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En la última sesión del Concejo Deliberante los hechos territoriales lograron abrir una hendija en el ilusorio debate. No obstante resultó útil, aunque no del todo franco, la posición oficialista acerca del avanza de máquinas en el barrio popular La Gloria II. Frente a una crisis social sobre la que cabalga el «marielismo» para enfrentar al «mileísmo», el gobierno de las comunidades arrancó la defensa del medio ambiente que representa derribar muros o partes de viviendas que desde hace años se levantaron cerca de un pequeño curso de agua que, con el paso del tiempo, ganó en volumen. Ese repitencia que obtiene la hegemonía estatal al imponer que «son obras importantes», reduce algo que es vital para la voluntad positiva y sustentable: el plan.


Como el Estado es mucho más que individuos o familias que deben firmar ante la fuerza política y de la naturaleza, el testimonio del concejal Gonzalo Galeano, Movimiento Evita, resultó simple, concreto, honesto y resolutivo. Por supuesto que hay una carga partidaria en sus palabras hacia aquellos que van al barrio La Gloria II a pedir diálogo entre las partes, como lo hacían los que hoy son poder, sin embargo hay que escuchar para entender la praxis del oficialismo que combate el cambio climático: «Creo que hay que poner hincapié que cada familia que firmó el traslado tiene hoy un terreno de 10 x 30 y antes vivía al costado del arroyo, sector inundable. Durante todo este tiempo que estamos trabajando en el barrio, no se me cae la cara al decir que si yo estuve laburando ahí, tratando de llevar la mejor propuesta a los vecinos. Agradezco a todas las áreas municipales que estuvieron trabajando ahí, con lluvia sin lluvia; seguramente con algún vecino enojado que no entendía la situación. Es obvio que si limpiás un arroyo o la cañada te trae incertidumbre, pero da mucha lástima el oportunismo político que hubo, de llevarle miedo y sembrarle terror a los vecinos».