Un accidente, lo imprevisible, y la vida cambia. Brisa viajaba en motocicleta cuando otra moto impacta en su pierna derecha. Corría el mes de marzo, empezaba el tiempo de espera, de los cuidados que recibió durante dos meses en el Hospital Mariano y Luciano de la Vega. Pablo, padre de Brisa, herrero de profesión y sin trabajo estable, vendió una camioneta para afrontar los elevados costos que impone el tratamiento. A veces suele ocurrir que no tiene el dinero para calmantes, gasas, insumos básicos para limpiar la herida de su hija, que está en la cama y no pude moverse por sus propios medios.
La urgencia es de todos los días. Es el llamado, en varias oportunidades al SAME, al 107, que tarda más de cuatro horas en comprender el pedido de auxilio.
Pablo solicita saber y conocer cuál es la prótesis que necesita Brisa, pensar que la operación no es una utopía, que el dolor pasará, que su hija vuelve a caminar.
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