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Fuente: Izquierda Diario – Alberto Fernández participó de la campaña «no es por vos, es por todos» en el programa de Ernesto Tenembaum. Impulsa un mensaje de aislamiento social pero el gobierno no está prohibiendo despidos ni garantizando licencias sin afectar los salarios.

“Hola, cómo te va, soy Alberto Fernández de Olivos, trabajo de presidente. Me parece espléndido que la gente se comprometa y se quede en su casa, es lo que más necesitamos. No sabés cómo ayudás de ese modo. No es por vos, es por todos”.

Con esas palabras y como si fuera un oyente más de Y ahora quién podrá ayudarnos, el programa de Ernesto Tenembaum en Radio Con Vos, el Presidente de La Nación impulsó la campaña que convoca a la población a permanecer en sus casas frente a la pandemia del coronavirus.

El gesto parece simpático y el slogan, coherente. En frente hay un virus que en el resto del mundo está haciendo estragos, colapsando los sistemas de salud por la combinación entre su alto nivel de contagio y los enormes recortes presupuestarios para priorizar salvar a los bancos luego de la crisis capitalista del 2008. Para poner un ejemplo, se recortaron 37 mil millones de euros anuales en salud solo en Italia. Teniendo en cuenta eso, nada parece un mejor plan que hacer cuarentena y evitar así la propagación.

La realidad, sin embargo, es mucho más compleja. Como se viene reflejando en este medio, son millones los trabajadores y trabajadoras que se ven imposibilitados de cumplir con esa premisa. Obligadamente se exponen a moverse por la calle, utilizar el transporte público y estar en contacto con gente en sus lugares de trabajo.

Es que el Gobierno plantea medidas durísimas contra individuos que violan la cuarentena, pero al mismo tiempo toma resoluciones insuficientes para que las empresas cumplan con los mecanismos preventivos. Ni siquiera se tomó la elemental decisión de prohibir despidos y otorgar licencias sin afectar el salario.

Tan endeble es esta cuestión que abogados laboristas de grandes patronales llegan a interpretar que, dentro de la Ley de Contrato de Trabajo, se considera a toda pandemia como circunstancia de fuerza mayor y que de esta manera, «se podría suspender al personal sin goce de sueldo hasta 90 días mientras dure el estado de crisis».

Así las cosas, las patronales hacen lo que quieren con tal de mantener sus ganancias. En un call center de Rosario, por ejemplo, le exigieron presentarse a una trabajadora que había estado en contacto con una persona que tenía estudios en curso, exponiendo a 2000 laburantes.

Otro ejemplo es la alimenticia La Virginia, en la misma ciudad, donde no se facilita alcohol en gel en todos los sectores, ni se cumple el protocolo de distancia en vestuarios. A su vez, la empresa se niega a darle licencia a trabajadores que pertenecen a la población de riesgo.

Esta semana se viralizaron videos en shoppings en todo el país, donde vendedores de negocios de ropa, librerías, electrodomésticos y otros rubros salen a las puertas de los locales para aplaudir al unísono exigiendo que se cierren los establecimientos. La respuesta de los empleadores fue, en el mejor de los casos, mirar para otro lado. En el peor, amenazas como la de Claudio Cerini, dueño de una cadena de peluquerías.

Situaciones como estas se cuentan por decenas o cientos, a diario. El coronavirus no solo está dejando en evidencia el estado deplorable de los sistemas de salud en todo el mundo. También nos viene a recordar que en este mundo capitalista, la vida de un trabajador vale menos que una botella de alcohol en gel para los grandes empresarios.

En su mensaje, el presidente habló también de aquellos sectores que excepcionalmente tienen que seguir funcionando por cuestiones esenciales o incluso por necesidades ligadas a la emergencia sanitaria: «Que salgan los que tienen que cuidar la salud de los otros, los que tienen que producir alimentos para que los otros tengan, los que tengan que generar remedios para que todos estemos sanos».

Incluso en esos casos, es fundamental que las y los trabajadores cuenten con todas las garantías sanitarias. Para eso es necesario que sean ellos y ellas quienes organicen y controlen la producción.