Espacio Publicitario

publicidad
publicidad
publicidad

Por Jesica Calcagno.- El malestar social en niveles inéditos pone en la mira al sistema político tradicional y sus coaliciones. Alberto Fernández da nuevas señales hacia el establishment. El cristinismo apuesta al liderazgo del peronismo reciclando slogan. Juntos por el Cambio sigue en sus tironeos. El futuro y el cambio ¿dónde están?

Pesimismo

La consultora Poliarquía registró en mayo los valores más altos del índice de pesimismo en la población desde el 2006, según su director Eduardo Fidanza. El dato surge al preguntar si creen que la situación del país va a mejorar de aca a un año. Consultado por la Revista Crisis, Fidanza lo explica por una acumulación de frustraciones que hoy se combinan con la inflación récord que castiga los bolsillos populares mes a mes. Pronostica una reconfiguración de las expectativas, y una fragmentación política que dejaría atrás el bicoalicionismo del Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Habla de un escenario con “cuatro fuerzas”, incluyendo en un extremo al liberal Javier Milei, y en el otro al Frente de Izquierda.

A pesar de que la desconfianza en las consultoras roza la que existe con la política tradicional, son datos que van a tono con lo que se palpa en la calle. Una fragmentación política que se corresponde con una fractura social. Delfina Torres Cabreros habla de “las dos Argentinas” en El DiarioAr: “la de aquellas personas que tienen margen para consumir y colman las mesas de los restaurantes, y la de aquellas familias a las que les cuesta llegar a fin de mes, para las que el lujo es contar con los $95.300 que cuesta una canasta básica”.

Eduardo Van Der Kooy en Clarín también da cuenta de esos fenómenos, y cita un informe de ARESCO que “ilustra la dimensión del mal humor colectivo anclado en la economía. El 80% de los entrevistados sostiene que su consumo cayó respecto del año pasado”. Una realidad mayoritaria que contrasta con esa otra Argentina en restaurantes, bares y shoppings.

Joaquín Morales Solá en La Nación dice que “siempre habrá entre un 10 y un 15 por ciento de la sociedad con capacidad de ahorrar o de gastar”. Agrega que la diferencia es que ahora, ese sector “sencillamente perdió la libertad de ahorrar o de gastar” en dólares, y está “obligado” a consumir más en pesos.

Morales Solá expone su mirada profundamente clasista. Aunque conocida, no deja de sorprender. Para ese 15% que consume más, hay “pérdida de libertad”. Cuando describe la realidad de la clase trabajadora y el 40% de informalidad, lo reduce a un “costo” que está “más barato”. Para rematar, hace propia la frase de un economista que parece salida de un esclavista feudal: “En los países ricos, las cosas son baratas y las personas son caras. En los países pobres, las personas son baratas y las cosas son caras”.

La fractura social, el malestar latente y la fragmentación política son hechos ineludibles. Explican en buena medida las disputas al interior tanto del Frente de Todos como de Juntos por el Cambio. Hasta en las filas de la creme empresarial reconocen esta realidad. Como cuenta Diego Genoud en La Política Online: Luis Pagani, dueño del emporio alimenticio Arcor, dijo hace unos días en una universidad que «hay dos Argentinas, una que consume y otra que le cuesta llegar a fin de mes». Genoud marca la “curiosa paradoja de un clan familiar que desde la Fundación Mediterránea estimuló el proyecto económico de Domingo Cavallo”.

Es que para el poder económico más concentrado y la política tradicional, la preocupación está en que el mal humor social extendido se les vuelva una amenaza. Para sus negocios, para hacer gobernable la escasez y el ajuste. Un temor que motoriza muchos de los movimientos de la vorágine adelantada al 2023. Las “dos almas” de un peronismo entre gestionar lo que le queda de mandato y la carrera electoral. Un Juntos por el Cambio tironeado entre Javier Milei y preparar un “consenso del 70%”. Grandes grupos económicos buscando candidatos para su programa, mientras avanzan en casilleros y en ganancias aquí y ahora.

