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MODELO PARA ARMAR –

Por La Izquierda Diario / Foto Télam

En la semana de la marcha climática, el Gobierno lanzó iniciativas para erradicar basurales, una ley de educación ambiental y planes para manejo de fuego. Mineras, agronegocio y petroleras agradecidas.

Una ley de educación ambiental, el plan federal Casa Común y otro para el manejo del fuego. Esas tres fueron las “ofertas” de Alberto Fernández y Juan Cabandié en la presentación del Plan de Políticas Ambientales, que se realizó este mediodía en los jardines de la Quinta de Olivos junto a intendentes, brigadistas, recicladores urbanos y jóvenes de organizaciones climáticas. El encuentro, con énfasis en la educación y la responsabilidad individual, no tocó temas espinosos y ninguno de los presentes mencionó que el viernes 25 será una nueva acción global contra la crisis climática, que en Buenos Aires tomará la forma de una protesta de Congreso a Plaza de Mayo.

Con un discurso general y apelaciones a la juventud, Cabandié presentó los tres ejes de Casa Común: Agroecología y prácticas sostenibles, Economía circular y Reservas naturales urbanas, viveros y áreas verdes. El fin de este plan es “promover el desarrollo humano integral y sostenible mediante iniciativas innovadoras de producción, concientización y educación”. Sin menciones al agronegocio, la megaminería y el impulso a Vaca Muerta y el sector petrolero, el ministro habló de un “cambio de paradigma” para pensar la “reconstrucción” de Argentina a partir de la combinación entre “crecimiento económico, justicia social y justicia ambiental”. También aclaró que la agenda ambiental “no es obstáculo para el desarrollo”, sino “parte de la solución”. ¿A quiénes les hablaba?

En su intervención, Fernández divagó entre tema y tema, sin abordar los severos cuestionamientos que recibe su Gobierno en materia ambiental. Con eje en la responsabilidad de “la humanidad” ante la crisis ecológica, señaló que la pandemia mostró que somos los seres humanos los que “depredamos el ambiente”, afirmó que eligió a Cabandié por su juventud y que el ministro está cumpliendo su función “mucho más que bien”.

A veces las corporaciones se vuelven más poderosas que los países y las decisiones de la gente. Ahí tenemos que ponernos firmes. Ningún negocio es más importante”, sostuvo Alberto Fernández ante la convocatoria. De lo contrario, “estaríamos privilegiando la rentabilidad de unos pocos en perjuicio de la mayoría”, agregó como si describiera a su propio Gobierno.

El “ambicioso” plan ambiental del Gobierno del Frente de Todos es erradicar los basurales a cielo abierto, que son cinco mil en todo el país y sin dudas representan una parte del problema ambiental. El Gobierno propondrá la construcción de plantas de tratamiento de residuos y habló de adjudicaciones en Quilmes, Moreno, Formosa y Concordia. “El primer acto de solidaridad es separar los residuos en nuestros domicilios”, apuntó el ministro.

También se anunció un plan nacional de manejo de fuego, que sumará nuevos brigadistas y dos “puntos estratégicos”: Córdoba y sur de Misiones. Sin ponerse colorado, Cabandié atribuyó los incendios a la emergencia climática, con sus altas temperaturas y sequías prolongadas. A diferencia de regiones como California, nada de eso ocurrió en las sierras de Córdoba o el delta del Paraná, donde no fue precisamente el impacto de rayos en pasto seco lo que provocó miles de focos de incendios que arrasaron cientos de miles de hectáreas. “Ciertos sectores productivos tendieron a quemar pastizales”, reconoció el funcionario, para volver a depositar en “la Justicia” la responsabilidad por el hecho de que, tras seis meses de quemas continuas, todavía no haya nadie preso. Con la misma «dureza» que lo caracteriza frente al empresariado, Alberto Fernández llamó “pícaros” a los terratenientes.

Sin embargo, en ese plan no hubo menciones sobre cómo frenar los desmontes, la deforestación inédita, la crisis hídrica, las fumigaciones con agrotóxicos, la contaminación y sospecha de sismos por el fracking, la depredación de ecosistemas marinos y las quemas intencionales por parte del modelo sojero y la especulación inmobiliaria. Es decir, las actividades destructivas impulsadas por intereses nacionales y extranjeros, que se profundizan Gobierno tras Gobierno.

Tampoco se habló del memorándum de entendimiento con China para la instalación de megagranjas porcinas en gran parte del país con el objetivo de exportar carne al país asiático, el tristemente célebre “anteproyecto 12 000 madres” que Felipe Solá y Luis Basterra defienden a capa y espada. Ambos ministros forman parte del “gabinete de cambio climático” junto a Cabandié, que se reunirá en estos días por segunda vez.

¿A quiénes les hablaban?

Al tiempo que reconocían que la juventud tomó la posta en conciencia y lucha ambiental, para Cabandié y Fernández la educación de niños, niñas y adolescentes es la herramienta esencial para combatir la crisis climática. “Necesitamos una ley de educación ambiental para poner en la cabeza de cada uno de nuestros niños y adolescentes por qué tiene sentido esta pelea”, expresó insólitamente el presidente. En tanto que Cabandié explicó que la ley “será aprobada rápido”, “será un hito” y necesaria para generar “una nueva conciencia”. Las décadas de extractivismo como política de Estado derriban cualquier idea de la “cultura” como responsable del saqueo, la destrucción y la dependencia.

El presidente enfatizó que se necesita “aprender a pensar de otro modo y amigarnos con la naturaleza”, y propuso acompañar la ley que enviará al Parlamento con un “juramento al medioambiente (sic)”, que él sería el primero en asumir. Seguramente a los representantes de corporaciones mineras, agroindustria y petroleras extractivistas con las que se reunió antes y después de asumir la presidencia les faltó «educación ambiental».

Lo que fue presentado como una experiencia inédita, con la convocatoria a organizaciones juveniles, de trabajadores y otros sectores de la sociedad civil, no fue más que una puesta en escena en la que el Gobierno no recibió ningún cuestionamiento a la matriz extractivista a la que seguirá apelando con el cuento de “atraer dólares” para pagar la deuda, algo que, más allá de denuncias generales, no se puso nunca en duda durante el amigable encuentro.