CUENTOS QUE NO SON CUENTO – Texto: M.J. Trigo, Ilustración: Mercedes Coifin.
Todo es conflicto. Todo, todo es un problema. Yo no sé por qué se hacen tanto problema por todo. Esa necesidad de convencer al otro que lo que hace esta mal hecho no es sano. Te predispone mal con la vida y no te deja compartir. Yo antes era así, muchas cosas pasaron para que me decidiera a cambiar. Por ejemplo me acuerdo que un día sin ir más lejos me acerqué a la casa de mi comadre porque andaba haciendo unas reuniones para hablar de algunos problemas del barrio. A mí todo lo comunitario siempre me interesó. Y todo lo político también, pero cuando se van de mambo y quieren que hagas «su» política, lo que les sirve a ellos, y te manipulan, ahí empiezan los conflictos y todo se empieza a desarmar.
Estábamos charlando lo más bien… y que no podía ser que el camión de la basura no pasara,… y que esto así no puede seguir… que tenemos que hacer algo. Y entonces llegaron dos mujeres y un hombre con «la solución», vienen como si descubrieran la pólvora, como si esto fuera así a partir del día que a ellos les conviene fijarse en eso. Entonces ahora sí se les antoja que esto no va más.
Tomé aire y me armé de paciencia. Yo les conté que cuando yo me mudé a este barrio no había nadie. Todo era campo. Había una casita por allá, otra por el otro lado. y esta calle no estaba, y aquélla era una huella y que nunca pasó el basurero. ¡Nunca! Pero es cierto, le digo, que ahora hay mucha más gente y que ya la basura es un problema. Algunos carreros van por el barrio y si les das unos pesos te llevan la basura, pero van y la tiran en el campito y entonces estamos en la misma. Es una risa. La gente lo que quiere es no ver la basura en la puerta de su casa. No le importa qué pasa con la basura, si la tiran al río, en la plaza o en un pozo. No le importa lo que le pasa al vecino. Pero ahora la basura ya le está ganando a la canchita y las ratas que salen de ahí son impresionantes. Es muy peligroso para los pibes que juegan a la pelota. Algo hay que hacer, digo yo.
Lo miro. El tipo este, que no sé muy bien de donde es, me mira como pensando cómo agarrar lo que digo. Y dice, La señora acá tiene razón, y engancha con lo que venía diciendo. Hay que sacar fotos, preparar una nota para que multen a la empresa… porque él conoce, dice, a uno que trabaja en el municipio que le dijo…
Explicaba lo mismo varias veces como para que nos quede claro, supongo. Y entonces cuando estaba explicando por octava vez le digo: Yo no confío nada en todo eso. Y se me queda mirando. Porque con suerte y si rompemos mucho las pelotas capaz le cobran la multa por no pasar por acá, pero van a seguir sin pasar…, le digo. Total saben que no vamos estar siempre reclamando y que nos vamos a cansar.
Hace 4 o 5 años, o un poco más, que empezó a pasar el basurero. Y hubo que armar flor de kilombo. Nos estabamos reuniendo, así como ahora, y un tarde nos fuimos a buscar al camión que daba la vuelta por allá donde termina el mejorado y éramos como 50 vecinas y casi lo bajamos al chofer. Le hablamos bien pero nos pusimos enfrente del camión y no lo dejabamos pasar. A partir de ese día parece que entendieron y empezaron a entrar. Cuando entró la primera vez ¡era una fiesta!
Y ahora, sí es cierto que entra cuando se le da la gana y que cada vez que llueven dos gotas no llega hasta acá y que el basural es impresionante por eso. Ya estaba cansada de hablar y de que no me escucharan, porque parecía que las mujeres estaban de acuerdo con hacer la notita y esperar a que este hombre les solucione el problema. Porque la gente es así es re-cómoda. Ay! yo quiero que me solucionen lo de la basura. Pero yo ¿ir?, ¿moverme?, no, ni en pedo. Andá vos. Yo no tengo tiempo. Y después se la pasan chateando en el celular. Ahora…, para pedir más policía no tienen ningún problema. Son re-fachos. La gente es así.
