LOS QUE VIVEN, TRABAJAN Y LUCHAN –
Es el comedor del barrio San Carlos, a pocas cuadras de la Escuela 49. Karina y Mario tienen una casa donde funciona el Comedor y Merendero Sueños y Esperanza. Esa apuesta de vida tiene raíces en los comedores que recorrió Karina antes de decidir hacer su siembra. Como madre de 14 hijos, abrió la puerta de su casa a cientos de familias, niños, niñas, madres y abuelos /as, cuando el hambre no tenía mayor difusión, salvo la etiqueta de estructural.
Sueños y Esperanza acumula historias, sueños, dolores y tristezas desde hace cuatro años. «Fue un emprendimiento familiar, una lucha diaria, pero en su momento y tras un censo arrancamos con una copa de leche para 50 chicos. Nosotros no tenemos acompañamiento de ningún gobierno, por lo tanto lo que obtenemos es de ayuda solidaria que recibimos a través de nuestra página de facebook sueños y esperanza. En la actualidad vienen 120 familias o 300 personas que almuerzan y meriendan en barrio San Carlos», describe Karina.
«Nosotros salimos de un comedor comunitario. Nuestro comienzo fue crítico, pero eso nos hizo fuerte y devolvemos todo lo que recibimos» comparte Mario, otro de los arquitectos del sueño de Karina.
Las mujeres que están en el barrio y que trabajan en el Comedor ingresan a las 8 de la mañana y se van a la noche. «Son de hierro» no duda en manifestar Karina, quien recuerda el vínculo que logró con Sandra Calamano, Vicedirectora de la Escuela 49: «La conocí cuando se realizó un encuentro en el Polideportivo de San Carlos, pero a partir de ese momento nos comunicábamos por teléfono y me avisaba que no había comedor en la escuela por el tema del gas. El día anterior a la tragedia me envía un mensaje donde me dice que los nenes salían de la escuela a las 12:20 horas. Nunca lo hice público porque era un puente entre Sandra y yo. Al otro día de la tragedia decidimos una red, vía redes sociales, diciendo que seguíamos con el puente pero necesitábamos la donación de alimentos no perecederos para sostener a todas las familias. Así recibimos la ayuda que provino de la misma rama docente.
El barrio, los contextos sociales, los miedos, no amedrentan a las mujeres que siguen con Sueños y Esperanza, aún cuando después de las muertes de Sandra y Rubén, llegaron las amenazas a Karina y un robo increíble en el comedor: no se llevaron una moto ni un televisor sino una mesa y varias sillas.
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