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En 1889 Moreno era un pequeño pueblo de campaña, pocas manzanas alrededor de la estación, casas bajas, todo rodeado de grandes latifundios.La principal actividad era la ganadería, los campos de las grandes estancias eran destinados al pastoreo del ganado vacuno y ovino.

En este marco, sobre el final del año 1888, el 23 de diciembre, convocado por Tomás Andrés Rodríguez, dueño de la estancia La Porteña, un grupo de propietarios terratenientes se dirigieron al Gobierno Provincial solicitando el ensanche del ejido del pueblo con el objeto de dedicar a la agricultura los terrenos que en él se comprendan,a fin de aumentar la población y el comercio.

Luego de diversos trámites, el 29 de julio de 1889 se reúnen en la Municipalidad los principales propietarios: Francisco Álvarez, Claudio María Joly, Carlos Herrero, Tomás Andrés Rodríguez, Juan Rosalío Casco y el Intendente Ignacio Maldonado, ganadero al igual que el resto, quienes proyectan la superficie del ejido que por supuesto abarcaba sus propias tierras.

Tan sólo tres meses después, el 29 de octubre de 1889 fue aprobada la ley declarando ejido de Moreno a una superficie de algo más de 3.993 hectáreas, mediante la cual se declaraba de utilidad pública a 1.352 hectáreas de la estancia de Tomás Rodríguez, 503 de Carlos Herrero, 171 hectáreas de la propiedad de Manuel Salas, 710 hectáreas pertenecientes a los herederos de Alcorta y 21 de Claudio María Joly. La legislación incluía 974 hectáreas de Juan Rosalío Casco y 40 de Dámaso Sánchez, sumando un total de 16 propietarios. Los campos afectados quedaban sujetos a expropiación, los que serían subdivididos en chacras y quintas, destinados a la agricultura.Por su parte, las expropiaciones serían abonadas por la Provincia tras la valuación de las tierras.

Desde La Plata, Tomás Rodríguez envió un telegrama al Intendente Maldonado: mil felicitaciones. Ejido sancionado, Cámara Senadores.

Está asegurado el progreso de ese pueblo y me cabe el honor de haber sido su iniciador.

Sin embargo, la realidad se impondría con todo su peso. Desde 1886 gobierna Miguel Juárez Celman, llamado por sus opositores burrito cordobés. En 1888, el país ingresa en una vorágine de especulación financiera. El crédito se encarece por la demanda de capitales y no hay dinero para el comercio ni la industria. La deuda externa aumenta y las divisas obtenidas por las exportaciones salen del país para su pago. Los bancos restringieron los créditos y se desató el pánico en la bolsa. Aumentaron los valores mobiliarios y se detuvo la construcción.

Cae el salario y aumenta la inflación. El patrón oro que regía la economía a principios de 1889 empezó valiendo 147 pesos papel y había llegado rápidamente a 240 por ciento, el encarecimiento de la vida se hacía insoportable explica Juan Balestra en su obra “El Noventa”. Mientras tanto, desde mayo de 1887 la Provincia de Buenos Aires era gobernada por Máximo Paz, que inició una era de despilfarro de los fondos públicos con la emisión de letras y cédulas por millones y millones de pesos de los Bancos Hipotecarios y Provincia de Buenos Aires. Llegó a tanto el escándalo con la emisión de cédulas hipotecarias, que el presidente le pidió al gobernador que no se realizara ninguna más. Sin embargo, se llevó a cabo una última serie por valor de 40 millones.

También se tomaron empréstitos externos con hipotecas sobre bienes provinciales. Asimismo fueron vendidas diferentes líneas ferroviarias de la provincia. Entre ellas el Ferrocarril del Oeste que otorgaba ganancia, el cual a partir del 28 de abril de 1890 pasó a manos de la New Western Railway of Buenos Aires, de capital inglés. Desde su gobierno, Paz también promovió la formación de “Centros Agrícolas”, a los que con tan sólo la solicitud y sin respaldo alguno, se le otorgaban jugosos préstamos bancarios a tierras sobrevaluadas y sin mejoras. De este modo el Banco Hipotecario otorgó préstamos por valor de 81 millones, una fortuna para la época. Otro tanto ocurrió con la Ley de Ejidos o de fraccionamiento, un fabuloso negociado que abarcó a 19 partidos bonaerenses y fueron expropiadas 139.738 hectáreas. Entre éstos se deben contar al vecino Partido de General Sarmiento (San Miguel), que fue creado sobre la base de una parte del territorio morenense, en vísperas de la aprobación de la ley de Ejidos en Moreno, el 18 de octubre de 1889.

Este negocio consistía en una exagerada sobrevaluación de los campos afectados por el ejido, a cuyos propietarios el Estado Provincial pagaba altísimos precios por las tierras que luego fraccionaba en lotes para chacras y quintas y que a su vez vendía a particulares.

