Por Martina Kaniuka (APe).- A los 47 años, sin poder ser reanimado, después de esperar más de 40 minutos a la ambulancia del SAME – según refirieron testigxs – Facundo Molares murió por la represión estatal. Hoy dice la versión oficial que fue por problemas de salud.
Ayer jueves, a la hora en que los merenderos de todo el país suman cada día un niñe más a la larga fila para repartir la copa de leche; Facundo Molares se plantó en la vereda de quienes, a tres días de las elecciones, entienden que la salida no es electoral ni partidaria.
Se sentó en la vereda, en la plazoleta frente al Obelisco y, en la avenida más ancha del mundo, alejado de la ancha y -cómoda- avenida del medio, se dispuso a dar por terminada una jornada -otra más- de lucha por los que menos tienen. Esos que antes se juntaron frente al ministerio donde la palabra “desarrollo” es un eufemismo de asistencialismo, “progreso” devino caridad y el estado burgués nos ilustra con otro ejemplo de paternalismo abandónico.
Con sus compañerxs de Rebelión Popular, lxs de Votamos Luchar y el Movimiento Popular Teresa Rodríguez, reflexionaron sobre el crimen de Morena Domínguez y sobre cómo desde las distintas facciones partidarias buscaron desresponsabilizarse – en todos los estamentos y jurisdicciones – coincidiendo en la represión y el punitivismo como únicas salidas a la marginación que engendra, desde la matriz, al piberío que nace sellado con el pecado capital de la desesperanza.
Morena: una nena de 11 años a la que le quitaron la vida yendo al colegio. Un grupo de menores que no estaba en las aulas, acusado y exhibido por los medios de comunicación a los fariseos que consumen chamuyo, mastican odio y piden mano dura. Mientras tanto, dos adultos que fueron encontrados culpables y el entramado narco que encubre policías vomitando motochorros gatilló otra vez la tristeza en las casas del barrio en forma de adicciones y jóvenes con la esperanza de vida de un doble de riesgo.
A tres días de las PASO, colocaron una urna en la vereda con la boca abierta, simbolizando la espera de un candidato que llene el vacío. Y lo que colocaron fue la certeza, que junto con la policía Metropolitana, invadió la escena: ninguno será capaz de colmar tanta deuda pendiente con el pueblo.
Según testimonios de sus compañerxs, un agente identificado como de jefe de calle les preguntó si iban a cortar la calle, si se iban a movilizar. Le indicaron que no y siguieron discutiendo sentados la situación del país, la realidad de cada una de sus barrios, en una asamblea abierta. Les indicaron que no querían fuego, y les indicaron que no iban a prender fuego.
Una táser descarga más de 1000 voltios sobre la piel. Un disparo con balas de goma produce heridas de hasta 61 mm de profundidad. Facundo Molares, sentado en la asamblea, debatiendo, encendió un cigarrillo y fue arrastrado casi cinco metros por la policía que se lo llevó, lo inmovilizó en el piso después de acecharlo en un círculo, lo asfixió y lo pateó en el piso. Ante la intervención de una de sus compañeras, la agarraron también hasta desfigurarla, y se llevaron seis detenidxs que se llevaron a la ex Comisaría 13 y fueron liberados en horas de la madrugada.
“Quiero destacar y respaldar completamente el accionar de la Policía de la Ciudad que actuó con profesionalismo conteniendo los hechos de violencia. En la Ciudad, la violencia es el límite», destacó el jefe de Gobierno, que eligió hablar de “paz” y “de un país sin miedo” a la hora de responder por la represión.
A los 47 años, sin poder ser reanimado, después de esperar más de 40 minutos a la ambulancia del SAME – según refirieron testigxs – Facundo Molares murió por la represión estatal. Hoy dice la versión oficial que fue por problemas de salud.
No era la primera vez que el aparato burgués del Estado, le asestaba golpes a su cuerpo. Facundo, fotoperiodista, fue detenido por el gobierno golpista de Jeanine Añez en Bolivia, mientras cubría las movilizaciones en apoyo a Evo Morales en Santa Cruz de las Sierras en 2019. Tras recibir tres disparos lo detuvieron por “golpista” y “terrorista”: su pasado en las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC) y su trabajo con familiares de personas desaparecidas por el estado y los campesinos, fueron motivo suficiente para detenerlo. Estuvo 23 días en coma, perdió la visión de uno de sus ojos, tuvo dos veces COVID en la celda, sin ningún tipo de atención médica, hasta que, tras la lucha de diversos organismos de derechos humanos, pudo regresar al país.
En noviembre del 2021 fue detenido por Interpol y la Policía Federal: Iván Duque pedía su traslado, mientras las calles de Colombia estallaban durante el paro y la ESMAD disparaba directo a los ojos de los manifestantes. Permaneció detenido en Rawson y fue trasladado a Ezeiza por cuestiones de salud. Recién el 06 de julio del 2022 la Jurisdicción Especial para la Paz de Colombia suspendió el pedido, y lo liberaron el 29 de julio de ese mismo año, atendiendo a la la Coordinadora por la Libertad de Facundo Molares, creada en ocasión de su detención en Bolivia.
En libertad, Facundo, reivindicado como comunista y revolucionario, declaraba desde su militancia en Rebelión Popular, en una entrevista para la Revista Cítrica: “Desde muy joven abracé la solidaridad social, la solidaridad internacional porque no hay ser humano en el mundo que nos sea ajenos: no hay sufrimiento en el mundo, cometido contra un ser humano que no nos toque como personas, que no nos toque como pueblos. Derecho a la vida, a la expresión, a la palabra, a una vida digna, ese mensaje internacionalista, revolucionario, me elevó a la categoría de ser humano”.
Hoy a las 10 de la mañana, a tres días de las elecciones, se concentra una movilización en el Obelisco para repudiar la muerte de Facundo Molares y para protestar contra la farsa de una democracia que, en época de comicios, tiene más del 60% de sus infancias bajo la línea de la pobreza, la lentitud y la complicidad de la Justicia como atributos, seis de sus candidatxs presidenciables proponiendo mano dura y represión, la Corte Suprema de Justicia desoyendo hace más de diez días al Malón de la Paz, los extractivismos desplegando sus garras sobre el territorio y está sometida por la alianza espúrea que nos condenó a los designios del FMI.
Una democracia que hoy reparte balas y golpes para quienes pudiendo elegir la mediocridad y el conformismo de un sistema que duele, eligen ver y luchar contra el sufrimiento ajeno. La tristeza, la angustia y la bronca a veces se tornan imposibles de nombrar. Hoy tienen nombre otra vez y se llama Facundo Molares.
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