Los movimientos migratorios son fenómenos que se estudian en los libros de historia, con anotaciones y estadísticas, de forma casi anecdótica y despojada de las implicancias que tienen en el día a día. Los movimientos migratorios hablan de políticas erradas, de movimientos sociales urgentes, de economías devastadas. Cuentan historias sobre personas que debieron abandonar todo lo que alguna vez supieron construir, porque de ello dependía su vida y la de su familia.
Las oleadas de inmigrantes cambian los paisajes, las costumbres, los ideales. Cambian la sociedad que abandonan y a la que arriban. Cambian el movimiento del mundo conocido. Cambian los productos de las góndolas de los supermercados, de las verdulerías y de las casas de comida. Cambian los sabores y los olores de las mañanas. Cambian los sonidos que se escuchan durante las madrugadas de los sábados y los amaneceres de los domingos.
Y todos esos movimientos, van calando lenta pero profundamente en las conciencias colectivas que sólo esforzando la memoria pueden rastrear el origen de tal o cual tradición, y lo que antes nos parecía un sabor exótico de repente se transforma en un producto de necesidad primera. Todo eso, que parece imperceptible es una realidad concreta que no figura en los libros de historia ni en las estadísticas de los censos.
Barcos, aviones, colectivos, trenes que transportan la legalidad a veces disimulada. Que traen a una tierra lejana para algunos las manos que van a ponerse en la construcción de un futuro que al menos se asemeje a la dignidad que cualquier ser humano debería portar.
Para este primer escrito sobre inmigración, mi intención era plasmar los testimonios de dos personas que cruzo a diario en mi vida. Una de ellas, mujer joven con muchos sueños que cumplir y un hijo para criar me contó entre risas sobre su llegada a la Argentina y sobre su trabajo en talleres clandestinos, donde la escondían bajo la mesa cuando llegaban los controles del Estado. Lo anecdótico se transforma en desconfianza ante la entrevista, ante la posibilidad de exponer en un audio, en el que no iba a revelarse ni su identidad ni su rostro.
La otra persona es un hombre joven, de palabras escasas y mirada esquiva. Vino desde Africa, y por alguna razón tiene uno de los tantos puestos callejeros en Moreno Centro. Tras varios meses de saludarlo a diario y más de dos semanas de intentar una conversación que pudiera grabar con él, cuando finalmente accedió a poder brindar su testimonio un agente Municipal que estaba haciendo controles de puestos, dijo conocerlo y comenzó una grabación en video a la que ni él ni yo habíamos acordado. Esta actitud, provocó que el hombre corriera y se escondiera en otro local de la zona céntrica, donde pude explicarle con ayuda de los empleados del lugar mis intenciones, pero desistí en el intento de entrevistarlo.
Conservo mi intención de profundizar en estadísticas extraoficiales (porque oficialmente se expresa que no existen) sobre la cantidad de inmigrantes sudamericanos y africanos que llegaron en los últimos años a nuestro país y en las condiciones laborales, económicas y legales en que se encuentran. También es mi intención poder plasmar los testimonios en primera persona la travesía que implica el asentamiento en un país lejano y ajeno, haciendo un paralelismo entre las generaciones pasadas y presentes, dejando el camino a las futuras.
Pero no puedo dejar de mencionar cómo en un primer acercamiento al tema surge el miedo y la desconfianza de quienes atraviesan estos procesos. Quiero destacar cómo el Estado que los recibe es el mismo que hace que se escondan. Quien debería garantizar la legalidad y protección de las personas que llegan a nuestro país presenta registros escasos sobre la composición de esta población y sobre las zonas de asentamiento, lo que dificulta poder acceder a datos concretos que permitan profundizar sobre investigaciones que arrojen luz para comprender las implicancias y las consecuencias del arribo de estas personas.
Deberíamos poder comprender cuáles son las causas que empujan a millones de seres humanos a asentarse en un país como el nuestro, cómo se desarrollan sus vidas y dejar el registro para luego poder entender las inferencias en una cultura históricamente atravesada por influencias inmigratorias.
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