LA VIOLENCIA EN SUS FORMAS –
Madre de dos hijos, adulta responsable, trabajadora, Liz Dalba (34 años) ofrece un pormenorizado testimonio sin caer en esa tentación lógica de ampliar lo que ya tiene dimensión. Vivía en una casa alquilada en Lomas de Moreno junto a sus hijos. Admite que el «acuerdo alcanzado era de palabra por iniciativa de la dueña». Hasta hace dos semanas no había indicios de «fin del contrato» pero sucedió lo que estaba en el rango probabilístico. Delia, la dueña, le comunica que necesitaba del lugar. Liz se sorprende, escucha y le pide un mínimo de tiempo y así ubicar otro espacio, para sus hijos y ella. La mediación entre las partes, con la palabra empeñada, se rompe unilateralmente. Familiares de la propietaria le advierten a Liz que tenía que dejar inmediatamente la casa, caso contrario le tiraban todas las cosas afuera. No tenía deuda por el alquiler, incluso antes de diciembre había pintado la casa. Le cortan la posibilidad de contar con agua potable y electricidad. Sólo pedía tiempo y recibía amenazas. Sin mediación o ámbito de escucha, Liz siente el ataque y expone que hablaría con un abogado o con una asistente social.
Toma la decisión de dejar a sus niños bajo el cuidado de una mujer que la ayuda. Sale a caminar y preguntar por alquileres. Llega a la casa de un tía para asearse. En un periodo casi inexistente de tiempo la propietaria ingresa a la casa con «dos hombres que eran los nuevos inquilinos, destruyen pertenencias de Liz (heladera, las camas de sus hijos) y toman dinero que estaba en el placard».
Debe computarse un aspecto vital en todo el proceso que había dejado de ser civil o comercial. Antes de ese desalojo, Liz concurre a la Comisaría Moreno 1ª a realizar una presentación por violencia, por amenazas hacia ella y sus hijos: «Empecé a comunicarme con gente para saber lo que podía hacer y me dicen que haga una denuncia por hostigamiento. La primera vez que voy a la Comisaría no me quieren tomar la denuncia. La rechazan porque no era una amenaza de muerte, respondí que me amenazaban con dejarme en la calle con mis dos hijos, uno es discapacitado, expliqué que necesitaba tiempo que corresponde para encontrar otro alquiler. Volví y les dije que por los derechos humanos, hablando de eso, me toman la denuncia».
¿Quién o quiénes la acompañaron o ayudaron?
La Central de Monitoreo, Seguridad Urbana, también Luna (Red de Mujeres, Casa Diana Sacayán), Gladys Villalba (ONG Razonar), por ellas me sentí acompañada, no me sentí sola, lo digo porque hay muchas mujeres que atraviesan situaciones así, no están acompañadas y la terminan pasando re mal…
Cuando va a la Comisaría por primera vez a realizar la denuncia por violencia de género, ¿por qué le dicen que no?
Porque no era hecha por un familiar, correspondía a la Comisaría de la Mujer. Ahí cuando Gladys le dice que no importa el parentesco sino el hecho de quien ejerce violencia. El abogado de derechos humanos me dice que sí o sí me tenían que tomar la denuncia y ahí lo hacen, pero antes sostenían que la tomaban si se trataba de un familiar, una cosa tan ridícula.
Quien la da esa respuesta en la Comisaría Moreno 1ª, ¿era personal masculino o femenino?
Eran mujeres.
Liz encontró un nuevo alquiler. Pronto estará ahí viviendo con sus dos hijos pero no olvida lo sufrido en las últimas dos semanas porque la violencia no tiene fuero y las verdaderas intervenciones y acompañamientos no viven en fríos papeles, escritorios y mensajes a distancia.
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