OLLA POPULAR QUE COCINA DESDE LA PANDEMIA –
A las 7 de la mañana comienza el trabajo, una ceremonia terrenal que desde la pandemia (año 2020) prepara, cocina y aporta mucho más que un plato de comida.
La Capilla Santo Cura Brochero es pequeña, humilde y muy funcional. Espacio de estudio para jóvenes, también en las labores del «telar», las oficinas que administran los recursos, y todo aquello que nace de la fe.
Las seis mujeres que nos reciben en esa institución del barrio La Unión, fondo del gigante Cuartel V, conocen las miradas de las 300 familias que antes del mediodía, de cada día, concurren a la capilla a buscar tal vez su única ración.
Las seis mujeres que descansan unos minutos atravesaron el calor reinante y la temperatura del fuego que consumió las leñan bajo las grandes ollas. NO reciben repelente que espante los mosquitos, apuestan al humo y a la sabiduría territorial.
El Estado como algunos lo creen concebir aparece y se va con algunas fotos para las redes.
Las seis mujeres que beben agua tras lavar todos los utensilios se definen como Estado presente desde Cáritas porque el vínculo con la comunidad es de 24 horas los 7 días de la semana. Los diagnósticos son reconocidos, las capacitaciones se realizan, algunas viven o subsisten con el Potenciar Trabajo; entienden que acceder al transporte público es una espera de 60 minutos; que acceder a la educación significa que muchos /as niños /as carecen de vacante; que obtener un turno en la sala es una quimera.
A pesar de los faltantes producen amor, entrega, solidaridad portando miradas distintas, diversas, plurales. Son ellas, en representación de otras /as, quienes enseñan en una frase que interpela: «Para el hambre no hay horario de oficina»:
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