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Izquierda Diario.- Hace algunas semanas vieron la luz unos documentos que muestran el lobby que llevaron adelante los grandes laboratorios sobre los gobiernos europeos durante todo este tiempo de pandemia. Los difundió un observatorio de las corporaciones europeas y muestran datos que dejan en evidencia la irracionalidad en la producción y distribución de vacunas a nivel internacional.

Se sabe que países como India y Sudáfrica están pidiendo que se renuncie (aunque sea parcialmente) a las patentes en la Organización Mundial del Comercio para vacunas y tratamientos contra el covid. 

Sin embargo, los documentos revelaron que en diciembre pasado, en plena segunda ola del virus en Europa y cuando las vacunas estaban a punto de ser autorizadas por la Unión Europea, el lobby de las grandes farmacéuticas presionaba en Bruselas (sede del Consejo y el Parlamento europeo) contra la idea de relajar las normas sobre propiedad intelectual. Y Bruselas, consecuentemente, rechazó la idea desde el principio. 

Los documentos muestran las maniobras del gran lobby farmacéutico de la Federación Europea de Industrias y Asociaciones Farmacéuticas para presionar a la Comisión. El gasto en lobby de esa Federación llegó de hasta 5,5 millones de euros en 2020 con la participación de 25 lobistas (4,6 millones había sido en 2019). Una “inversión” podría decirse para evitar «cualquier flexibilización de los derechos de propiedad intelectual». 

Al planteamiento de la necesidad de flexibilizar las patentes, esta Federación Europea y la Federación Internacional de Asociaciones y Fabricantes de Productos Farmacéuticos respondieron con una afirmación insólita: “Representa una medida extrema para un problema no identificado». 

¿En qué contexto de produce esta situación? La semana pasada hablamos del negocio de las vacunas en nuestro país. Al día de hoy, sólo unos pocos países del mundo están cerca de una aplicación sustancial de vacunas sobre su población (Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel); el número de muertes diarias es mayor que en cualquier otro momento, y lo mismo ocurre con el número de casos activos y recién infectados. Las nuevas variantes están ganando terreno en varios países. Y un dato esencial: una parte significativa de la humanidad no tiene perspectivas de recibir una vacuna en un futuro inmediato. Según un análisis elaborado en enero de 2021, 85 países no verán un despliegue sustancial de vacunas hasta 2023, y en los meses posteriores a esa evaluación las cosas no han mejorado. Al momento de redactar el informe (10 de abril de 2021), solo tres de los 54 países africanos han podido vacunar al 1% de los ciudadanos. De hecho, la OMS ha descrito la situación actual como un «fracaso moral catastrófico» y otros lo definen como «apartheid vacunal». 

¿Hay capacidad para producir más vacunas? 

Según distintos análisis, la industria farmacéutica de India puede producir hasta 2.400 millones de dosis al año. Pero, por el momento, solo una fábrica —el Serum Institute— ha cerrado un acuerdo para producir una de las vacunas (AstraZeneca) y está previsto que produzca “solo” 1.000 millones de vacunas este año. Menos de la mitad de su capacidad y de su escala. 

Además, existen por lo menos 21 fabricantes de genéricos en el mundo que podrían comprometerse a trabajar juntos para producir vacunas. Esta abundante capacidad se encuentra inactiva. Según Nicole Lurie, vocera de la Coalición para las Iniciativas de Preparación para Epidemias (CEPI): «Todavía hay un exceso de capacidad ociosa. Las empresas que han recibido vacunas establecidas (o autorizadas) son reacias a formar asociaciones, particularmente con fabricantes de países en desarrollo». 

Los propietarios de vacunas mostraron muy poco interés en ampliar la producción a través de licencias o fabricación por contrato. Por ejemplo, Pfizer-BioNTech no celebró ningún acuerdo de ese tipo fuera de Europa y Estados Unidos. La única empresa que ha llegado a acuerdos con cinco empresas del “sur global” para producir vacunas es AstraZeneca, pero la mayoría se refieren a cantidades relativamente pequeñas. Está demostrado que hay un desinterés evidente por aumentar la capacidad de producción y proviene de los privilegios otorgados a las farmacéuticas por las normas sobre derechos de propiedad intelectual

Existe el mecanismo conocido como Covax, un fondo de acceso global para vacunas: es una de las herramientas promovidas por la Organización Mundial de la Salud, la Comisión Europea y Francia para garantizar el acceso presuntamente “equitativo” de todos los países a una vacuna. Fue firmado por al menos 172 naciones y debería distribuir dosis independientemente de los recursos económicos de cada país. Sin embargo, el 8 de abril pasado, la organización emitió un comunicado para celebrar la primera fase del programa: decían que habían alcanzado a más 100 economías y habían distribuido 38 millones de dosis a través del programa. Es decir, entre poco y nada. 

Por último, un dato muy importante a tener en cuenta: existió un apoyo financiero masivo de las instituciones públicas para la investigación de vacunas, y la evidencia sugiere que estamos presenciando una estafa importante. Una evaluación temprana de la financiación pública del desarrollo de vacunas muestra que las seis vacunas más destacadas han recibido en promedio alrededor de 1.500 millones de euros de dinero público en apoyo. En el caso de AstraZeneca, la evaluación más reciente es que la financiación pública constituía el 97 por ciento de los costos de investigación y desarrollo. 

Esto es el producto de una mecánica irracional que se repite en muchos ámbitos de la economía, pero que en este caso genera un daño inmediato y feroz: la producción social que autolimita la expansión, la financiación pública como principal y la apropiación privadacomo primer objetivo. El capitalismo socializa la producción y privatiza los beneficios. El resultado en el caso del covid es la larga extensión de la pandemia y las millones de muertes evitables. Un sistema con tamaña irracionalidad indudablemente merece perecer. Pero, en principio se torna urgente que se cumpla con una exigencia que cada vez se escucha con más fuerza: ¡Liberen las patentes!