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Por La Retaguardia.- María Florencia Juárez, integrante de la asociación Vecinxs Amigxs de Luyaba Ecológica pasó por el programa radial Hasta que vuelvan los abrazos. Allí habló acerca de los incendios que llegaron hasta el centro de este pueblo del Valle de Traslasierra y casi destruye todo. Los vecinos y vecinas se organizaron para detener la propagación de las llamas y están alertas porque el peligro de los incendios forestales sigue siendo extremo en todo el país. 


Entrevista: Fernando Tebele/Rodrigo Ferreiro
Redacción: Gabriela Suárez López
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto: En el fondo, una casa que vecinas y vecinos salvaron solidariamente del fuego.

La capacidad de organización y las urgencias en la provincia de Córdoba quedaron evidenciadas en repetidas ocasiones cuando los vecinos y vecinas se juntaron para detener los focos de incendios forestales. María Florencia Juárez, integrante de Vecinxs Amigxs de Luyaba Ecológica, de este pueblo que pertenece al departamento de San Javier, se refirió puntualmente a la situación que vivieron a mediados del pasado octubre, cuando el fuego se extendió hasta alcanzar las casas de la gente: “Necesitamos equipamiento, necesitamos educación sobre todo. Ahora con toda esta experiencia espantosa nos vamos dando cuenta de que hay mucha gente que quizá quiere ayudar y no sabe cómo. Hablando sobre todo de los vecinos. Cada uno puede poner su granito de arena, acercando una botella de agua fresca a los voluntarios, una fruta, acercarse a cortar frutas para hacer una ensalada, no tenés que ir al fuego”.

La comunidad resiste el fuego

En Luyaba todo el pueblo sabe que la única forma de controlar las llamas es la organización de los vecinos y vecinas, el codo a codo que une saberes y fuerzas para apagar el fuego. Al respecto, Juárez enfatizó: “Estos son incendios forestales, no son incendios comunes como uno puede ver en las ciudades por ejemplo cuando se prendió una casa o un edificio y se va, se rodea y se apaga. Acá pasan los bomberos, pasa el avión, y quedan los árboles encendidos, las raíces encendidas, quedan brasas que pueden durar semanas con las altas temperaturas, el cambio de clima, la sequía. Y también tiene que ver con el cambio climático y con intereses que son de público conocimiento”.

Del estado de situación al Estado en situación

En referencia a la intervención y colaboración por parte del Estado, Juárez declaró que les llegó la noticia de un recorte para la lucha del fuego en el presupuesto 2021: “Eso nos están ofreciendo. Yo igual hablo personalmente, creo que también hablo en nombre de un grupo de vecinos. Hay un montón de gente movilizándose con la legalidad de todos los reclamos, de toda la presión y la presencia en la cuestión de la coordinadora de bosque nativo, hay un montón de movidas acá. Sin embargo, hay algo que es muy urgente y es poder equiparnos. Hago mucho hincapié en eso porque, por ejemplo, cuando fue el incendio en el casco, hubo un momento en que los bomberos no tenían combustible. No hay presupuesto, no hay ayuda, no alcanza”, manifestó.

Juárez sabe que para alcanzar la solución necesitan la ayuda del Estado pero que también cada habitante de la zona puede acercarse a sumar su aporte y generar una red colectiva de contención: “No me quiero centrar en todo lo negativo y todo lo malo. Me quiero centrar en lo que sí podemos hacer. Podemos acompañar, organizarnos, equiparnos, capacitarnos. Las dimensiones de los incendios en lugares como éste son de tres mil hectáreas. No es que algo se prendió fuego en una manzana, esto es muy grande y realmente estamos tratando de trabajar en la concientización del vecino, de que el vecino se acerque a colaborar. Han venido igual de toda Traslasierra a ayudar, acá hay una red hermosa de contención y confianza. Vinieron vecinos desde Los Hornillos, desde Villa Las Rosas, desde Los Pozos, desde Cruz de Caña, desde Las Chacras. Todo un equipo hermoso de travesía que está siempre al pie del cañón para ayudar y colaborar. Los incendios en la sierra históricamente se apagan entre vecinos bajo supervisión de los bomberos porque no hay caminos, no entran los autobombas. Mucho, mucho cuerpo”, detalló.

