ES LA POLÍTICA, ESTÚPIDO –
Parafraseando, en sentido inverso y anticipatorio, a la afirmación de Bill Clinton “es la economía, estúpido”, podemos decir que el Cordobazo fue un hecho histórico fundamentalmente político.
De todos modos, vale hacer un análisis de la situación y de los problemas económicos de la época.
El mundo vivía el último tercio del período conocido como del Estado de Bienestar, resultado de la innovación tecnológica, del desarrollo del comercio internacional y fundamentalmente, del petróleo barato.
La Guerra Fría, el miedo a una Revolución Socialista, llevaron a los países del campo capitalista a llevar adelante políticas distribucionistas y de aumento del consumo popular.
El estado era actor principal en la gestión de servicios y en la obra pública. También intervenia haciendo uso de las herramientas macroeconómicas de que disponía para sostener la demanda y el crecimiento.
Pero por otra parte, se producía en América Latina una confrontación entre los partidarios del Establishment y los amplios sectores que aspiraban a un cambio social, a vivir en una sociedad más justa.
El crecimiento económico mostraba al país como un jardín de Tántalo, en el cual no todos accedían a los frutos. De modo que las fuertes movilizaciones se dieron no a partir de situaciones desesperadas, sino desde una motivación aspiracional, que no era sólo atinente a lo económico sino también a lo político, a un ansia de participación y libertad.

Los poderes fácticos apostaban a lo que Guillermo O´Donell denominó Estado Burocrático Autoritario. Este modelo funcionaba en países donde gobernaban sangrientas dictaduras como el Franquismo en España y Salazar en Portugal. En Italia hubo intentos golpistas de esta naturaleza en 1966.
Es en este contexto que se produce el Cordobazo.
Pero hagamos primero una descripción somera de situación político-económica en la Argentina desde 1966 hasta 1969.
El 28 dejunio de 1966 se produjo el derrocamiento del presidente Arturo Humberto Illía por parte del general “azul”, supuestamente legalista, Juan Carlos Onganía.
A poco de usurpar el poder, anunció que el proyecto del gobierno sedicioso se debía prolongar por al menos 20 años, hasta hacer efectivas las transformaciones proyectadas. Si pensamos que los golpistas brasileños de 1964 permanecieron hasta 1985, esta pretensión no era del todo imposible.
Y justamente la competencia con nuestro vecino, que llevaba adelante políticas desarrollistas, fue lo que alentó a numerosos militares “nacionalistas” y “desarrollistas”, a impulsar a este gobierno que supuestamente llevaría a cabo el “despegue” de una economía estancada por la “inacción, incompetencia y corrupción de los políticos”.
El concepto de Orden, tan caro a los altos mandos, a la jerarquía eclesiástica y judicial, se presentaba como la mejor medicina frente al “caos y la anarquía”, a las ideologías “foráneas”, y ese orden se establecía con bastones, gases y disparos.
Ese Orden había derrocado a un gobierno legal, disuelto los poderes legislativos en sus tres niveles, depuesto a todos los cargos electivos, intervenido el Poder Judicial, prohibió a toda organización sindical, política y estudiantil, suspendió las garantías constitucionales. Regía la censura previa en el periodismo y en las artes. Una verdadera mordaza a las libertades y derechos ciudadanos.
Claves de la economía 1963-1975
Los años siguientes al derrocamiento del Presidente J. D. Perón fueron de recesión, inestabilidad y caída de la actividad económica. La política oficial se centraba más en el antiperonismo que en la generación de un proyecto coherente de desarrollo. Recién es con la llegada de Arturo Frondizi a la presidencia en 1958 que se avizora un plan consistente para el desarrollo económico: autoabastecimiento de petróleo, shock de inversiones extranjeras, industrialización y aumento de las exportaciones tradicionales para financiar la transformación. Una fuerte devaluación y caída de los salarios reales, recorte en el gasto público y el cierre de numerosas líneas ferroviarias con masivos despidos, son la inauguración de un ciclo que se repite cada tres o cuatro años en la Argentina: el Stop and Go. Estas medidas atenúan la restricción externa (falta de dólares para importar energía e insumos)a partir de la caída de la demanda interna y posiciona con alguna ventaja temporal a los exportadores. La inversión directa (petróleo, metalmecánica, petroquímica etc) completaba el soporte del plan desarrollista.
El gobierno de José María Guido, títere de los militares golpistas que derrocaron a Arturo Frondizi el 29-3-1962, actúa con la inercia propia de quien no tiene poder de decisión para llevar a cabo un plan de acción coherente.
Recién es con la presidencia de Arturo Humberto Illia, surgida de comicios en los que el peronismo fue proscripto, que se aplica un plan de gobierno y una política económica acorde con el programa propuesto en la campaña electoral.
La presidencia de A. H. Illia sufrió hostigamiento permanente por parte del creciente poder militar, el desgaste desde medios periodísticos como la revista Primera Plana que señalaban su “inacción y lentitud”, y de empresarios que veían cómo los golpistas brasileños llevaban a cabo un plan desarrollista que agrandaba la brecha entre la industria argentina respecto de la brasileña, principalmente la paulista.
No obstante esto que señalamos, el gobierno de Illia fue uno de los más exitosos, tasas de crecimiento del PBI de un 11% para el año 1964 y de un 10% para 1965. Se duplicó en esos años la fuerza motriz aplicada al campo, lo que produjo una verdadera revolución productiva en la pampa húmeda, sobre todo en la agricultura. El sorgo, el maíz, el trigo y el girasol colaboraron en la generación de divisas para el país.
La balanza comercial fue superavitaria entre 1964 y 1969, aunque luego el saldo de la cuenta corriente se redujera o pasara a ser negativo a causa de las cuentas “invisibles” (intereses, seguros, royalties, remisión de ganancias de empresas extranjeras).
También la reestructuración de la Deuda Pública, con tasas más bajas y mayores plazos, junto con beneficios fiscales y arancelarios para los inversores colaboraron en estos años que fueron mejores que lo que el imaginario social los percibía.
Claro que el talón de Aquiles de este gobierno fue su debilidad política: las presiones del peronismo excluído de la participación legal y el creciente alineamiento de los militares con el proyecto que bajaba desde los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría, marcaron su final con el golpe de estado del 28 de junio de 1966.
El nuevo gobierno define su sesgo autoritario y extranjerizante en el año 1967 con la asunción en el Ministerio de Economía de Adalbert Krieger Vasena. Un representante genuino del capital norteamericano.
Comienza así una etapa de inversiones en cartera, esto es, la compra de empresas argentinas para adecuarlas y articularlas con la nueva división internacional del trabajo basada en la exportación de capitales y el control de los países y sus economías por parte del Imperio.
Durante los tres años en que Krieger Vasena ocupó el Ministerio de Economía se produjo también un fuerte impulso a la obra pública: el Túnel Subfluvial Santa Fe – Paraná, el complejo de puentes Zárate-Brazo Largo, la represa El Chocón, la Central Nuclear Atucha, la pavimentación de la Ruta 3 son los ejemplos más representativos de este auge. Es en ese momento cuando se consolidan los grupos económicos ligados a la obra pública, la llamada “Patria Contratista”, que creció al calor de los abultados costos que facturaban al Estado.
Pero a grandes rasgos se puede afirmar que hacia el año 1969 el cuadro macroeconómico del país no era malo. Es más, los indicadores de crecimiento del PBI, 3,6% en 1967, 5,3% en 1968 y del 9,6% en el año 1969 son más que aceptables. Las exportaciones crecieron y se recuperó el salario real. Las cuentas públicas cerraban bastante bien, con una caída del déficit global del 4,2% al 1,8% del PBI.
Es claro que ya en el año 1969 algunos indicadores no favorecían al consumo popular: la carne aumentó en ese año un 100%, obligando a la instauración de la veda por varios días al mes.
Entonces, ¿qué provocó la renuncia del ministro a fines de 1969 y la caída del mismo Onganía meses después? Sin dudas la causa fue política.
Las fuerzas sociales y el empate hegemónico
El Mayo Francés de 1968, la Primavera de Praga en ese mismo año, los movimientos juveniles contra la Guerra de Vietnam en EEUU, la masacre de Tlatelolco en México, las movilizaciones populares, obreras, campesinas y estudiantiles en Latinoamérica se constituyeron en vasos comunicantes a los que la Argentina no fue ajena.

