Por Ema Alderete – Nota de opinión
Tres semanas de clases presenciales muestran la precariedad de un sistema educativo que funciona en MODO AUTOMATICO: escuelas explotadas de matrícula, aulas que se llueven, falta de mobiliario, edificios deteriorados, problemas en la designación de docentes, ausencia de gas, conexiones eléctricas inseguras, etc. La lista de malas condiciones es extensa, si nos animamos a detenernos y observar.
Debemos salir de ese lugar en el que permanentemente nos quieren colocar a los docentes: EL SILENCIO. Aquella persona que habla, reflexiona, hace catarsis o simplemente no naturaliza el CAOS, es mal visto. Algunos, estamos por ahí dando vueltas por escuelas que no tienen las condiciones dignas para que adolescentes aprenden e intentamos romper con esa matriz que nos pide avanzar sin mirar.
La realidad es que “NADA FUNCIONA BIEN”. Pero todos intentamos que siga andando el TREN de la educación pública.
Los invito a la intendente, concejales y funcionarios que inventen un disfraz de “ciudadano común” y recorran las escuelas. O capaz, otra buena idea, es que intenten proyectar / pensar como sería dar clases: en aulas pequeñas explotadas de chicos, con calor y con unas galletitas dulces que engañan el estomago y que los mismos permanezcan intentando aprender por cinco horas. Sin olvidarnos los barbijos, la falta de agua potable fresca y el distanciamiento para respetar los protocolos. Si lo piensan bien y hacen de la “empatía” (palabra de moda) una práctica real. Se darán cuenta que es IMPOSIBLE.
En estas condiciones, estamos violentando a nuestros pibes, los obligamos a permanecer en lugar HACINADOS. Y lo peor es que no decimos nada, que callamos, que seguimos cómo si nada estuviera pasando.
La escuela pública duele: hace más de 20 años que los servicios educativos son los mismos o están peor por la falta de mantenimiento. Se crearon cursos, escuelas secundarias, pero no tenemos edificios nuevos o aulas. La solución temporal de hacer secundarias en los edificios de escuelas primarias se extendió en el tiempo, pibes amontonados, conviviendo en lugares pequeños.
Es buenísimo que corten el pasto o pinten las paredes pero acá se necesitan acciones de fondo, inversión verdadera, edificios nuevos, personal y políticas públicas planificadas, que no cambien de un día para otro.
Las aulas modulares no son un espacio para estudiar dignamente, por favor, seamos sinceros: ¿Mandarían a sus hij@s para que estudien ahí? Son cajas de zapatos, en donde un tiempo funciona el aire acondicionado funciona y luego deja de andar porque es IMPOSIBLE cuidar toda con falta de personal, ejemplo auxiliares.
Ni hablamos de las condiciones de pobreza estructural de las comunidades que exponen los niveles de violencia de todo tipo que padecen los jóvenes.
Los adultos tenemos una deuda con los niños, niñas y adolescentes porque si seguimos callando somos cómplices de un sistema que CONDENA.
En un mundo cargado de fotos, redes sociales y falsos héroes que dicen pelear por la educación pública para todos y todas, los únicos LUCHADORES son los pibes que ponen el cuerpo en esas aulas repletas esperando aprender algo, con sus historias de violencia cargada en las espaldas, con su rebeldía, sueños y la esperanza de qué la ESCUELA SIRVA PARA ALGO.
Hoy cómo profe, la frustración me invade, porque el silencio nos atrapo. En las escuelas de Moreno puede pasar cualquier cosa, ojalá las víctimas no sean los de siempre.
Si nos animamos a escribir y evidenciar las condiciones de nuestra escuela, estaremos mostrándole al poder que nuestra dignidad está latente y que las fotos de Facebook e Instagram no las cree nadie.
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