Ya nadie va a escuchar tu slogan

“El futuro es con todos” decían los afiches del 2019 que llevaban la cara de Alberto y Cristina Fernández. Este sábado, en el acto organizado por el PJ de Mendoza, mutó a “Peronismo futuro”. Se borró el sol, y apareció la cara de Perón. Luego de dos años y medio en el gobierno, el futuro prometido no llegó. Ahora se pone en el centro el futuro del propio peronismo, mientras el peronismo es el gobierno.

El evento organizado por la senadora cristinista, Anabel Fernández Sagasti, y el ministro del interior Wado de Pedro de La Cámpora, contó con la presencia variopinta de los distintos socios del Frente de Todos, e incluso un poco más. La novedad fue el exgobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Un personaje que compitió contra el actual oficialismo en el 2019: fue vice en la fórmula encabezada por Roberto Lavagna. Pablo Ibáñez explicó en El DiarioAr la decisión de incluirlo en el convite: “El cristinismo observa, como plantea Urtubey, la amenaza Macri y entiende que la experiencia del 2021 demostró que la unidad del peronismo no fue suficiente en términos electorales y que es imprescindible abrir el juego”.

Completaron la lista de oradores desde el gobernador de San Juan, Sergio UñacSergio Massa y Axel Kicillof que hablaron por Zoom; hasta dos figuras de la “órbita albertista”. Fue el caso de un dirigente del Movimiento Evita (Alexandre Roig) y el ministro de Obra Pública, Gabriel Katopodis. Un acto donde el cristinismo buscó mostrar “volumen político” o vocación de liderar el rearmado electoral peronista con amplitud de centro. La figura “estrella” fue Wado de Pedro. Gabriela Pepe en Letra P cuenta que fue el más “ovacionado”. El que no estuvo fue Máximo Kirchner.

Lo curioso del encuentro es que “llamó a repensar las tres banderas históricas del movimientos, independencia económica, soberanía política y justicia social”. ¿No fueron esas banderas parte de sus promesas electorales en 2019? ¿Cómo podrán “repensarlas” luego de legitimar la estafa de la deuda de Macri con el FMI que pesará por décadas en el país? ¿Son banderas para una nueva promesa electoral para 2023? ¿O intentarán aplicar alguna ahora que son gobierno? ¿Cómo? Este rearmado peronista amplio o de centro, ¿va hacia la misma propuesta que hizo Cristina Fernández en 2019, solo que sin Alberto?

Otra arenga curiosa fue la de Hugo Yasky, que amenazó con movilizar en la calle si intentan derrotar al peronismo. Como titular de una central sindical, la CTA, ¿no debería estar hoy mismo en las calles para que las y los trabajadores dejen de perder el poder adquisitivo y recuperen lo perdido con Macri? ¿No debería estar pensando cómo organizar ahora un paro por el salario y el empleo como plantean desde organizaciones sindicales clasistas?

Como describimos el domingo pasado, el cristinismo y La Cámpora hoy vuelven a esconderse de la calle donde se juegan las verdaderas relaciones de fuerza, mientras tiran iniciativas desde el Congreso. Justo el lugar donde están atados al veto de Juntos por el Cambio.

Sumergido en el 2023, el cristinismo se resigna a dejar correr hoy una fractura social que se agrava, y que no hará más que colaborar en consolidar nuevos pisos de pobreza y desigualdad. Garantía de un futuro peor. La incógnita es si cosecharán credibilidad con un contrato electoral que ya rompieron y no pareciera que estén dispuestos a revertir en el “mientras tanto” son gobierno.

¿Un salvavidas para Alberto?

“Fernández y Guzmán constituyen hoy una sociedad que tiene más eco en el establishment que en el peronismo”. Así resume Diego Genoud en La Politica Online el otro lado de la coalición oficial. Es que el presidente quiso mostrar fortaleza rodeado de apoyo el viernes en el acto con la UOCRA en Esteban Echeverría, y terminó dando el mensaje contrario. A pesar de los pedidos de Juan Manzur para que participen gobernadores y funcionarios, la mayoría le hizo el vacío. Sí cumplieron las conducciones sindicales y dieron el presente Pablo Moyano, Héctor Daer y Antonio Caló. También estuvo la plana mayor del Movimiento Evita, Sergio Massa, y Daniel Scioli.