Los obreros cordobeses aspiraban a que sus hijos pudieran acceder a la Universidad, los estudiantes y la intelectualidad querían romper la mordaza oscurantista que había impuesto el régimen en los claustros. Los sindicatos buscaban recuperar su legalidad y su protagonismo. Los partidos políticos se aprestaban a volver a proponer sus planes de gobierno en una eventual apertura a la contienda electoral.
Perón desde su exilio en Puerta de Hierro empezaba a impulsar la lucha y el lugar de vanguardia de los jóvenes peronistas, la “Juventud Maravillosa”, reivindicaba el papel de las Formaciones Especiales como fuerza de choque del Movimiento.
La estrategia guevarista para América Latina, a pesar de su fracaso en Bolivia, se había hecho carne en centenares de miles de jóvenes que en América Latina se armaban para enfrentar al Imperialismo Yankee y a sus servidores vernáculos.
De modo que queda presentado un tablero en el que el Establishment financiero, de grandes empresas multinacionales, militar, eclesiástico por una parte, se enfrenta a un conjunto de fuerzas sociales (así lo denomina Portantiero, porque el conflicto no se ajusta a un antagonismo estrictamente clasista) que engloba a trabajadores, campesinos, estudiantes, intelectuales, pequeños y medianos empresarios por la otra.

Pero este enfrentamiento no se resuelve en un resultado, sino que es una contínua pulseada en la que cada campo pugna por imponer, sin conseguirlo, su proyecto, sus aspiraciones, a la otra.
Esta paridad lleva a la debilidad política del régimen militar y a la apertura electoral de 1973, tema que excede el ámbito de este trabajo. De modo, que volviendo al principio, el Cordobazo, el “Cielo del 69”, es la expresión de las aspiraciones de las mayorías sociales que buscan no sólo el bienestar económico, sino también la Justicia, la Libertad y poder ser protagonistas de su propio destino.
- Este es un anticipo del libro que editará el Instituto Superior Arturo Jauretche con motivo de los 50 años del Cordobazo. Es un libro realizado con la colaboración de varios autores, cada uno de los cuales ofrece una perspectiva propia. Lo que hoy se publica en este medio es de la autoría del profesor Sergio Gustavo Tagliaferro
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