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MANOS A LA OLLA Y EL FACTOR HUMANO QUE ALIMENTA –

Ese proyecto cumplió un año el pasado 23 de agosto. No está reducido al acto solidario de «dar de comer» a los sin techo, a esas personas que deambulan por el casco céntrico del distrito. Más que un síntesis del trabajo que construyen entre todos /as, María pone de manifiesto una sustancia verdadera: «Los que tenemos el privilegio de tener cierta estabilidad, creo que es muy fácil criticar con el control en mano y desde el sillón, pero cuando uno empieza a interactuar con la gente en situación de calle y ve que hay momentos que no tienen salida, que el sistema los sacó de la estabilidad para ponerlos en la calle».

El llegar e involucrarse en Manos a la Olla, describe María, fue porque «su hijo Tomás vio en la televisión una noticia sobre las personas en situación de calle y decidió destinar algunos ahorros que tenía en ese proyecto».

«Lo que hacemos parte de una obligación ética y moral, desde la empatía, de no seguir de largo y ver que la gente está en una situación muy vulnerable. No es asistencialismo sino que buscamos dar una contención, tratamos de formar un hogar alrededor de esa cocina que se arma en la plaza», señala Damián, otro integrante de Manos a la Olla.