Espacio Publicitario

publicidad
publicidad
publicidad

OLLA POPULAR Y RESISTENCIA EN LA ESCUELA PRIMARIA Nº 71 –

La distancia que separa EP Nº 70 de la EP Nº 71 no es de ocho o diez cuadras. En la primera se dictan las clases. En la segunda un grupo de madres, mujeres convencidas, decididas y empoderadas rechazan que sus hijos /as concurran a un edificio que está en obra y grandes problemas estructurales.

Son esas mujeres que no aceptan que la «palabra de un arquitecto y su firma» garanticen la habitabilidad, seguridad y dignidad. Al 21 de marzo de 2019 no hay clases, pero además nace un nuevo concepto institucional bautizado «habilitación». La inspectora de área junto a la directora de la Escuela Primaria Nº 71, explican en off que «la firma de un profesional matriculado que habilita tres o cuatro salones» obliga a ellas, autoridades competentes, a poner en marcha el ciclo lectivo en forma parcial dejando sin efecto práctico el «informe de conflicto o riesgo que fue aplicado por directoras /es durante el segundo semestre del año pasado para justificar el no dictado de clases ante condiciones inadmisibles e insoportables».

Tanto la señora Inspectora como la Directora, aclaran que no pueden dar explicaciones públicas ya que, de hacerlo, serían sancionadas por la autoridad jerárquica superior. Ambas aclaran que, ni bien se produzca la firma del arquitecto, la escuela abre sus puertas.

El edificio, visualmente, no muestra su recuperación. Desde ayer a la mañana, las madres tomaron ubicación en la puerta de ingreso e impiden que los docentes cumplan horario en esas condiciones laborales.

Hoy, la olla popular con un guiso en plena cocción, concentra a las personas convencidas que, después de las muertes de Sandra y Rubén, no se soportan parches y engaños.

María Cristina sitúa el olvido histórico y con ese peso de legitimidad transmite la defensa del derecho a vivir y estudiar: «Seguimos esperando que los chicos empiecen la escuela, mientras volvemos atrás porque les dan clases en una iglesia o en un campo teniendo este edificio. En verdad las autoridades nunca se ocuparon de esta escuela mientras otras salen adelante».

La continuidad pedagógica acompaña la fragilidad educativa. La pedagogía popular que abraza la escuela y planta la olla, tiene la reflexión de Marta: «La propuesta que nos dan a nosotras para nuestros hijos /as es que debemos seguir esperando y estar pendientes a lo diga el arquitecto. La propuesta es que habilitarían tres aulas, Primero y Sexto de Primaria; y Primero a Cuatro de Secundaria. Por supuesto que eso es insuficiente, pero además se necesita del comedor porque hay niños /a que obtienen el único plato de comida acá pero desde agosto del año pasado sólo reciben un sándwich.

¿No reciben viandas de la Intervención del Consejo Escolar?

Sí, está compuesta por galletitas, un jugo, naranja y el sándwich.

Pamela no olvida que esa escuela, ese edificio atravesado por la desidia y el abandono sistemático del gobierno provincial, antes y ahora, siempre se abre cuando el agua desborda el Arroyo Las Catonas. Luego marca lo que no es atendido: «Nuestros hijos /as tienen todo el derecho de estudiar en condiciones dignas. Algunos chicos reciben una hora de clases, pregunto si de esa forma pueden aprender. Estamos indignados porque no sabemos a dónde vamos a poner a nuestros hijos, pero las autoridades que no se hacen cargo atacan a los maestros y a los padres diciendo que no nos hacemos responsables».

Un dato que no es efecto colateral sino directo de la hipotética reconstrucción. «Muchos padres sacaron a sus hijos de esta escuela llevándolos a servicios aledaños del distrito pero también a San Miguel», describe Rocío y agrega: «Eso significa una mayor distancia y contar con más dinero. Tienen que levantarse de madrugada para que sus hijos puedan estudiar cuando existe un edificio como este, que es la escuela del barrio».

Las madres deben procesar la «información parcial que llevaría a una apertura de la escuela para algunos alumnos /as».

Santa revuelve el cucharón en la olla. Habla en nombre de los que resisten el embate institucionalizado: «Estuve en el Comité de Crisis, muchos me conocen, pero no sabía esto de la «habilitación» en lugar de «aseguramiento y habitabilidad». Acá las autoridades dicen que van a abrir la escuela pero sin techos terminados, sin provisión de agua y luz. Está mal lo que hacen porque los directivos y maestros tienen que estar a favor de la comunidad y no en contra. Por eso decimos que nosotras haremos lo que corresponde, tomaremos la escuela para defender la vida y la educación de nuestros hijos. Ellos plantean que necesitan ingresar a su lugar de trabajo y nosotras queremos el mejor lugar de estudio para nuestros hijos pero parece que no lo entienden. Esto es una guerra y no sabemos cómo va a terminar porque incluso lo que quieren hacer con la propuesta de abrir como sea es que nos enfrentemos entre padres y madres».