Una demanda de los partidos del FIT-U, y en general del trotskismo, es la apertura de los libros contables de las empresas a fin de detectar ganancias “extraordinarias y fraudulentas” y combatir la inflación. En esta entrada examinamos críticamente esa consigna desde la teoría de Marx. Precisemos que si bien nuestra crítica se centra en el programa trotskista, es extensible a la creencia, de “sentido común”, de que la especulación, la avaricia y las estafas de los capitalistas son la causa de la inflación. Comenzamos recordando la forma en que la demanda fue presentada y justificada por Trotsky.
La abolición del secreto comercial en Trotsky
El punto 3 del Programa para Francia, escrito por Trotsky en 1934, está dedicado a la “abolición del secreto comercial”: “Para encontrar una solución favorable para las masas trabajadoras debemos confeccionar, sin demora, el implacable balance de la bancarrota capitalista y efectuar el inventario de las entradas y los gastos de todas las clases, de todos los grupos sociales. (…) … los capitalistas, los grandes explotadores, guardan celosamente sus secretos. Los trusts, los monopolios, las grandes compañías, que dominan la producción total del país mediante la posesión directa de las nueve décimas partes de la misma, jamás dan cuenta de sus raterías. Esta mafia explotadora se oculta tras la santidad del ‘secreto comercial’. El secreto comercial no es más que un artificio para controlar la vida de los pobres y encubrir todos los negociados bancarios, industriales y comerciales de los ricos… ¡Abajo el secreto comercial!; quienes piden sacrificios deben comenzar por presentar sus propios libros de contabilidad. ¡Así se revelará su deshonestidad!”
Años más tarde, en el Programa de Transición: “El secreto comercial de la época actual es un constante complot del capital monopolizador contra la sociedad. Los proyectos de limitación del absolutismo de los ‘patrones de derecho divino’ seguirán siendo lamentables farsas mientras los propietarios privados de los medios sociales de producción puedan ocultar a los productores y, a los consumidores la mecánica de la explotación, del pillaje y del engaño. La abolición del “secreto comercial” es el primer paso hacia un verdadero control de la industria”.
En los partidos trotskistas de hoy
La misma idea encontramos, por ejemplo, en Prensa Obrera, del Partido Obrero: “Es necesario conocer y dar a publicidad los verdaderos costos de las mercancías. No se trata de altos costos sino de altos precios. Hay que abrir los libros de las empresas y los grupos capitalistas para conocer la verdad. Aducen el secreto comercial. Pero el secreto comercial es solo para ocultar la realidad al pueblo porque los empresarios se ponen de acuerdo para fijar los precios arbitrariamente como lo demostró el negociado del ministerio de Desarrollo. Los libros deben ser revisados no por funcionarios corruptos o corruptibles sino por los trabajadores que, por otra parte, pueden corroborar en forma directa si lo que anotan los empresarios en sus libros… es real o un dibujo para justificar su latrocinio” (“Control de precios o descontrol organizado para el aumento de precios”, Rafael Santos, Prensa Obrera, 5/05/2020 aquí).
Otro pasaje: “la apertura de los libros de toda la cadena comercial bajo control obrero, para evaluar los costos reales, resulta fundamental a los fines de evitar sobreprecios” (Sofía Hart, 4/10/2021, aquí). Otro: “… ir sobre la apertura de los libros para ver cuáles son los costos reales de la producción y comercialización de los alimentos” (04/04/2022). Otro: “Para “combatir a los especuladores” hay que empezar por abrir los libros de toda la cadena de valor al control obrero, corroborando los costos reales de producción y los márgenes de ganancia, y seguir por nacionalizarla de punta a punta; también bajo control de los trabajadores. La “mesa de los argentinos” no va a ser cuidada si quienes proveen el pan son los pulpos que especulan con los precios del mercado internacional o quienes remarcan los precios semana a semana arbitrariamente” (Prensa Obrera, 22/03/2022, aquí).
También el PTS: la inflación en Argentina tiene por causa “la sed de ganancia de las empresas” y por eso “hay que ir a ver las estructuras de costos y que se transparenten los registros contables de las empresas. Implementando un verdadero control de precios popular con comités de consumidores y trabajadores…” (Izquierda Diario, 14 de junio 2021, aquí). En otras publicaciones trotskistas encontramos el mismo tipo de formulación. En todos estos textos el acento está puesto en las “raterías”, los “negociados”, el “fraude” y la “deshonestidad” de los capitalistas. También en el “pillaje”, el “engaño”, el “latrocinio”. En este marco los aumentos de precios son “arbitrarios”, “dibujados” y producto de los “complots” de los empresarios y su “sed de ganancias”. Ideas que también encontramos en el discurso del nacionalismo de izquierda y en los partidos stalinistas.