Los tiempos del fuego

Para la activista el cuidado del bosque nativo en Luyaba es una asignación que está, no tanto como debería, pero está: “Yo siento que los fuegos no van a parar, los fuegos intencionales no van a parar. Y entonces donde tenemos que educar más es en la gente grande esto de la colaboración. Yo siento a veces que hay una actitud de que el fuego está lejos. ‘está allá por San Isidro, está allá por La Chacras, está lejos’. Porque es en el campo, porque es en la sierra, porque está lejos de las casas. Y esta vez creo que aprendimos la lección de que nunca está lejos: el fuego avanzó un kilómetro y medio en tres minutos. Y eso lo vi yo estando parada al lado del camión de bomberos. Entre que pidieron ayuda porque un foco se descontrolaba,  el foco había avanzado hacia la plaza, la escuela y la biblioteca en pocos minutos. Hay mucha seca, hay mucho material combustible, el cambio climático aumentó un grado el planeta, se nota. Y los fuegos no son los de antes, y el viento es otro. Desde que se prendieron las quemas que se hacían tradicionalmente en el campo en lugares como estos, en mayo, junio, con la tierra fría se va acumulando material combustible que hoy a 38, 39, 40 grados con un foquito se descontrola completamente”, explicó.

Cuando el foco parece apagarse, la guerra contra el fuego continúa. La integrante de Vecinxs Amigxs de Luyaba Ecológica señaló que para realizar el trabajo los vecinos y vecinas necesitaron todo tipo de donaciones: “Una vez que se apagó el gran incendio forestal, quedan muchos focos y queda muy caliente el terreno. Entonces todo el trabajo consiste en que ese calor, esas brasas y esas chispas no se unan a lo que todavía no se quemó que ya está seco. Con todo ese braserío que queda, se levanta un vientito y se vuela hasta donde no está quemado, entonces tenemos rastrillaje de perímetro con herramientas, rastrillos, palas, picos y mochilas. Ese es básicamente el trabajo que se hace. También por ahí hay que limpiar ese perímetro.

Entonces el equipamiento que necesitamos sale carísimo, una mochila hidrante sale 16 mil pesos. Necesitamos calzados que tengan resistencia a los hidrocarburos en las suelas, mamelucos de tela grafa, camisas gruesas, linternas recargables, cascos, guantes, rastrillos, cargadores de celulares, un grupo electrógeno”, precisó.

Crónica de un fin de semana salvaje

Sobre el incendio que llegó al casco urbano y provocó el incendio de la plaza y varias casas, Juárez relató: “El 9 de octubre arranca un incendio en el campo, en la zona rural. Ese fuego se apaga el jueves. El viernes se prende de nuevo, se controla. El sábado se prende de nuevo y se descontrola. Y eso llega a la plaza, al pueblo, arrasa con casas y hace un recorrido a lo largo de la ruta de 15 kilómetros aproximadamente. Empieza en Guanaco Boleado, pasa a Travesía, llega a Corralito y llega a Luyaba. Afecta a cuatro parajes”

El control del fuego no llegó con la lluvia: “Se apagó con mangueras, vecinos y viento. Se levantó un viento arremolinado que arrasó con un montón de casas pero terminó llevándolo a un lugar que ya se había quemado. Pasa que el momento más álgido que fue donde quemó casas y todo, era de noche y los aviones hidrantes de noche no pueden volar. Ese fue el que quemó tres mil hectáreas. Y el domingo arrancó un foco que no tenía absolutamente nada que ver, no estaba ni cerca del incendio anterior. No es un reinicio, sino otro fuego se prendió intencionalmente ya acá en el pueblo, en el barrio. También los vecinos salimos todos corriendo, llamamos a los bomberos, vino el avión. El fuego tuvo unos intentos de cruzar la calle y se contuvo, pero si no se contiene no estaría hablando con vos hoy”, aseveró.

Cuando desaparecen las llamas, surgen nuevas dificultades y necesidades: “Una cosa es el fuego, en el momento del fuego. Y después está toda la tarea post-fuego. Todos los campos que se quemaron, tres mil hectáreas de campos de pequeños y medianos productores de ganado, que se han quedado sin alambre, que no tienen comida para los animales. En esto del post-fuego viene el sostener. Porque a estos vecinos que se les quemó todo el campo, porque no estamos hablando de un campo de oligarquía… son campitos de 60, 70 hectáreas, que tienen cien animales y viven de eso”, subrayó. Y remarcó también que hay una presión muy grande de gente que se acerca para querer comprar los campos por precios irrisorios para estos proyectos que son de público conocimiento y que son nefastos para todos. “Entonces hay una red para sostener y acompañar a estos campesinos”, concluyó.