La historia que la versión oficial nunca cuenta. En un barrio, cuando se escucha el poder de fuego y el plomo estalla, sus habitantes toman lugar en cocina y baños a la espera de silencios. Ocurre que los gritos suelen aparecer, la llamada que acelera las pulsaciones y todo toma otra dimensión.

Isabel está decidida a relatar el padecimiento que atravesó el pasado día viernes. Antes de tomar un lugar en la silla, enciende la hornalla y prepara la mamadera de leche a su nieta. Tienen las imágenes en la cabeza y en la reconstrucción identifica cada instante que resultó una eternidad. Su hijo salió de la casa acompañado por su novia. Es un adolescente que caminaba por las calles de Lomas de Casasco. Minutos después Isabel recibe mensajes que el «pibe recibió un balazo«.
Corrió hacia un destino inimaginable. A pocas cuadras de su vivienda le indicaron que la «policía había copado una arteria y al grito de ALLANAMIENTOS comenzó a disparar». Su hijo corrió evitando la muerte. Ingresó a la casa de un hombre que le abrió su puerta. Los efectivos, uniformados y armados, golpearon en la cabeza al mayor de edad (el vecino) y aplicaron la misma rutina en el adolescente que no tenía relación alguna con el MEGA PROCEDIMIENTO.
Isabel estuvo más de seis horas pidiendo ver a su hijo, exigiendo que los derechos tengan algún rostro humano. Solicitó entregarle agua y una campera para quien estaba golpeado y esposado y no encontró empatía. Ella identifica al policía que le pateó la cabeza a su hijo, el mismo efectivo que en el ingreso al Hospital Mariano y Luciano de la Vega la violentó cuando solo pedía conocer su nombre y apellido. La amenazó con esposarla por solo pedir conocer al funcionario que golpeó a su hijo… por los motivos propios de la institución que reprime en nombre de su ley.
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