La Ley Micaela fue sancionada a fines de 2018 y promulgada en enero de 2019. Lleva el número 27499 y en lo sustancial dispone que los integrantes de los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) deben capacitarse en perspectiva de género. La ley busca, justamente, evitar que se repitan situaciones como la que llevó a la muerte de Micaela García, en manos de un femicida que gozaba de libertad luego de otros delitos vinculados a la violencia y el odio de género, cuya gravedad habían sido subestimadas por la justicia y por eso no estaba preso.
La ley, además, goza de la adhesión de las provincias y en cada provincia se adhieren los municipios, de modo tal que la capacitación alcance a los agentes públicos de los tres niveles de gobierno y en cada uno de ellos a los tres poderes.
Ahora bien, suponemos que donde las leyes nacen deberían tener su lugar más sagrado a la hora de su respeto y cumplimiento; sin embargo, es donde más impúdicamente nos exhiben su incumplimiento.
El pasado 10 de octubre, vimos un cruce de palabras bastante subido de tono, donde el siempre desbordado diputado Fernando Iglesias le gritaba a la presidenta de la Cámara de Diputados un insulto y ella le gritaba que no le faltara el respeto; registrando el expreso contenido misógino del insulto recibido y acusándolo de ser un “macho de vitrina”.
Más allá de lo pintoresco de la definición y de que podamos discutir si de verdad el profesor de vóley es un “macho de vitrina” o de lodazal o de chiquero lisa y llanamente; lo vergonzante y profundamente indigno de la situación es que, en la cuna de las leyes, las mismas no sólo no se cumplen, sino que además se violan, sin sanción y lo vemos (lo aprendemos y lo aprehendemos) por televisión.
El hecho no es aislado, en diciembre de 2022, también asistimos horrorizadas a la visualización de Ritondo haciéndole un gesto de grotesco contenido sexual y violencia de género a la misma Presidenta de la Cámara de Diputados. En esa instancia el Frente de Todos pidió la expulsión del referido diputado, pero la petición duerme su sueño machista.
Seguros de su impunidad, ambos siguen siendo diputados, brillando por su ausencia en la solución de los principales problemas de la agenda social o votando en contra, cobrando sus suculentas dietas y dando muestras de su brutalidad misógina, como si nos espetaran a través de sus gestos que las leyes se hacen “para no cumplirlas”.
Si la Cámara de Diputados tuviese un presidente hombre, seguramente no tendríamos que soportarles sus obscenidades impunes, pero acá estamos para reclamar que las leyes se hacen para cumplirlas y no para que nos restrieguen cómo se violan en la propia Cámara de Diputados los que en definitiva no sé si son “machos de vitrina”, pero sí estoy segura de que son “cobardes de lujo” y nos vienen saliendo muy caros.
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