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(ANRed).- La presentación de alianzas y candidaturas ya se ha cumplido; se abre el tiempo de la campaña que, al menos por ahora, se muestra vacía de contenidos. 

La presentación de las listas de candidatos fue en cierta manera sorpresiva. No por los candidatos en sí, ninguno despierta muchas expectativas ni sobresale demasiado, sino porque mostraron dos coaliciones mayoritarias más preocupadas por problemas internos que por enfocarse en los problemas nacionales.

No es desconocido que el Frente de Todos es una coalición heterogénea, que nació para evitar la continuidad del macrismo y con el eje en una mayor intervención del Estado, no mucho más. Por el contrario Juntos por el Cambio surgió mucho más homogénea, una confluencia cuyo eje es el mercado como medida de valor de todos los valores y como el mejor asignador de recursos, lo que es acompañado por un discurso de un republicanismo vacío.

Sin embargo lo que mostró la presentación de las listas es lo contrario de ese binomio de opuestos. Contra lo pensado, el FdT, más allá de los tradicionales chisporroteos, resolvió la integración de sus listas en un proceso mucho más tranquilo y disciplinado. La vicepresidenta se reservó su poder de orden y mandó en Provincia de Buenos Aires, mientras que el presidente y los gobernadores se encargaron del armado en las distintas provincias. Así el tradicional verticalismo peronista se impuso en el principal distrito electoral. Habrá lista única y se bajaron las pocas listas que amenazaban ir por fuera del oficialismo. En el resto del país habrá internas en varios distritos y lo único que se destaca es el culebrón de Santa Fe y, en parte, aunque sin mayor trascendencia, en Santa Cruz.

Interna movida

En tanto JxC, que se mostraba como más ordenada, terminó dando un espectáculo de todos contra todos, resultado de internas cruzadas por las formas de intervención política, rivalidades y egos personales, todo desatado por el estado de acefalia al haber desplazado a Mauricio Macri del centro de las decisiones y a Patricia Bullrich como candidata. Habrá internas en los principales distritos, llueven las acusaciones entre los cabezas de lista y se amenaza con recurrir a la justicia, mientras todos tratan de despegarse de su fracasada experiencia gubernamental. A tal punto es el desorden que se discutió una suerte de «manual de convivencia» para poner límites a las agresiones verbales, finalmente archivado por considerárselo contraproducente. La UCR, el partido centenario que sostiene con su estructura la presencia nacional de la coalición, entiende que llegó el momento de recuperar autonomía frente a un PRO debilitado por sus luchas intestinas, solo porque encontró un candidato cuyo principal acervo sería -aparte de su reconocida especialidad en neurología- no tener mayores antecedentes políticos. Todo un caso testigo de la continuidad de la crisis de representatividad abierta en el 2001.

Los objetivos

En estas elecciones se renuevan 127 de las 257 bancas en Diputados (el FdT 51 sobre 119 y JxC 60 de 115), en Senadores se renuevan 24 de las 72 bancas (el FdT pone en juego 15, mientras que JxC 8).

El oficialismo tiene un objetivo claro: mantener las bancas actuales y en la Cámara Baja ganar 10 escaños más para lograr quórum y mayoría propia e independizarse de alianzas coyunturales. Todo en función de un futuro que no muestra definiciones precisas.

Por el contrario, el objetivo de la oposición derechista va por la negativa. «Estamos a siete bancas de ser Venezuela», con ese débil y patético argumento busca evitar que el oficialismo aumente su representación parlamentaria y no mucho más. Incluso dado que en varios distritos va con el sello de Juntos, da una imagen que el cambio desapareció de su imaginario.

Las listas que surgen a derecha e izquierda de unos y otros buscan ganar alguna banca o mantener las logradas (es el caso del FIT, que en estas elecciones presenta la novedad de que irá a internas, lo que abre un panorama interesante en esa franja anticapitalista).

Realpolitik

En el acto de presentación de las lista del FdT, Cristina Fernández de Kirchner trasmitió una lectura crítica de la realidad y de los límites que le impone la crisis. Este baño de realidad se tradujo en: a) los candidatos designados se caracterizan por su ubicación centrista y dialoguista (busca evitar que se escapen votos tanto por el desencanto como por el rechazo a la situación actual); b) el giro en relación al laboratorio Pfizer (necesidad de fortalecer el Plan de Vacunación) y c) el retroceso ante el FMI (destrabar las negociaciones).

En síntesis, el FdT busca así mostrarse más moderado de lo que ya era y recuperar base de sustentación que fortalezca su capacidad de administración de la crisis (léase la escasez) pensando en la pospandemia. Sin embargo, el costo no explicitado de esta estrategia electoralista es haber dejado afuera las tendencias internas que esperaban poder discutir el rumbo manteniendo la unidad del panperonismo. La sensación es que se ha impuesto la visión de que no hay correlación de fuerzas para lograr las transformaciones.

Un interrogante general precede esta campaña: ¿Qué pesará más, un plan de vacunación que se está acelerando pero que viene demorado y con faltante de segundas dosis, o la situación económica que algunos ven como un simple rebote y otros como el comienzo de la recuperación? Cualquiera fuera el resultado electoral, hay consenso en que pasado el momento de las urnas las demandas sociales ocuparan el centro de la escena política.

Frente externo

El retroceso frente al FMI es lo más destacado de este pragmatismo de urgencia. El ministro Martín Guzmán, expresando la voluntad del gobierno, buscaba un acuerdo rápido a 10 años que incluyera los vencimientos de septiembre y diciembre y así engrosar las debilitadas reservas con los DEG. Por el contrario, el kirchnerismo promovía destinar los DEG a paliar la pandemia y estirar el acuerdo con el FMI, ilusionándose con un acuerdo a 20 años. Todo era un juego de suma cero, porque eso obligaba a pagar vencimientos con reservas escasas lo que podría disparar una vez más la cotización del dólar y con ello desatar una espiral inflacionaria de consecuencias imprevisibles. Descartada desde el inicio la suspensión de los pagos y la investigación de la deuda, la realidad se impuso.

Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda)