Crisis es una limitación de la autonomía. Catástrofe es la imposibilidad de la autoconservación. Es una diferencia fundante, una divisoria de aguas. En términos políticos, más bien psicopolíticos, cuando la clase media sufre una crisis, la clase trabajadora padece una catástrofe. Si la crisis es peligro y oportunidad, la catástrofe es un enorme peligro sin oportunidad.
Si con la excepción de la química inorgánica, todo lo demás es política, entonces estas reflexiones tendrán su lugar en el mundo. Un lugar pequeño, pero que hará sombra en el suelo. Si algo caracteriza a la cultura represora es su lista de mantras apaciguadores y anestésicos. Una especie de cloroformo cultural que todo lo convierte en un sopor y torpor insoportables. Desde el remanido “así es la vida” hasta el no menos repetido “siempre que llovió, paró”.
Me parece necesario demoler otro de los escudos de la cultura represora: peligro y oportunidad. Recuerdo un símbolo chino:
La mafia de saqueadores y especuladores ante las graves crisis, siempre hacen énfasis en la oportunidad. O sea: al mal tiempo, buena cara. Si te estás ahogando no te preocupes: es una oportunidad de aprender a nadar. El negacionismo de la crisis se complementa con la afirmación rutilante de la oportunidad. Por eso para demoler las falacias de las derechas, es necesaria tomar al cadáver conceptual que manejan y realizar la autopsia del sentido. En lunfa: quitarle el antifaz y conocer el verdadero rostro. Aunque suframos el mismo horror de Cristina Daaé cuando le sacó la máscara a Erik, más conocido como el fantasma de la Opera.
El comienzo de la autopsia es diferenciar entre crisis y catástrofe. Cuando la cultura represora nos habla de crisis pensamos que nos está ocultando la magnitud de la catástrofe. Crisis es una limitación de la autonomía. Catástrofe es la imposibilidad de la autoconservación. Es una diferencia fundante, una divisoria de aguas. En términos políticos, más bien psicopolíticos, cuando la clase media sufre una crisis, la clase trabajadora padece una catástrofe.
Obviamente, la vivencia subjetiva de las clases acomodadas, privilegiadas, es que todo es una catástrofe. Por eso se suicidan con un grisín. Los privilegios son adictivos y cuando los pierden, el síndrome de abstinencia es insoportable. Dicen que se “mueren de hambre” cuando apenas tienen una crisis de apetito. Si la crisis es peligro y oportunidad, la catástrofe es un enorme peligro sin oportunidad.
Si todo preso es político, todo concepto es también político. Entendiendo a la política como el movimiento real de la lucha de clases. Definir una situación como crisis o como catástrofe, nos evidencia en nuestra implicación de clase. Si el remedio es peor que la enfermedad, algo debe decirse. Enfrentar una crisis sometiendo a inmensas mayorías a catástrofes, es una política que debe enfrentarse. Si no lo hacemos, quizá no seremos autores materiales, pero sin dudas seremos partícipes necesarios.
La tragedia es que el tránsito de Guatemala a Guatepeor es casi inevitable. El capitalismo es como el alacrán: aunque se hunda, igual pica a la rana. Es su naturaleza, o sea, es su fundante. Del capitalismo serio al anarco capitalismo, el alacrán capitalista nos sigue picando. Para los unos será la crisis de vacacionar menos, o no vacacionar, comprar menos o comprar en cuotas, comer menos en restaurant o no comer nunca afuera, a menos que sea en el patio. Para los otros será no comer, no poder viajar para ir a trabajar, no poder curarse en salud ni en enfermedad. Para los poderosos, será una vida menos esplendorosa. Para los trabajadores, será las diferentes maneras de morir. En cuotas o al contado.
La catástrofe sólo abre una oportunidad. La oportunidad revolucionaria. Sin separar la batalla cultural de todas las otras batallas. Ahora queda claro que seguimos en guerra. Sucia como la de la dictadura, aunque otro tipo de suciedad. Suciedad constitucional que implica la catástrofe democrática que padecemos.
El niño miraba junto a su padre la gala en el Colón. Pavotes y pavotas luciendo sus lujos y miserias. De pronto, tironeó el saco del padre y le dijo convencido: “Papá, el presidente está desnudo”.
Continuará…
Imagen de apertura: “Rutas y latidos de Concepción”, de Gregorio de la Fuente. 1946
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