Carlos D´Amico, ex gobernador bonaerense, mediante su libro “Buenos Aires, Sus Hombres, Su Política (1860-1890)” es el encargado de explicarnos el caso de la Ley de Ejidos en Moreno:

Ésta es una invención maravillosa para mascar a dos carrillos. Se llama en Buenos Aires ejido de un partido, la porción de tierra alrededor del pueblo cabeza de distrito, destinado a sembradío, en contraposición de la generalidad de la tierra que es destinada al pastoreo de animales. El ensanche de ejidos de que Paz se ha valido para sus enormes derroches, consistía en expropiar en ciertos pueblos una cantidad de tierras de pastoreo, dividirla en pequeños lotes, para revenderla. ¿Quería Paz favorecer a un amigo que era dueño de un terreno lindero a un pueblo? Pues se lo expropiaba por un valor décuplo del verdadero, pagándoselo,sea en letras de tesorería, de la que ha emitido por valor de 10 millones, sea en cédulas hipotecarias, de la que ha emitido hasta la suma de 9 millones, y además ha comprado algunas leguas más, que se supone lleguen al valor de 10 millones… ¿Paz quería regalarle a uno de sus muchachos, que no tenía bienes raíces, ni bienes de ninguna clase, unos cuantos millones?Pues el procedimiento era sencillísimo: el individuo favorecido compraba a cualquier precio un terreno lindando con un pueblo, lo pagaba con dinero que Paz le hacía dar del Banco de la Provincia, e inmediatamente el Estado lo expropiaba por diez o veinte veces lo que había costado. Si al favorecido se le exigía demasiado de sus ganancias, se resarcía no devolviendo al banco el dinero que le había tomado.…y para que se comprenda hasta donde se ha llevado el abuso, óigase este dato: por el Código Rural, todas las tierras distante diez leguas alrededor de la Ciudad de Buenos Aires son de pan llevar, es decir, destinadas a sembradío.

El pueblo de Moreno está a seis leguas, todas sus tierras son de consiguiente de sembradío, sin embargo Paz ha expropiado en ese pueblo, tierras para destinarlas a lo mismo a que ya estaban destinadas: ¡a sembradío! ¡Pero es así como se han distribuido los treinta millones gastados en ensanche de ejidos!

El negociado de la ley de Ejido en Moreno fracasó por falta de tiempo y por la aguda crisis que desembocó en la revolución de julio de 1890, con la renuncia del Presidente. Por su parte, Máximo Paz finalizó su mandato en mayo de 1890, lo sucedió Eduardo Costa, quien en su gobierno debió hacer frente a abultadas deudas. Es en esta época que cobró enorme fuerza la teoría de que el Estado es mal administrador mientras el país sufría profundas transformaciones sociales como resultado de una innumerable población de origen europeo, a la vez que en ese año se hacía frente a una obligación anual de 135 millones de pesos, en concepto de servicios de la deuda externa. La crisis y el clima moral de este período ayudó a la aparición de diferentes personajes. Unos, aventureros de la finanzas y de la alta sociedad, otros, chantajistas de frac, quebrados opulentos, bandidos galantes y también especuladores. A alguna de estas categorías correspondía Tomás Andrés Rodríguez, activísimo promotor del fraccionamiento para el ejido de Moreno y principal beneficiado con el mismo.

Tomás Rodríguez era un hombre del régimen, por su origen cordobés pudo estar vinculado políticamente con el gobierno del Presidente Miguel Juárez Celman, también cordobés, al igual que sus más íntimos colaboradores. Sin embargo, Rodríguez también era funcionario de la Provincia, dado que ocupó el cargo de Presidente del Consejo Escolar de Moreno en dos oportunidades, entre 1885 y 1887 y en el año 1889, o sea, durante el mandato del Gobernador Máximo Paz.

Dueño de la estancia La Porteña, Tomás Rodríguez había adquirido esta propiedad a la sucesión de Adolfo Rojas, quien fuera Juez de Paz y Presidente de la Municipalidad entre 1871 y 1874. Importante establecimiento agrícola ganadero, La Porteña fue fundada por Hermenegilda Álvarez, hija de Francisco Álvarez, y su esposo Adolfo Rojas, heredero consorte, título hoy casi incomprensible debido a que la legislación de la época consideraba menor de edad a las mujeres por lo que, si ésta era la heredera, los bienes los administraba el marido: en éste caso, Rojas. Seguramente La Porteña fue construida a fines de la década de 1870 y principios de 1880, período de gran prosperidad de la actividad rural y etapa en que la clase terrateniente bonaerense construyó numerosas casonas y mansiones en sus campos. El espléndido casco de La Porteña contaba con mirador, jardín de invierno, vitraux, fuentes de hierro y caballerizas entre otras extravagancias.

Tomás Rodríguez era un activo inversor en propiedades, a las que valorizaba mediante la incorporación de mejoras, en este caso dotó a La Porteña de un tranvía o pequeño tren tirado por caballos, sistema Decauville, que llegaba hasta las cercanías de la estación de Moreno. Finalmente, en 1895 Rodríguez vendió La Porteña a Juan Bieckert, socio de la famosa cervecería. El 21 de octubre de 1890, el Gobierno Provincial, ya a cargo de Eduardo Costa, dejó sin efecto las expropiaciones del fraccionamiento de tierras del declarado ejido de Moreno.

Como pueblo de campaña, Moreno continuaría su lento desarrollo atado a la actividad ganadera, rodeado de latifundios que frenaron su desenvolvimiento económico y poblacional por décadas. Respondiendo a las tendencias económicas, el gobierno municipal quedó en manos de los hacendados, que se sucedieron en su manejo. Recién a fines del siglo XIX, aquellos campos serán arrendados por innumerables tamberos, junto con la explotación lechera, y en los primeros años del siglo XX se instalaran granjas y quintas.

El fraccionamiento de los grandes latifundios llegará con la natural desaparición física de sus propietarios y la subdivisión entre sus herederos que, para 1920-1930, darán lugar a las quintas de fin de semana.