La crítica marxista
El enfoque marxista es opuesto al anterior. El punto de partida: la plusvalía (ganancias + intereses + renta + impuestos) no surge de una estafa, o engaño, sino es el producto inevitable –objetivo- de la propiedad privada de los medios de producción, de la explotación del trabajo y del mercado. Por supuesto, se puede decir, a fines de la propaganda, que el capitalista “roba” al obrero el trabajo impago. Pero teniendo claridad de que es un “robo” regido por la ley del valor trabajo, o sea, por las leyes del mercado. No hay en ello cuestiones éticas, o de actitud moral.
Por eso Marx escribía: “… yo no presento nunca la ganancia del capitalista como una sustracción o un ‘robo’ cometidos contra el obrero. Por el contrario, considero al capitalista como un funcionario indispensable del régimen capitalista de producción y demuestro prolijamente que no se limita a ‘sustraer’ o ‘robar’, sino que lo que hace es obtener la producción de plusvalía; es decir, que ayuda a crear ante todo aquello que ha de ‘sustraer’; y demuestro también por extenso que incluso en el cambio de mercancías se cambian solamente equivalentes y que el capitalista –siempre y cuando que pague al obrero el valor real de su fuerza de trabajo- tiene pleno derecho –dentro, naturalmente, del régimen de derecho que corresponde a este sistema de producción a apropiarse la plusvalía”. (“Glosas marginales al Tratado de Economía Política de Adolph Wagner”). Por lo tanto, desde una perspectiva marxista no tiene sentido reclamar “precios justos” ya que no hay “precio justo” que pueda suprimir la explotación del trabajo o eliminar los males (como las crisis, la desocupación, la carestía) del modo de producción capitalista.
Por otra parte, también es equivocado pensar que la mecánica de la explotación se pone al descubierto revisando los libros de contabilidad de las empresas. Es que en los registros contables las ganancias aparecen como el producto natural del capital invertido. ¿Qué tiene esto de “descubrimiento”?
Pero además, la apropiación de la plusvalía por el capitalista está mediada por la tasa media de ganancia y los precios de producción, en torno a los cuales fluctúan los de mercado. Por eso, la ganancia es la forma mistificada en que aparece la plusvalía industrial. Esto explica por qué la comprensión de la naturaleza y origen de la plusvalía no surge de examinar la contabilidad de las empresas. Marx no descubrió la forma en que se extrae el plustrabajo en el capitalismo estudiando libros contables, sino analizando críticamente las relaciones económicas y su reflejo en las categorías de la Economía Política. Agreguemos que tampoco la naturaleza del interés y de la renta pueden entenderse examinando libros de contabilidad. Repetimos; es necesario avanzar al estudio de las relaciones sociales subyacentes para atravesar la densa niebla del fetichismo de la mercancía, del dinero, la ganancia y el capital.
Especuladores, sobreprecios e inflación
Vinculado a lo anterior, tampoco se puede explicar un fenómeno general de mercado como es la inflación, por la especulación. Típicamente el especulador es aquel que retiene las mercancías para generar desabastecimiento y obtener beneficios extraordinarios. De ahí que esas ganancias se asemejan a las monopólicas. Estas, en principio, constituyen transferencias de plusvalía desde las ramas en que reina la libre competencia a las ramas que dominan los monopolios. Por lo cual las ganancias monopólicas tienen la contrapartida de las menores ganancias en otros sectores. Pero esto significa que no puede haber ganancias por monopolio de forma generalizada. Y el mismo criterio debe aplicarse a la especulación: no puede haber beneficios generalizados obtenidos por maniobras especulativas. En consecuencia, es imposible explicar el alza generalizada de precios por la especulación.
En un plano de mayor generalidad, dado que los precios de producción están determinados por la tasa media de ganancia sobre costos, no puede haber sobreprecios de forma generalizada. Lo cual es otra forma de decir que la inflación no se puede explicar por la existencia de sobreprecios. Pero entonces no tiene sentido decir que se combatirá el alza de precios detectando sobreprecios en los libros contables de las empresas. De todas formas, y a fines de argumentación, supongamos que existen sobreprecios en algunas ramas. Como hemos visto, entonces debería haber subprecios en otras ramas. Con lo cual explicaríamos una distribución “no equitativa” de la plusvalía entre ramas, y diferenciales de ganancias entre sectores monopólicos y no monopólicos. Pero con ello todavía estaríamos lejos de explicar un fenómeno continuado como es la inflación.
A fin de hacer todavía más sencilla nuestra crítica: si en Argentina la tasa de inflación anual es del 50%, y en Alemania del 2%, ¿se debe acaso a que los capitalistas locales tienen la tara de los sobreprecios, y los de Alemania están libres de ella? ¿Qué sentido tienen estas explicaciones?
Para terminar: Explicar la ganancia o la inflación por la especulación, la avaricia o la deshonestidad de los capitalistas es Economía vulgar, y de la peor especie. No llega siquiera a los tobillos de la Economía Política tipo David Ricardo. El marxismo debe diferenciarse de ese discurso pequeñoburgués y estatista, funcional al engaño de las masas explotadas con sus recetas “vende humo”. Es parte del combate ideológico y político por la independencia de clase.
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