná y regar Formosa, Chaco y el norte de Santa Fe agregando con ese riego natural millones de hectáreas a la actividad pecuaria, generando muchos miles de trabajos y convirtiendo pesos en dólares a través de la exportación de los productos generados.

Otro ejemplo del antigobierno es la COREBE (Comisión Regional del Río Bermejo), organismo creado en 1981 que tiene un presupuesto anual importante y nunca logró que se hiciera la obra de mayor trascendencia para esa región y para el país.

Río que nace en las alturas de Bolivia y corre a través de las provincias de Jujuy, Salta, Chaco y Formosa y su cuenca impacta en Santiago del Estero y Santa Fe. La canalización de ese río incorporaría a la producción intensiva a más de cinco millones de hectáreas, además aprovecharía el sedimento que arrastra que es fertilizante puro y natural que hoy termina en el lecho del Río Paraná y obliga a dragar en forma permanente, para lograr el calado necesario, encareciendo los fletes que pagan nuestros exportadores.

Volviendo al comienzo, la razón por la cual estas cosas suceden no es por ignorancia, no es por incapacidad es porque no gobiernan para beneficio del pueblo sino para beneficiar a sus espónsores.

Lo mismo pasa en cada área, en salud con los intereses de los laboratorios, prepagas y sindicatos. En educación con haber roto con el motor que la sostenía, la vocación de sus educadores, en seguridad con haber confundido la represión ilegal de la dictadura con las instituciones armadas que nos protegían. En la justicia con haber roto la carrera judicial para imponer en ella a los representantes de los espónsores.

Esta es la verdadera grieta, la otra, la que nos venden, es funcional a los profesionales de la política. Se pelean entre ellos para dividir los recursos que requieren sus padrinos.

La única grieta que debemos terminar es la que divide la producción con la antiproducción. Cada peso que se gasta del dinero público debe ser administrado y cuidado con el doble de cuidado y dedicación que el propio. Así de simple.

Si hay empleos inútiles es mal gasto, si se rompe la carrera de la administración pública es por intereses mezquinos, si se mal paga a los docentes es porque se mal gasta el dinero de los impuestos, si se sostiene con protecciones y subsidios a una actividad que no es sustentable es estafa.

Como en mis anteriores entregas, insisto, lo que antes terminaba en revoluciones civiles o militares, en revueltas disolventes hoy se resuelve con la informalidad. Cada día un nuevo residente de nuestro país se agrega a la informalidad y cada día es más el dinero que corre fuera del canal institucional o que si lo usa lo hace evadiendo las estúpidas cargas tributarias.
La construcción de un país virtuoso pasa por lograr que los recursos naturales, humanos, del conocimiento y financieros sean puesto en paralelo para lograr el desarrollo productivo, única salida para lograr una nación próspera.

Ningún plan de educación, salud, seguridad, vivienda, fiscal o promocional se puede desarrollar sin un plan productivo. Si alguien piensa que un papel presentado en algún organismo internacional garantiza el desarrollo, es por lo menos un mentiroso.

Es como si un empresario cuando pide un crédito y lleva un flujo de fondos y una reseña de su plan de negocios al banco, piense que todo está solucionado.

Como desarrollamos en un artículo previo para que haya un plan debe haber una conjunción de gobernantes, técnicos y comunidad que pongan sus capacidades y sus voluntades para llevarlo adelante.

Todo el show al que nos someten los políticos profesionales es sólo una farsa en la medida que no nos cuenten como van a administrar los recursos para mejorar nuestras vidas.

Cada año se debe tomar decisiones que nos competen a todos, ningún político nos cuenta ni cuales son ni que piensan hacer con esas decidiones, solo lo debaten con su círculo de interés, la sociedad se entera cuando ya está decidido y casi con seguridad a los únicos que benefician es a aquellos que lo debatieron.

Sin políticos vocacionales, sin gobernantes libres y representativos, al igual que en los viejos reinados, dependeremos de la suerte que nos toque, y a nuestro país esa suerte le es esquiva.

Otro artículo escrito por Hugo Flombaum: El peor empate