Más de 200 muertos, decenas de desaparecidos y una ausencia de respuestas que sigue atravesando las vidas en Valencia. Sólo el pueblo salva al pueblo, decían las pancartas en la marcha multitudinaria. Entre medio, historias y gestos de solidaridad que no cesan.
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Pasó la Dana por Valencia, España. Una gota fría que arrasó casas, caminos, puentes. Con más de doscientos muertos, una veintena sin identificar y más de cuarenta desaparecidos, el agua se llevó pertenencias, arremolinó pérdidas y ausencias y dejó, a medida que bajaba y subía la bronca, la mugre. Esa yapa barrosa que dibuja una estela sucia en las calles trajo consigo, además de trastes, residuos, cañas y mucha podredumbre, algo que antes de empezar a inundarse ya olía mal. Hasta el rey Felipe, que decidió pasarse a saludar, fue abucheado y despedido del pueblo al grito de “asesino”.
Se calcula que el agua alcanzó una altura de entre tres a cuatro metros, soterrando vehículos, arrastrando mamposterías, dejando inútiles escaleras, ascensores y pasillos pero, sobre todo, mostrando lo inútiles que vienen siendo los funcionarios de todos los partidos que decidieron ignorar las advertencias de quienes los medios de comunicación denominan “divulgadores” ambientales. Un fenómeno científicamente predecible, una tragedia anticipada y prevenible, negada por el terraplanismo de las bestias brutas de VOX.
Y es que, desde 2023, gobernado en coalición con VOX, el Partido Popular tiene a María José Catalá Verdet como alcaldesa. En el declarado año de la “Capitalidad Verde Europea”, un programa para trabajar en la sostenibilidad ambiental promovido por la Unión Europea, concejales de Catalá han hablado del cambio climático en términos de “alarmismo”, “religión climática” y “señuelo ideológico”, pese a la advertencia de científicos abocados al tema de la prioridad de anteponer los humedales a la concentración de proyectos inmobiliarios.
No es la única avanzada reaccionaria y retrógrada de los iluminatti que apoltronan el culo en los escaños valencianos. En septiembre pidieron expulsar a todos los inmigrantes ilegales de la comunidad valenciana y cerrar los centros de acogida.
El “pueblo” y el pueblo
Mohammed vive en Valencia hace 11 años, pero nació en Marruecos. Sólo en el primer trimestre de 2024, 26000 migrantes eligieron escapar a España, a pesar de la masacre que, en 2022, el gobierno desató impunemente en Melilla, masacrando a tiros a los migrantes sudaneses que intentaron cruzar en el Barrio Chino y de los cientos que no llegan a Ceuta y terminan hundiendo el sueño de una vida mejor en el Mediterráneo. La mayoría de los que consiguen traspasar los controles en las fronteras, permanecen indocumentados, en los centros de refugio, escapando de la policía, aceptando los trabajos que los españoles, ciudadanos “de primera”, no quieren hacer. Mohammed tomó unas sábanas anudadas y, con ayuda de un compañero, salvó la vida de 7 de sus vecinos, fisurándose una costilla. “¿Cómo hizo para salvar a la gente?”, pregunta la periodista. “¿“Humanidad” se dice?, le pregunta a un vecino. Yo no puedo explicarlo, dice sonriendo. Lo que me duele, agrega es una china, que no pudimos salvar, que estaba con su niño pequeño. Salvamos siete personas. Tengo una fisura, pero no pasa nada. Tenemos que salvar gente”.
“Vamos, Vamos, nadie nos podrá hundir” canta un grupo de senegaleses, en su idioma natal, mientras barren, sacan el lodo, levantan escombros, a la par de agentes y bomberos. La canción es conjuro contra el desánimo y la risa inunda las calles cada vez más secas. Sólo el año pasado llegaron 55.618 migrantes senegaleses a las costas españolas.
Son muchos los gestos de solidaridad que se replican, mientras a más de 10 días de las inundaciones, la población no recibe soluciones reales. Desde Palestina, en medio de los bombardeos, en la tienda que los refugia del invierno en el desierto, sin agua ni víveres, seis niños envían a través de Tik tok su solidaridad con el pueblo valenciano.
“Sols el poble salva al poble” (sólo el pueblo salva al pueblo) se lee en los carteles de la manifestación de más de 130.000 personas que reprime la policía. Antonio Machado (desde una carta enviada al hispanista ruso David Vigodski) inunda Valencia y hasta se hace canción, porque esta vez a Valencia el agua no le llegó al cuello. La gota rebalsó las fronteras de la indignación.
¿Dónde están los representantes del pueblo? ¿Quiénes son los que se arremangan para limpiar el barro, los que salvan vidas, los que quieren una vida digna, los que trabajan sin oportunismos por un porvenir mejor?
Según la encuesta monográfica sobre Inmigración realizada por el Instituto 40Db, el 57% de los españoles cree que hay demasiada inmigración y relaciona al crecimiento de las migraciones con la inseguridad, la sobrecarga de servicios y recursos públicos, la criminalidad, el desempleo y la pérdida de la identidad cultural.
¿Será que la Dana traerá a quienes han sabido “llegar de los barcos” a nuestro continente y a África, saqueando recursos y exterminando culturas y civilizaciones, legando enfermedades y genocidio algo de conciencia? No escribiremos “ojalá” y anotaremos, en cambio, las palabras de un vecino valenciano: “Vemos hasta dónde ha llegado el agua”, dice señalando la línea negra que marca todo el barrio, “a partir de ahora todo lo importante va a estar por encima de ese nivel”.
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