TESTIMONIO DE UNA MUJER / MARÍA ISABEL SANTOS –
En el Instituto de Planificación Estratégica PENSAR Moreno hay puertas que se abren. Es la viuda del hombre que puso en la superficie lo que puede llamarse narco Estado, es la mujer que HOY puede entregar el testimonio de los infiernos, las violencias, las naturalizaciones, los miedos y el amor.

Ayer por la tarde María Isabel Santos habló con Desalambrar del libro, de la cárcel que transitó y la vida que pudo recuperar:
Fue una situación que (escribí) casi 23 años después de su muerte cuando empecé a escribir las memorias de mi vida, empecé a darme cuenta que viví encerrada muchísimos años sin darme cuenta. Correspondiendo a los mandatos familiares y de la Iglesia, había que ser una buena esposa, acompañar al marido en la salud, enfermedad, en las dificultades, me pare en esa historia de cumplir con esa responsabilidad como madre y esposa, naturalice sin darme cuenta toda esa violencia y esos encierros.
Me puede describir esas violencias que se fueron desplegando y que después de la muerte de (Pablo Escobar) usted dice “voy a escribirlo”, precisamente para que otras mujeres identifiquen lo que es la naturalización
Son diferentes violencias, no siempre es física, la mía fue psicológica y física en cuanto a los (atentados) que viví para matarme a mí y a mis hijos, era muy complicado entender toda esa historia. Lo que estoy empezando ahora es a escribir esas memorias para poder invitar a las mujeres a que reflexionen puedan darse cuenta de esa naturalización de la violencia. Estoy trabajando en eso y en un modelo para que ellas puedan desarrollar habilidades para que puedan salir de esa cárcel.
¿Encontró en esa cárcel alguna puerta de salida o era imposible en medio de esa violencia, por miedo de sus hijos, de usted?
En ese momento no podíamos tomar una decisión porque Pablo tenía mucho poder, solamente podíamos movernos hacia donde él decía y como él lo decía, no tenía ninguna posibilidad de salida desde mi lugar, el miedo me paralizo. Me costó 25 años ponerme de pie, salir del encierro y tomar el coraje de contar mi historia, lo que viví, lo que sentí al lado de Pablo Escobar, es un trabajo de todos los días, de muchos esfuerzos, perdí mi voz durante 25 años. Apenas ahora estoy en mis primeros pasos a partir de la presentación de mi libro hace dos años, como he viajado por todo el mundo me he encontrado con muchas mujeres que me han pedido ayuda, ellas me están regalando esa posibilidad de poderlas inspirar desde mis dolores y los de ellas también, hacen un trabajo de retroalimentación conmigo.
¿Es el momento de mayor libertad en su vida?
Si, digamos que sí, es una libertad muy relativa porque cuando vivís tan excluida de la sociedad, con tantos juicios alrededor de tu historia, todo el mundo opina sin conocerlo, se paga un precio muy alto. Es una libertad relativa pero estoy trabajando por ella, no me voy a ir de este mundo sin lograrlo.
¿Le han manifestado que usted podía hacer algo para frenar o condicionar el poder, el volumen de Pablo en esos años? Ubicándola en una posición tan incómoda de complicidad ¿Qué puede responder a eso?
Puedo responder que viví en una cultura machista, que aún existe en Colombia y no ha cambiado para nada, las mujeres no tenemos derecho a opinar ni preguntar. No había posibilidad de conversaciones con Pablo.
¿Fue un proceso esta cárcel o desde un primer momento se dio cuenta que estaba bajo esta influencia?
No, conocí a Pablo Escobar cuando tenía 12 años y el 23, lo de nosotros fue un idilio de amor, un sueño de tener hijos y un hogar, pasó un tiempo largo, mi hijo tenía 8 años cuando apenas empezaron a vislumbrarse las situaciones en el país.
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