Estaban todos re entusiasmados con presentar la nota. Ahí salió una diciendo que ella había leído que unos vecinos de… no se acordaba qué barrio… habían denunciado que el camión no pasaba, y que entonces el Municipio multó a la empresa. Porque en esas reuniones todos saben de todo y vos sos una ignorante, la única tarada que no entiende por donde va la cosa es una. Empezaron a firmar la nota y cuando me la da a mí yo firmo pero le digo,… ¿vos qué ofrecés? porque esta nota la podemos presentar nosotros. Me responde indignado, Yo voy a hacer llegar la nota al que decide, a las personas responsables de este tema. Si otro la quiere llevar…, si la querés llevar vos… Me mira.
Entonces salta otra mujer y me dice, Si vos no estás de acuerdo no vengas acá a hacer problema. Me callé.
A la semana siguiente vino una cuadrilla con un camión del municipio y levantaron toda la basura. Pasaron una máquina y dejaron todo limpito. Estaba este tipo y las dos mujeres que andaban con él. Al día siguiente vinieron no sé cuantos autos un par de patrulleros y resulta que estuvieron caminando el barrio el intendente y no sé qué diputado nacional. La gente chocha. Yo pensaba: Así que por acá venía la cosa. Estos tipos no dan puntada sin hilo. Mi comadre me decía Qué suerte que limpiaron el campito. Y todos recontentos porque daban leche para los chicos. Yo por adentro me reía. Y… la gente es así.
Unos días después mi comadre me invita a otra reunión. Le digo que sí y cuando me empezó a hablar bien del diputado este, la paro y le digo: ¿No te sentís usada? Se quedó callada. Miraba al piso como humillada, vencida. Y me dí cuenta que me había mandado una cagada. No pensé que se lo iba a tomar así. Pensé que me iba a reputear, pero no. Estaba claro que ya le habían conseguido alguna cosa.
Yo esas tramoyas las conozco largas. Pero con Yani me dolía porque sabía todas las que se estaba comiendo al hablarme bien de estos hijos de puta. Y como ella me conoce tampoco hizo falta decir nada más. Rápidamente pasó de su aire humillado, al orgullo prepotente. Si querés venir es el sábado a las 4, me dio un beso sin mirarme y se metió para adentro. Ya nunca fue lo mismo con ella.
Todavía me acuerdo cuando cortábamos la ruta, cuando estábamos con el comedor. Ibamos juntas a todos lados. Entrabamos al hipermercado con toda la gente del comedor y hacíamos un kilombo impresionante, estaba todo el barrio con los bombos y todo. ¡Era un espectáculo! Otra época, otro momento. Ahora con Yani apenas los buenos días.
Por eso yo ya no trato de convencer a nadie. Trato de compartir lo que sé y de aprender de los otros, cosas que me sirvan. Trato de comer bien y estar en armonía conmigo misma y resignar los roles de “victimario”, “víctima”, o “rescatador” que tanto daño hacen.
Hoy el basural está más grande que antes y el barrio esta cada vez peor. De vez en cuando se cagan a tiros en el campito. Todos narcos. Dicen que como vienen las elecciones van a limpiar de nuevo. Ya ni me importa. Yo ya no me hago tanto problema, porque aprendí a rechazar las energías que agreden a mi ser esencial, cambiar lo que puedo cambiar y aceptar lo que no. Después de todo hay cosas buenas que hay que saber valorar. La vida es tan corta…
MÁS HISTORIAS
Última semana de inscripción para los Juegos Bonaerenses 2025
El Eternauta de Netflix «no es El Eternauta de Oesterheld y Solano López» pero se deja disfrutar
“Anatomía de un instante” en el Museo de Bellas Artes