El acto ocurrió el mismo día de las insólitas desmentidas sobre las retenciones al campo, en tiempo record. Guzmán había dicho esta semana que el presidente decidió no subirlas, luego Alberto Fernánez dijo que él quiere pero la oposición no lo deja, y apenas unas horas después Julián Domínguez lo desmintió.

Genoud muestra el otro lado de los puentes que están trazando Alberto Fernández y Martín Guzmán, con dos pesos pesados del establishment: con Paolo Rocca de Techint dos semanas atrás, y ahora con Luis Pagani de Arcor. Genoud dice que “Ante los ojos empresarios, Guzmán emerge con más poder que nunca y es una buena noticia que -dos años largos después de asumir- haya dejado de ser el ministro de la deuda para quedar a cargo de dos áreas claves que todavía habita el cristinismo: la energía y los precios”.

Horacio Verbitsky amplía en El Cohete a la Luna, los negocios detrás del encuentro con el titular de Techint: el gasoducto Néstor Kirchner en Vaca Muerta. Dice que la construcción todavía “está en veremos”, aunque “Ya se licitó la compra de los tubos sin costura, que serán provistos por Siat-Tenaris, una empresa pequeña de la transnacional ítalo-luxemburguesa Techint, que nació, creció y se reprodujo a expensas del Estado”. Agrega que “Falta licitar la obra civil del gasoducto, para la que también está en la pole position Techint Ingeniería y Construcción”, y que Paolo Rocca está pujando para que sea el Estado quien financie la importación de la chapa para los tubos.

Alberto Fernández destiló una impotencia inusitada hablando en los medios. Entre un “la culpa es del otro” y “yo no puedo hacer nada”. El lamento con los grandes formadores de precios, el tractorazo, Juntos por el Cambio, está acompañado de un renovado acercamiento con el establishment. Quizás sea para asegurarse un salvavidas del poder económico en lo que le queda de mandato, ofreciendo buenos negocios.

Las impotencias en el Frente de Todos se complementan entre sus “dos almas”. Entre el dejar hacer, el no puedo o el no quiero, avanzan más las fortunas de unos pocos a costa de los bolsillos populares. El conjunto de la coalición oficial es un factor activo y actuante para que se envalentonen programas económicos y alternativas políticas neoliberales, de derecha y más ajustadoras. Los mismos que después piden «enfrentar a la derecha» en las urnas, ayudan en su avance.

Juntos por el Cambio saca provecho de la crisis del gobierno, pero también tiene la suya. Hay muchos candidateados y no hay lugar para todos. Diego Genoud sostiene que hay veteranos del PRO que no descartan «a un Macri que va por la ruptura de Juntos» y apueste a confluir con Milei. Por lo pronto, el ex presidente llevó a un nuevo asesor de campaña al núcleo del PRO. Les recomendó una idea muy novedosa y original: “tienen que representar el cambio”.

Es por otro lado

Las impotencias y la resignación son funcionales a conservar el orden social vigente. Que cruje por dentro con hambre y precarización. Con vidas robadas por el trabajo, para que ganen otros. Un orden donde la ley es del mercado, y está atado al FMI y multinacionales extranjeras. La profundidad de la crisis social que atraviesa el país no tendrá salida con la política tradicional y sus slogans reciclados de futuro o de cambio para ofrecer las mismas recetas fracasadas (u otras peores).

El malestar social y el hartazgo con la política tradicional no arrojan solo una alarma para quienes hablan de «estabilidad» o un dato para el escenario electoral. Hablan también de un momento donde se puede abrir paso a la búsqueda de otras alternativas, otros modelos de sociedad.

Porque pensar en un futuro para las mayorias trabajadoras y populares, tendrá que ser pateando el tablero de esta decadencia acumulada. Es pensar en construir un nuevo orden social. Donde la ley sea la satisfacción máxima de las necesidades sociales, culturales, recreativas, con el mínimo de carga laboral. Quién sino la propia clase que produce las riquezas y conoce todos los resortes de la economía que maneja diariamente, para escribir ese futuro con sus propias manos.