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La imagen, la impostura, el aparecer para ser visto es la forma por antonomasia de relacionarnos entre las personas. Lo insustancial de las cosas se diluye en imágenes percibidas y en las referencias de esas percepciones. Existir es ser mirado. Y mirar concede la existencia. Como en un juego de espejos la vida cotidiana no tiene sustancia.

«La sociedad del espectáculo» es una aproximación teórica que Guy Debord escribió hace más de 50 años. Hoy todo aquello suena a viejo. Pero sin embargo la relevancia de esas formulaciones aún nos interpela. La atronadora actualidad de la información permanente todo lo aplasta incluso la vida misma. Decía nuestro amigo Guy: «El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento de lo no viviente». Y como esto dice muchas cosas vamos por partes.

I.- LO NO-VIVIENTE

El espectáculo es para Debord la inversión de la vida, el espectáculo es el movimiento de lo no viviente. Demarca la vida y resulta en su inversión conviertiendola en aquello que es no viviente, inerte. La gangrena, lo que molesta: la alienación, el aislamiento, horas frente a pantallas, emociones y experiencias sentidas ante películas, series, noticias, discursos, comentarios, imágenes, audios en celulares, en computadoras conectadas a internet. La vida que se invierte. La vida prefabricada y prediseñada lista para el consumo.

II.- LO QUE NOS CONECTA NOS SEPARA

Entre la vida y el mundo surge la experiencia de la mediación que como el Aquiles de Zenón nunca alcanza a la tortuga. Siempre hay algo que se interpone, los textos y las imágenes, que de algún modo nos conectan al mundo -espectáculo, al mismo tiempo nos separan como mediación irremediable del mundo-real.

Lo que nos conecta nos separa. Elegimos o algo ya ha elegido por nosotrxs la experiencia representada del ancho mundo del espectáculo en detrimento de una experiencia de la realidad cercana, presente, muchas veces menos espectacular aunque menos previsible, menos controlable, menos manejable y menos propenso a proveernos del goce instantáneo de diseño. Para eso están las redes que escupen contenido reelaborado colectivamente hasta el hartazgo.

III.- RE-PRESENTACIÓN DE LO NO-PRESENTE

Molesta el que TODO ya esta ahí. Pero en realidad no esta presente sino que esta re-presentado. TODO ha sido dicho, pero como representación. Por esto es que la representación es total e integral. Nada puede ser pensado ni nada puede hacerse salvo aquello que es visto que es representado para alguien y constituye una re-producción del gran espectáculo. Lo que cae fuera es irrelevante, no es tenido en cuenta en ninguna relación social posible. Dice Debord: «El espectáculo se presenta a la vez como la sociedad misma, como instrumento de unificación.»

Pero definamos de manera preliminar algo en torno al espectáculo: El espectáculo es una manera de experimentar el mundo. Se lo experimenta no como presencia/presente sino como re-presentación; no es la experiencia del mundo sino que es la experiencia de la representación del mundo. Es lo que experimentamos ahí pero que está en el lugar de otra cosa. Y es el espectáculo lo que le da unificación a esa experiencia del mundo, y le da sentido.

Por lo tanto el espectáculo, que es representación total e integral, excluye o tiende a excluir experiencias presentes del mundo, no destinadas a la re-presentación: ese es «el corazón del irrealismo», lo no-viviente del espectáculo que se nos aparece como siendo más real que lo real.

IV.- LA EXPERIENCIA DEL MUNDO EN EL CAPITALISMO AVANZADO

No es posible separar el espectáculo de la experiencia efectiva del mundo porque la experiencia de las relaciones sociales «se encuentra invadida por la contemplación del espectáculo». La realidad objetiva está presente pero surge en el espectáculo, por lo tanto, el espectáculo es real no meramente una ilusión o un engaño, sino que esta materialmente producido y determina concretamente relaciones sociales. Esto quiere decir que si bien el espectáculo es una representación mediada del mundo, si bien es producido, no por ello es un invento accesorio inmaterial, sino que opera y determina relaciones sociales concretas. Y por esto no es posible separar lo real de lo ilusorio ya que el espectáculo es real y la realidad surge en el espectáculo. El espectáculo no es una experiencia de un mundo meramente ilusorio sino que es una experiencia histórica particular con un fuerte correlato objetivo, signada por la mediación de la tecnología de la comunicación, crecientemente controlada y manipulada para moldear subjetividades, formas de vida y modos de consumo.

