Fuente: Autoconvocados Moreno – En este último mes los apresurados hechos en la región nos han llevado a actuar, a organizarnos y a repensar algunas cuestiones. Desde el progresismo se ha buscado encuadrar estos acontecimientos en una lectura en clave electoralista y de alianza de clases que opone populismo y rancia derecha. Para el kirchnerismo este sería el eje explicativo de este conflicto y todo conflicto posible. Sin embargo esta lectura supone como horizonte la conciliación de clases que tanto condena las acciones destituyentes de la derecha boliviana como a la revuelta y resistencia del pueblo chileno.
Desde la Izquierda local se arriesgan otras lecturas. Matías Maiello, sociólogo y dirigente del PTS, escribe un artículo “La ilusión de la revolución a través de la revuelta” que da cuenta de ciertas posiciones y diagnósticos errados que habitualmente formulan los partidos de izquierda desde 2001 a la fecha. Con este comentario no pretendo intervenir en el debate entre el PTS y la fracción de Altamira en el PO que dicho artículo recorre. Busco no obstante formular algunas ideas que pongan en debate ciertas prácticas políticas y discursivas que pretenden descalificar la protesta social efectivamente existente en la realidad social del siglo XXI por insuficiente, inoportuna o inadecuada en relación a modelos preconcebidos.
A lo largo de las últimas décadas se han dado en diversas partes del mundo revueltas con características diversas pero con ciertas importantes similitudes. Una de ellas es la explosión del descontento por fuera de las organizaciones pre-existentes. Este tipo de revueltas que en Latinoamerica cristalizaron en torno a los primeros años del siglo XXI retornan ahora para sorpresa de muchos que apostaron en la Argentina pos-2001 a la recomposición de los lazos de representación y liderazgo dirigencial o vanguardista. Estos lazos jerarquizantes son los fundamentos de todos los partidos ya sean revolucionarios o burgueses en el que las urnas juega un papel fundamental de ordenador de la autopercepción y reconocimiento.
Ante la revuelta de Chile el kirchnerismo optó por dar un tímido apoyo crítico y de compromiso en lo explícito, pero condenándola en las acciones políticas concretas. La izquierda partidaria aspira como en 2001 a ser esa vanguardia que aparezca cual Lenin agitando preclaras tesis de abril y se ponga a la cabeza de una revolución inesperada. Luego de haber acumulado fracasos parciales en las urnas y tíbios “triunfos” en la lucha por la dirección del movimiento obrero la izquierda puede mostrar un conjunto de legisladores y delegados sindicales en su haber. La izquierda supuestamente revolucionaria cree que ese capital político le permitirá aspirar a dirigir un eventual estallido social cuando el momento oportuno llegue. Sin embargo todavía no entiende de que trata esa fuerza que bulle en el fondo de las conciencias que elude la organización tradicional, que existe aunque permenezca en estado de murmullo y que sin embargo se fortalece en silencio y finalmente como en Chile, en Bolivia explota.
Es cierto que las estructuras sindicales y partidarias han crecido, han estrechado vínculos con la base y principalmente con el estado, han aumentado su caudal de votos e incluso crece el número de visitas a sus sitios online y sus amigos en facebook. Sin embargo lxs trabajadorxs, les excluides, les de abajo a la hora de manifestarse realmente hartxs de la represión y los ajustes deciden hacerlo por fuera de las estructuras sindicales y de organizaciones sociales. ¿Por qué?
La respuesta de Maiello parece ser que es por falta de continuidad y consecuencia en el movimiento obrero en su participación en la rebelión. Pero por lo general estas ideas no son formuladas y puestas en acción allí donde deberían ser expresadas. Los partidos de izquierda tienden en cambio a transformar esta crítica al movimiento obrero en una crítica a los sectores movilizados y organizados que actúan por fuera.
¿Por qué los momentos de desestabilización, de transformación de las relaciones sociales, de apertura de un momento de contrahegemonia no nace hoy en día de los conflictos protagonizados por la clase obrera organizada? ¿Por qué las huelgas generales, si existen van a la saga? Para Maiello los escenarios de desestabilización requerírian una intervensión decidida de estas organizaciones obreras. Sin embargo esto en el mejor de los casos es parcialmente así. ¿Se trata de un rechazo de los sectores movilizados para que esa articulación se dé o más bien es la vocación burocratizada de negociar el conflicto por parte de las estructuras sindicales lo que la impide?
Me parece más bien que habría que buscar la explicación a este conjunto de cosas en la fenomenal ingeniería de disciplinamientos que los Estados vienen perfeccionando hace más de un siglo, modelando y perfilando una burocracia seguidista, conservadora y de derecha, otra progresista, otra supuestamente opositora, otra un poquito más revolucionaria… pero todas se encargan de obturar la potencia transformadora de las explotadas y oprimidas en tanto y en cuanto no sirva para fortalecer las propias estructuras partidarias, ya que siempre han demostrado estar presos de esa visión prepotente y cortoplacista. Y eso lxs trabajadorxs y excluidxs lo saben perfectamente y por eso se ven obligades a escabullirse fuera del control de esas organizaciones para manifestarse con toda la rabia y la potencia creadora de la que se saben capaces cuando no tienen alguien que les este diciendo Qué hacer. Por eso las políticas de los partidos de izquierda estan principalmente focalizadas en deslegitimar, frenar y manipular la movilización que se expresa por fuera de las estructuras, eventualmente de manera masiva, para acomodarla a las exigencias de la inserción de estos partidos en su lucha sindical que desde hace por lo menos 40 años les viene quedando grande.
Por supuesto que una revuelta no es una revolución. Pero solo esta izquierda es la que alguna vez diagnósticó en su momento la revuelta de 2001 en Argentina como un momento prerrevolucionario. Lo afirmó para luego señalar, seguidamente, que solo faltaba la vanguardia que nos llevara al triunfo. Es lo mismo que viene a afirmar una vez más Maiello en el artículo aludido. La única autocrítica que se han hecho es no haber dado con las tesis correctas, en tanto continúan boicoteando toda iniciativa que no esté bajo su control.
Lo que Ecuador, Chile y Bolivia demuestran es que a pesar de los mecanismos estatales de disciplinamiento desde la cooptación, pasando por el clientelismo, hasta la zanahoria electoralista que se le ofrece a la dirigencia burocratizada de partidos, sindicatos y organizaciones sociales todavía la resistencia y la lucha es posible, siempre y cuando las bases eludan primero y fuercen después a esa dirigencia conservadora, progresista o supuestamente revolucionaria a no obstaculizar y si fuera posible apoyar el caos creativo de la revuelta.
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