V.- ESPECTÁCULO Y PASIVIDAD

«La actitud que el espectáculo exige por principio es esta aceptación pasiva que en realidad ya ha obtenido por su manera de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia. El espectáculo es la principal producción de la sociedad actual.» dice Debord.

VI.- LO INELUDIBLE DEL ESPECTÁCULO

No hay modo de escapar al espectáculo, a la representación, a la experiencia del mundo traducida en imágenes y textos para ser mostrados, salvo con y en la acción.

Nada que pueda ser traducido en un meme, en un posteo elude el espectáculo. Nada de lo que pueda decirse transforma relaciones sociales sino es através de una práxis que busque la presencia y eso solo es posible con acciones disruptivas, en principio irrepresentables, injustificables. Si la sociedad del espectáculo no lo entiende, no lo justifica, no le ve sentido es posible que se trate de un acto de resistencia. Sin embargo ¿cuáles son las condiciones para caracterizar ese acto de resistencia como liberador? Y además ¿no es esto caer justamente en la pretención de que es posible no ya separar lo real de la ilusión, sino separar el espectáculo del mundo efectivamente presente?

VII.- LA PASIVA COTIDIANEIDAD DEGRADADA Y LA ACCIÓN

El espectáculo no es un concepto supra histórico, existe en las sociedades modernas y tiene condiciones de existencia y formas materiales de construcción y sustentabilidad históricas con condicionamientos muy específicos. Esa singularidad determinada del Espéctáculo como fenómeno social es lo que lo hace ser esto y no cualquier otra cosa, es lo que le confiere la capacidad de degradar la vida concreta de todxs, transformándola en un universo especulativo. Solo la fuerza de la acción que se hace presente, no para ser aceptada, conceptualizada y representada, incorporada como discurso al gran espectáculo sino para delinear formas no mediadas de vivir la cotidianeidad concreta, puede llevarse puesto ese andamiaje controlado y manipluador, constructor de relaciones sociales degradadas y pasivas. Se trata de tomar el control de nuestras vidas. Esto se dice muy fácil pero ¿qué hacer?

VIII.- ¡REBELARSE!

Hablo de la necesidad de rebelarse colectivamente sin necesariamente buscar consensos, hablo de democracia directa, y de poner el cuerpo no simbolicamente sino materialmente, de dejar de justificar situaciones indignantes por miedo a «escraches» en facebook, por sensatez, por aceptación de posibilismos timoratos, por lisa y llana comodidad o por conservar despreciables prestigios. Es necesario reeditar una y otra vez el peligro de rebelarse con saltos al vacío… Se trata de poner en riesgo de manera conciente la vida cotidiana que el especátulo nos provee. No hay otra manera.

IX.- EL ESPECTÁCULO INSTRUMENTALIZA LA CRÍTICA

Hoy el espectáculo ha integrado el «debate ideológico». Hoy toda idea es incorporada con legión de críticas, burlas, insultos, menosprecio y también indiferencias. La vehemencia de algunos sectores es directamente proporcional a su pasividad operativa. Pero, sin embargo,… lo que importa sigue pasando por otro lado. Guy Debord publicó «La sociedad del espectáculo» en 1967. Había nacido en París en 1931, fue filósofo, cineasta y activista político. Avizoró cómo el capitalismo pasaba, en su progreso industrial en los países centrales durante las décadas del 50 y 60, de la vigilancia de lxs trabajadores en el proceso productivo a la mercantilización de los pasatiempos, del ocio, al control del trabajadxr no ya como productor sino como consumidor. Debord fue protagonista junto a muchas y muchos otrxs del llamado Mayo Francés del 68. Fue uno de los fundadores de la Internacional Situacionista.